martes, 23 de octubre de 2007

El cuartito del fondo

Uno de los comentarios habituales de las personas que vienen por primera vez a mi casa es "La verdad que sos un puto raro vos ¿eh?". Y yo suelo hacerme el gracioso, fingieno no comprender la razón del comentario: "¿Por qué? ¡Si adoro a Madonna!".

En realidad, entiendo muy bien lo que quieren decir. Mi departamento es algo así como un santuario de reliquias de los setenta. Para que se den una idea, en la sala y dentro de una gran vitrina cuya única llava guardo celosamente, tengo:



  • un WINCOFON

  • la discografía completa en vinilo de los Carpenter's

  • 3 LPs de "Música en Libertad", que me parece que era un programa musical de la tele.

  • un LP multicolor de "Alta Tensión", otro programa de la tele, y en la tapa aparece un Fernando Bravo casi adolescente.

  • los tres tomos de la Enciclopedia de la Sexualidad.

  • la colección casi completa de la revista "Satiricón".

  • los diez libritos (hechos mierda por tanta lectura) de las historietas de Mafalda.

  • un ekeko (¿se escribirá así?).

  • una foto arrugada del Che, de cuando no era todavía un ícono mediático.

En la misma sala, junto al home, encontrarán una por demás ecléctica colección de dvds, compactos y videos que pueden ir desde Vivaldi hasta Iron Maiden, pasando por Serrat, Santana, Elton John y, por supuesto, por la más grande de las divas del pop: MADONNA.

En la habitación más grande de la casa, que es la que uso como estudio, dos de las paredes están íntegramente cubiertas de libros y ya he contratado a un carpintero para que me arme más estanterías. Allí podrán encontrar a Borges, a Manucho, a Capote, García Márquez, Pasolini, Chandler... creo que pueden hallar lo que busquen. Obviamente se incluye también pornografía en todos sus formatos, para ser ideológicamente consecuente, jijiji.

Una parte de todos esos bienes (que para mí son invaluables) los he ido asquiriendo en los últimos cinco años. Sin embargo, la mayoría pertenecieron a mi padrino. A pesar de ser un simple empleado de oficina, fue un apasionado por la literatura y la música. No es casual mi vocación por la escritura. Si hay algo que recuerdo de mi infancia, allá en La Plata, son las meriendas en su casa: cafe con leche y tostadas con manteca mientras me leía y escenificaba las novelas de Sandokán y de Julio Verne. Los treinta y cinco tomos de la Colección Robin Hood, esa de las tapas duras y amarillas, están en mi habitación.

Un chico criado en la década de los noventa casi sin acceso a la televisión, rodeado de libros y felizmente bombardeado con aventuras fantásticas de piratas y aventureros, necesariamente tenía que transformarse en un bicho raro.

El bicho raro que soy hoy.


¿Por qué les cuento todo esto? Porque el domingo último fue el Día de la Madre y el amor que mi padrino sintió por la mía es la única razón por la que nunca corté relaciones con ella. Cada vez que la ira tiende a dominarme y siento esos deseos irrefrenables de insultarla y golpearla, me acuerdo de él y me obligo a recuperar la armonía. Convencido de que (a pesar de su dureza y sus desprecios) ella siempre me ha querido, padrino me hizo prometerle que jamás la abandonaría. Y por amor a él cumpliré con mi promesa.

Esa es la razón por la cual, el domingo en la mañana, después de terminar con un cliente (con el que había estado desde la tarde del sábado), pasé por casa, me di una ducha rápida y volví a subirme al auto para ir a La Plata. El día anterior salimos de compras con Sony y escogimos un perfume especialmente para ella. De pasada, compré unas masas y, antes el mediodía, ya estaba en su casa.

La visita no fue nada relevante. Lo de siempre: unos besitos al aire, le entregué el perfume, ella lo probó con cara de nada, me agradeció como quien dice la hora, discutimos un poquito, tomamos un café con las masas que yo había llevado, seguimos discutiendo y, antes de la una, ya me estaba despidiendo. Más de una hora en compañía de mi vieja es decididamente insalubre.

Lo interesante sucedió a las pocas cuadras, en una bocacalle, mientras esperaba que el semáforo me diera luz verde. Me sentía cansado, es cierto, pero no al punto de tener alucinaciones.

Un tipo de pelo enmarañado y unos treinta años pasó frente a mi coche con un ramo de rosas rojas. Al principio no lo reconocí. Llevaba un jean rotoso y parecía que no se había sacado en días la camisa. Era Benjamín.

Ya les hablé de él. Era el flaco del ciber que me dejaba navegar por internet cuanto quisiera a cambio de dejarme coger en el cuartito del fondo. Bueno, eso del cuartito del fondo no alcancé a contarlo. Hasta ahora solo hablé de la primera vez, cuando lo hicimos ahí nomás en el local y casi a la vista de cualquiera que pasara por la calle. ¿Se acuerdan del Regalito de Reyes?

Aquella noche volví a casa tan caliente (y eso que Benja me había dado y dado sin guardarse nada), tan caliente que me tuve que hacer flor de paja cuando me metí en la cama. Solo así pude dormirme. Al día siguiente, seguí en llamas y antes del mediodía ya me había pajeado tres veces. La verdad que me asusté. Nunca me había sentido así. Me latía el culo de solo recordar el modo en que Benjamín me la había metido. En casa, hasta ese entonces, nunca se había hablado de religión (los elirios místicos de mi progenitora vinieron mucho después) y yo estaba muy influenciado por la visión "naturista" que pregonaban los artículos de la Enciclopedia de la Sexualidad. Estaba convencido de que no había nada malo en el sexo. Sin embargo, aquella fiebre orgásmica me llenó de dudas y de temores, me hacía perder el control y eso es algo que aun hoy no puedo soportar. Llegué a pensar que me estaba volviendo loco.


Pasé toda la tarde en ascuas con la pija dura. Varias veces me metí bajo la ducha fría y cada vez terminé masturbándome. Quería regresar al ciber pero no quería. ¡Le dediqué tantas puteadas a Marquitos por haberse ido de vacaciones! Y a chico_drag85 por dejarme plantado en la cita y a merced del hijo de puta de Benjamín, que me había cogido como nadie me cogería en mucho tiempo. El ciber cerraba a las nueve y una hora antes estuve a punto de sucumbir y salir corriendo por la calle 6. Pero no lo hice y durante toda la noche me hostigué por no haberlo hecho.

Al día siguiente, continué con mi lucha interna y con las pajas. Hasta que, a la hora de la siesta, decidí que aquella tortura no tenía razón de ser. ¿Qué podía suceder? ¡Ya habíamos cogido! A lo sumo lo haríamos otra vez. Y eso no estaría para nada mal. ¿De qué tenía miedo? Mi mente no estaba preparada para tomar en cuenta todas las variantes posibles que hoy puedo considerar. Además, hacía mucho calor y, sin darme cuenta (casi como un adelanto de lo que serían mis años futuros), estaba vestido como un putito calentón, deseoso para la contienda cuerpo a cuerpo: ojotas, musculosa pantalones cortos de algodón. Nada más.

Imagínense: a los quince años era todavía un pendejo pero ya tenía mi físico. Físico bastardeado por aquel look de putita barata que todavía hoy me avergüenza. La gente me miraba por la calle y dos o tres camioneros me tocaron bocina. Uno me gritó "trolazo".

Cuando llegué al ciber, rojo de vergüenza y calentura, tras el mostrador ¡había una chica!

Entré en pánico, por supuesto. Ella no me podría ayudar con mi "problema". Me quedé paralizado.

- ¿Querés una máquina? -me preguntó.

No supe qué decir. Hasta ese momento, yo ni siquiera sabía que Benjamín se llamaba Benjamín. ¿Qué iba a hacer? ¿Preguntarle por el chico que me había garchado la otra noche?

Me vi en el espejo que había detrás del mostrador y mi aspecto era bochornoso. Estaba bañado en sudor, colorado como un tomate. el pelo hecho un desastre... Me dolían las piernas y sentía cosquilleo en las palmas de las manos. Sentí deseos de salir corriendo y casi lo hago, solo que, cuando me di vuelta para encarar la salida, lo vi y el alma me regresó al cuerpo.

Benjamín bajaba de una camioneta cargando una CPU. Llevaba puesta una bermuda, zapatillas blancas y una camisa del mismo color, muy similar a la que llevaba el domingo pasado con las flores en la mano. Ahora lo recuerdo como a un dios del Olimpo hecho mortal, pero ustedes ya sabrán cómo engañan los recuerdos. Entró en el local y me vio. Sonrió de inmediato con carita de ganador (lo odié por eso) y me saludó como si fuéramos viejos amigos.

- ¡Hola, chabón! ¿Cómo estás? Hace rato que no venías.

Con ese trato me descolocó. En el fondo lo que esperaba era que me tratara fríamente y me dijera que me fuera, que no quería saber nada conmigo. Intenté sonreir pero creo que más que una sonrisa, logré una mueca retorcida imposible de clasificar. Y mi estupor se desbordó más aun cuando Benjamín saludó a la mina con un beso en la boca.

- Gracias, mi amor, por cuidarme el boliche.

¡Era la novia! ¡La que no la chupaba tan bien como yo! Otra vez estuve a punto de salir corriendo pero él puso la máquina sobre el mostrador (de modo que la mina no viera) y descaradamente me manoteó el orto.

- ¿Te doy una máquina, verdad? -dijo como si tal cosa- A ver, mi vida, fijate si está libre la 30.

Me guiñó un ojo y levantó las cejas. Era obvio que se había dado cuenta de que no llevaba calzones: el dedo índice casi me había atravesado el esfínter. La mina no se dio cuenta de nada.

Y allí estaba yo, caminando hacia el fondo del local, frunciendo las piernas y con las manos por delante para que no se me notara la erección. Muerto de vergüenza y de miedo. Excitado como perro en celo. Aquella mano en el trasero había sido una orden y yo todavía era de los que obedecían. Mientras me alejaba, ella le dijo en voz baja (aunque no lo suficiente como para que yo no la oyera):

- Qué chico raro...

- Shhhh... No digas nada: es el novio de Esteban...

¿Esteban? ¿Y quién era Esteban?

Llegué a la última fila de máquinas con las patitas temblando. Tenía un nudo en la panza y la poronga seguía dura. La última fila estaba desierta, me senté en la 30 y me tomé unos instantes para respirar profundo y armonizarme. En eso, la novia de Benja pasó hacia el fondo. Casi de inmediato, recibí en mi máquina un mensaje desde el mostrador:

- Quedate tranqui. No pasa nada. ¿Seguimos con el acuerdo del otro día?

- ¿Quién es Esteban?

- Ya lo vas a conocer. No te preocupes.

La mina apareció otra vez y me miró con cara de pocos amigos. Después volvió con Benjamín. ¿Y yo qué hacía? ¿Me quedaba o me iba? Corrí el teclado y apoyé la cabeza sobre la mesa. Necesitaba tranquilizarme y lograrlo me llevó bastante rato. Más sereno, llegué a las mismas conclusiones que antes de salir de casa: ¿qué más daba? ¿qué podíasuceder de extraordinario? Lo único que seguía incomodándome era el asunto ese del tal Esteban. ¿Quién sería?

Abrí mi correo y no había ninguna novedad. el estúpido de chico_drag85 no había dado señales ni para disculparse. Entré en la página de Chico Lindo (mi página porno preferida por aquellas épocas) y empecé a bajar fotos de flacos desnudos, como era mi costumbre. Llevaba ya largo rato en esa tarea, sobándomela por sobre el pantalón (porque la calentura era mortal), cuando apareció un chico a mi lado. Yo estaba tan concentrado en los culos y las pijas de la pantalla que lo vi recién cuando estuvo pegado a mí. Tendría unos dieciocho años y me miraba sonriente. No estaba tan fuerte como Benjamín, era medio flaquito y huesudo, pero tenía linda carita, una boca carnosa y unas patas fantásticas, peluditas y muy bien formadas. Al verlo me sobresalté.


- ¡Cómo se la traga ese hijo de puta! -me dijo mirando la pantalla y muy cerca del oído- ¿Vos sos mi novio? Me dijeron que la chupás muy bien...

El corazón me dio un brinco. Y la verga también. Sobre todo cuando el flaco se sentó en la silla vecina, me palpó la entrepierna y me hizo sentir el calor de su aliento en el cuello. En ese preciso instante, desafiando toda lógica, se me fueron todos los miedos y la excitación tomó el control de mi cuerpo. El flaco me empezó a susurrar cochinadas al oído, de todas las cosas que tenía ganas de hacerme y que yo le hiciera, me metió la mano debajo del pantaloncito y me dejó la verga al aire para poder manoseármela con mayor comodidad. Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no gemir. Me quedé muy quieto y callado y dejé que sus manos me recorrieran a su antojo. Aunque llegó el momento en que me vi obligado a detenerlo: ¡no era cuestión de eyacular allí mismo, con toda la clientela alrededor y la novia de Benja todavía en el local! Esteban se retiró unos centímetros hacia atrás, bajó el cierre de su bragueta y liberó su verga. No era nada descomunal pero estaba bien formada: cabeza grande y tronco recto. Se la sobó y me preguntó si me gustaba. No fue necesaria mi respuesta: mis ojos lo dijeron todo. Con la erección a tope, se puso de pie y su verga me rozaba los labios. Y allí se quedó esperando sin decir nada. No sé de dónde saqué coraje para abrir la boca y empezar a chupársela. Él se dejó hacer. No se movió en ningún momento, aunque alcancé a ver cuando le hacía una mueca a Benjamín.

- Vení -me dijo entonces-. Vamos al cuartito del fondo...

Y sin decir nada más, nos acomodamos la ropa sin demasiado esmero, él me tomó de la mano y yo lo seguí obedientemente. De reojo, pude ver la sonrisa de Benjamín, que abrazaba a su novia y me miraba con picardía.

El cuartito del fondo era una habitación espaciosa con olor a humedad. En un rincón había cajas con resmas de papel y demás insumos para la impresora. Había también dos máquinas desarmadas sobre una mesa, dos sillas y un sillón de dos plazas desvencijado y rotoso. Esteban cerró la puerta y encendió una lámpara que estaba sobre la mesa. Rápidamente nos desnudamos y él me abrazó con fuerza para darme uno de los besos más cachondos que (aun hoy) puedo recordar. Me partió la boca y yo, pobre niñito inexperto, me abandoné a su antojo total y completamente. Y de veras que me hizo lo que quiso. Entramos al cuartito antes de las seis de la tarde y durante casi dos horas recorrió mi cuerpo con cada parte de su cuerpo. Yo me comporté como un muñequito inflable y eso era justamente lo que él quería. Cuando yo no podía sofocar los gemidos, él me tapaba suavemente la boca con su mano o con su pija. Aunque nada fue capaz de acallar mi placer cuando su lengua se zambulló entre mis nalguitas. ¡Qué manera de deslizarse! No tuve un orgasmo anal porque le rogué que se detuviera y me lo concedió. Me dio un respiro de pocos minutos durante los cuales no dejó de pajearse y de decirme cochinadas cada vez más eufórico. Sentí finalmente su pija en la entrada de mi culo y la piel se me erizó como a un gato. Al instante me penetró con violencia. Un dolor indescriptible me nubló la vista. Era una quemadura, un desgarro repentino que me arrancó un quejido agudo e involuntario. Su mano acudió otra vez en ayuda del silencio y su falo se quedó inmóvil dentro de mí hasta que, poco a poco, mi esfínter logró relajarse y adaptarse a la presencia de aquella verga intrusa. Lentamente, muy despacio, regresó el placer a mis entrañas. Sus manos retomaron las caricias y sus labios regresaron a mi espalda. Sin embargo, entre mis nalgas había algo extraño que yo no conocía. Y no se trataba de un pene, por supuesto. Recién descubriría de qué se trataba al cabo de unos minutos. Tras recobrar el ritmo del mete y saca, Esteban llegó al orgasmo. Yo no acabé. No sé por qué. Tal vez porque intuí que aquello no terminaría así. en cuanto a la presencia "extrana", la descubrí cuando se retiró de mí: era la primera vez que me cogían con preservativos. Ya vendrían ocasiones mejores para evaluar si se siente mejor coger con o sin. Por el momento, yo seguía muy cachondo y necesitaba más "atención".


Pero hoy ya es tarde y mañana tengo clases muy temprano. La segunda parte queda para otro día, juas.






Padre, he pecado...

Una historia que a más de uno le habrá sucedido. Está en inglés, pero no creo que sea muy difícil de comprender, juajuajua.
Si no alcanzan a leer el texto (si a alguno le interesa, juajua) hagan click sobre el dibujo para agrandar.










LLAMADO A LA SOLIDARIDAD:
Alguien sabe qué pasó con el blog de Jerry Travieso???????

Cinco Siglos Igual y Resultados de la Tercera Encuesta

Uf!!!!! Qué semanita!!!! Hemos tenido de todo como en botica, como dice mi vieja.

Menuda polémica la desatada entre don Arturo y el tal Anónimo por el tema de los "Cinco Siglos...". Interesante y enriquecedora. Porque, si bien este es un sitio donde se persigue fundamentalmente incentivar la masturbación universal en aras de una sexualidad libre y soberana, tampoco somos una isla y sabemos que hay "otros temas" que nos involucran como seres humanos. De todos modos, yo entiendo en cierta manera lo que más molestó a mi querido don Artu. Yo creo que fue, más que nada, el tono despreciativo que empleó el sr. Anónimo. A mí también me molestó. No así los comentarios que emitiera el amigo Pe-Jota, quien no solo dio la cara sino que trató de fundamentar sus opiniones obviando todo dejo de disvalor hacia las culturas no europeas. Bravo por él.

Si algo debo reprobar del comentario de Anónimo es justamente su tono tan desagradable, haciendo gala de un racismo y un marcado sentimiento discriminatorio en favor de una supuesta raza "superior". Ese punto debo reconocer que a mí me hizo poner los pelos de punta. Yo conozco bastante bien varias partes de Europa y sé que no todo en el Viejo Continente es color de rosa. Allí también existen barbaridades dignas del libro negro de la civilización humana. Tendría que pensarlo un poco más (lo acepto) pero tampoco comulgo con la idea expresada por Pe-Jota respecto a que hay ciertas conductas que deben ser analizadas desde el punto de vista de la historia. Yo creo que un asesinato es un asesinato así se cometa en el siglo XXI o el XIII. La discusión planteada en tiempos de la conquista acerca de si los indígenas y los negros tenían o no alma (para ver si era lícito esclavizarlos o no) estuvo más orientada a la justificación de lo que harían de todas maneras que a la dilusidación de una supuesta duda teológica. Yo no creo que haya nadie que pueda negar honestamente que Europa invadió América en busca de un provecho económico y nada más. Lo demás fue una excusa.
Obvio que ambos mundos se vieron favorecidos en algunos aspectos. Hoy en día no es cuestión de revolver mierda vieja y echarle la culpa a los europeos de hoy de las atrocidades cometidas por sus antepasados. Pero simplemente me parece que los indígenas americanos nunca tuvieron intenciones de hacer "intercambio cultural", el cual les fue impuesto por el solo poder de las armas. Es como si mañana viene un fulano que yo ni siquiera conozco, se apodera de mi casa y me obliga a servirle y a cambiar mi estilo de vida porque a él se le antoja. Me parece que, visto en cualquier contexto, es un atropello que no tiene justificación. ¿O acaso el día de mañana diremos que EEUU hizo bien en invadir Irak o Afganistán? Sí, ya sé que eso ya hay quien lo dice, pero quiero dejar en claro que no es la ideología del dueño de este blog.

De todos modos sé que se trata de un tema álgido que presenta demasiadas aristas como para poder llegar a una única conclusión. Lo único que me gustaría es que los comentarios mantengan un mínimo de respeto hacia la humanidad entera y traten de evitar cualquier alusión discriminatoria, ya sea por raza, orientación o identidad sexual o religión, etc. Otra cosa que me llamó la atención del comentario de Anónimo (y estoy plenamente de acuerdo con las acotaciones expuestas por don Artu acerca de la conveniencia de firmar al menos con un nick) fue el gusto que sienten muchos por criticar de mal modo lo que les parece contrario a sus ideas. En lo personal (y bajo ningún concepto quiero decir con esto que es lo que todos tendrían que hacer), cuando leo algo que no comulga con mis ideas ni me aporta nada nuevo que pudiera modificarlas para bien, cierro la página y no vuelvo. Pero si es para simplemente agraviar o vertir opiniones orientadas solo a la ofensa, me quedo en el molde. No es mi estilo.

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Bueno, cambiando de tema y pasando a algo más leve: SE TERMINÓ LA ENCUESTA DE LA MEDIDA DEL PENE!!!!!!!!

Los resultados fueron los siguientes:

Consigna: Para vos ¿cuál es la medida normal de un pene?
a) de 12 a 14 cm? 25 votos (12%)
b) de 14 a 17 cm? 116 votos (56%)
c) de 17 a 20 cm? 53 votos (25%)
d) más de 20 cm? 13 votos (6%)

Votaron 207 personas y los resultados me inspiran las siguientes reflexiones:

1) Me alegra que haya un 81% de los votantes que concuerda más o menos con mi idea de lo que es un pene normal. Les puedo garantizar que, entre todas las vergas que me he comido en mi corta vida (y juro que no han sido pocas), la gran mayoría han estado en el rango 14-20cm. De eso no me cabe ninguna duda.

2) Ruego encarecidamente que esas 13 personas que votaron por la opción "d" se pongan de inmediato en contacto conmigo. Si en el lugar que ellos viven la mayoría de los hombres tienen pijas de más de 20 cm, tenemos un negocio fabuloso por concretar: turismo gay hacia esos lugares con el marketing necesario para garantizarnos el éxito. Ya me imagino el éxodo de maricas hacia nuevos horizontes, juajuajua.

3) Las 25 personas que optaron por la "a" también pónganse en contacto conmigo. Si concretamos el negocio anteriormente expuesto, les prometemos descuentos especiales para que tengan la posibilidad de comprobar que existe un mundo mejor, juajuajua.

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La encuesta de esta quincena apunta a las historias de vida de cada uno/a. Esta vez nos metemos con los recuerdos.

Consigna: ¿Solés recordar a todos/as y cada uno/a de los amantes que has tenido?

a) Sí, tengo muy buena memoria para los embutidos.
b) Sí, tengo sus nombres y teléfonos anotados en una libreta.
c) Sí, no han sido tantos ni tan malos como para olvidarlos tan pronto.
d) No, imposible recordar a tanta gente.
e) No, hay malos tragos que mejor olvidarlos.
f) Otra (pero por favor: expliquen en los comentarios!!!!!)

Mañana o pasado actualizo los relatos para que puedan seguir tocándose frente a la pantalla. Por mientras, les dejo un videíto de los que nos gustan a nosotros (recuerden que para verlo completo deben darle un tiempo para que cargue; si se les corta antes de que termine, vuelvan a pulsar PLAY y seguro que no para hasta acabar, juajuajua).


Y para "disimular", juajuajua, un poco de música que tiene mucho que ver con la historia de esta semana.



Y ya me copé y les dejo también un video de los Carpenter's





viernes, 12 de octubre de 2007

Cinco Siglos Igual

En el día en que se conmemora el genocidio americano, mi humilde contribución.


Bananas con crema para todo el mundo

Después de una clase tan agitada, llegó el momento de la ducha. Porque somos putos pero limpitos. Y (como habrán de imaginarse) seis personas en un solo baño, grande pero doméstico, no podían menos que dejarlo hecho todo un estropicio. Sobre todo a partir del momento en que Juaco empezó a jugar con el duchador de mano. De modo que, al terminar el jueguito, la consigna fue dejar todo como estaba, mientras yo preparaba el postre. Porque alguien me recordó que no habíamos comido nada... después de las quichicientas tortillas que había preparado Sony y antes de comer... bueno, ustedes ya me entienden.

Puesto que yo no había sido el cocinero para esta velada, no había pensado tampoco especialmente en un postre. Pero la solución al pedido de mis amigos era sencilla. En la heladera tenía unos cartones de crema de leche y, por supuesto, bananas. Con la batidora eléctrica es todo más rápido y, en pocos minutos, ya estaban listas las bananas con crema.

- ¡Bananas con crema para todo el mundo! -anuncié mientras regresaba a la sala y los demás terminaban de secar el baño.

Fueron llegando de a uno en tanto yo servía las porciones en unos tazones muy bonitos que me trajo Elías desde Marruecos. Juaco y Maxi se sentaron en el sillón blanco a conversar muy seriamente. De no haber sido porque estaban completamente desnudos, se hubiera dicho que estaban tratando un tema fundamental para el futuro de la humanidad. Claro que estoy prejuzgando, porque nada indica que no se puedan tratar temas de vital importancia estando en bolas... Sin prestarles mucha atención, Sebys se instaló frente al home theater y se puso a seleccionar música para el resto de la noche. O de la semana tal vez, porque en cuestión de minutos programó en la computadora todos los conciertos completos de Maddona que tengo cargados en el disco rígido (y vale aclarar que los tengo TODOS). Sony y Joao, en cambio, no se habían agotado todavía y, sentados en el suelo, uno sobre el otro, seguían besuqueándose y manoseándose.

- ¡Miren lo que encontré! -exclamó Sony, pasndo una mano entre medio de sus piernas y acariciando la verga del morocho que se erguía otra vez como si nada hubiera sucedido una hora antes- Yo paso de las bananas: hoy voy a comer morcilla con crema, jajajaja.

Y ante el júbilo de todos los presentes, unió los hechos a los dichos y embadurnó el falo de Joao con crema batida. Verlo al negro, tan negro como es, con la pija blanca fue un espectáculo que recordaré por el resto de mis días.

Mientras Joao sí le daba a las bananas, Sony se puso en cuatro y le empezó a lamer la crema con abnegada parsimonia. El culo en pompa de Sony, otro show inenarrable.

Cuando todos tuvieron su postre, me uní a la conversación de Juaco con el pendejo bolú.

- ... pero no termino de comprender cuál es tu rollo con los viejos.

Evidentemente la charla había regresado a los orígenes.

- ¡Nada! Rollo no. Me parecen patéticos, eso.

- ¡Pero explicá por qué!

- Y nada... un suponer: se la pasan horas y horas dentro de las teteras, haciéndose la paja y nadie les da bola. Se ve que los viejos de mierda no tienen nada que hacer.

Yo lo conozco a Juaco y sé que es muy temperamental. Por eso me pareció muy valioso el esfuerzo que hacía para neutralizar la ira y tratar de que el pendejo entrara en razones.

- ¿Y vos cómo sabés que nadie les da bola?

- ¡No me jodas! ¿Quién se va a meter con esas gelatinas fofas?

Le retiré el tazón vacío de las manos a Juaco, antes de que sufriera un "accidente". Pero Juaco se recostó en el sillón mirando al techo, como pensando. El hábito de rascarse las bolas no lo pierde ni siquiera cuando se embarca en cruzadas estériles como, por ejemplo, querer entablar un razonamiento enriquecedor con un zoquete que solo puede coger y dejar que el mundo admire su belleza.

- ¿Qué tal otros viejos como ellos mismos? -propuso sin abandonar su posición ni alejar sus manos de la ingle-. Porque me cuesta creer que pasen allí tanto tiempo si nunca obtienen lo que buscan.

- ¡No, chabón! Yo no dije "nunca". Alguna vez algo deben ligar. Si no, ¿para qué?

Juaco se sentó de golpe y pude ver un brillito relampaguear en su mirada.

- ¡Ahí está! "Alguna vez algo deben ligar". ¡Esa es la razón por la que lo hacen!

- A mí no me parecen patéticos -intervine, con la imagen de don Arturo y la historia de su amigo "la Felipa".

- No, si no... patéticos no: RE-PATÉTICOS. Yo les diría: abuelo, ¿por qué no se deja de joder y se va para su casa a tomar la sopa.

Sebita se acercó a mí, se sentó en el suelo y apoyó la cabeza sobre mis muslos para observar la discusión mientras me acariciaba la pierna. En tanto Sony se la seguía chupando con dedicación a Joao, quien empezaba ya con los primeros gemidos.

- Yo te voy a decir por qué no se van para su casa -le advertí al pendejo con serenidad-. No se van porque tienen ganas de quedarse ahí, en la tetera, que es el único lugar donde pueden ser quienes son. Es el único sitio en el que SE PERMITEN actuar de acuerdo a lo que sienten. Ellos pertencen a una generación en la que "mostrarse" significaba lo peor...

- Además, como vos mismo dijiste, siempre algo ligan -agregó Sebys-: saben que nunca falta algún muerto de hambre que se deja tirar la goma por unos mangos... ¿o me vas a decir que vos vas a mear a las teteras?

- ¿Quién será más patético? -se preguntó finalmente Juaco y volvió a tumbarse para contemplar la sublime delicadez con que el trasero de Sony se iba ensartando en el falo de Joao, casi como si se tratara de una publicidad de Benetton.

Todos lo vimos. Y nos cachondeamos al unísono.

La pija del pendejo se paró de una sin mediar cabeceadas. Y como si fuera un acto reflejo se empezó a pajear, ignorando una vez más las agresiones.

Yo no podía concebir la facilidad con que aquel culo tan bonito y delicado se engullía semejante aparato sin dar muestras del más mínimo esfuerzo ni el menor padecimiento. Claro que también se me puso dura y, antes de que pudiera decir "agua va" (que por otra parte ¿para qué carajos tendría que decir semejante cosa?), Seby ya me la estaba mamando.

Todo volvía a empezar.

Maxi se echó al suelo y empezó a comérsela a Sebastián. Juaco, por su parte, se arrodilló junto a Joao con la verga en la mano para ocuparle la boca. A los pocos minutos, Sony se inclinaría hacia adelante para disputarle la golosina al morocho, com si no tuviera suficiente con lo que le entraba por detrás.

Yo me abrí de gambas y le ofrecí el culo al pendejo. Ya me había demostrado que tenía talento y quería disfrutarlo de nuevo. Antes de que me hiciera viejo. Para mi sorpresa, estuvo astuto y, en vez de cogerme de una, se tomó el tiempo de darme unos lengüetazos, tal como le habíamos enseñado. ¡Y había aprendido rápido el chaboncito!

Sebita se le instaló por detrás y su lengua y sus labios iniciaron un delicioso tour a través del culo, los huevos y la verga que ya estaba desesperada por estallar. Cuando por fin se lo empezó a coger, el pendejo me perforó el esfínter con la lengua. Un placer que no se puede explicar con palabras.

Lo que vino después ya se lo podrán imaginar. Juaco, Sony y Joao hicieron el trencito, con Joao al medio y Juaco como furgón. Con Maxi y Seby también la pasamos genial: los dos se turnaron para ocuparse de mi trasero y, cuando todo llegó a su fin, los cinco me dedicaron sus eyaculaciones.

Ya se sabe que el semen es muy bueno para la piel, juas.

Ahora, para completarla, tóquense a gusto viendo este videíto ilustrativo, juas




domingo, 7 de octubre de 2007

Cuatro chicos divertidos

Para que disfruten la semana, les dejo un videíto de estos que me gustan a mí (y a ustedes también, juas).

Ojo que dura 19 minutos. Si ponen PLAY y se les corta al poco rato es porque no terminó de cargar. Pulsen PLAY de nuevo (o donde dice JOUER A NOUVEAU, porque acá se habla francés ¿vio?) y así lo pueden ver todo. Con el regalito que está al final de la página sucede lo mismo.

Que lo disfruten, juas.


viernes, 5 de octubre de 2007

El mejor alumno

- Yo ya tengo mi método y nunca falla -dijo el pendejo con pedantería, como quien se apresta a develar el misterio de por qué existe algo en el universo si bien pudo no haber existido nada. Después se quedó en silencio, esperando que alguno de nosotros hiciera la pregunta de rigor. Pero como ninguno sintió la inspiración necesaria para formularla (tan compenetrados como estábamos en la degustación de las diversas clases de tortillas que Sony había preparado para la cena), transcurridos unos instantes, continuó con su historia:

- Todos sabemos cómo son los viejos...

Nuevo silencio, aunque esta vez Juaco le siguió el juego:

- ¿Cómo son?

- ¡Pajeros! -se entusiasmó el pendejo- Los viejos son todos unos pajeros. son capaces de entregarte lo que no tienen con tal de que les des bola. Unos pajeros patéticos, eso es lo que son.

En ese momento, yo atacaba la primera porción de tortilla de espinacas con queso y estuve tentado de refutar su afirmación, pero la delicia de aquel manjar me abstrajo de la polémica. En mi lugar, Sebita (que iba ya por la tercera porción de tortilla de papas) se unió a la conversación y expuso su punto de vista. Yo mismo no hubiera podido decirlo mejor y más claro.

- Serán pajeros y patéticos pero son la única fuente de ingresos que pudiste encontrar hasta ahora. Los que me llaman a mí son ingenieros, comerciantes, abogados. Que yo sepa, lo único que vos sabés hacer es chupar pijas. Y por ahí no lo hacés muy bien porque, por lo que cuentan, te cotizás bastante bajo...

Lo que dijo puede sonar muy chocante si la vemos escrita pero Seby la pronunció con tanta naturalidad, como quien anuncia lluvia, que el pendejo no se sintió agredido. ¿O habrá sido que no comprendió lo que había dicho?

Se llama Maxi pero todos lo identificamos como el "pendejo bolú". Lo encontró una noche Sony en la calle, sin morfi ni casa donde dormir, y desde entonces se aparece cuando anda en la mala. Tiene 19 años y hay que reconocer que está muy fuerte. Muy buenas gambas, buenos tubos, buen lomo, inmejorable culo, unos faroles azules que encandilan... un poquitín narigón para mi gusto y habla como si tuviera una papa en la boca, pero no me voy a prender de esas boludeces: ¡igual está para partirlo al medio! Sin embargo, la madre naturaleza ha cometido en su caso un error insoslayable: la vacuidad de su bóveda craneana no ha sido compensada con una absoluta incapacidad de habla. La prueba de ello está en que, con total convicción, ni siquiera contempló la conveniencia de llamarse a silencio.

- Lo que pasa es que con los viejos es más fácil. La mayoría te la quiere chupar. Entonces vos pelás, pensás en alguien que te caliente y listo: el que labura es el jovato y vos te llevás la mosca.

- Pero no siempre es así. -acotó nuestro hermoso cocinero tortillero que (dicho sea de paso) ya lleva casi tres semanas de residencia en mi casa- Algunos viejos quieren que vos se la chupes a ellos.

- ¡Claro! Ya hí es cuando aplico mi método.

La sonrisita gardeliana que se le dibujó en la boquita hubiera bastado para pasar por alto el persistente hueco existente entre sus orejas, pero el pendex insistió con sus explicaciones:

- Primero lo franeleás. Si no se le para (que es lo más común porque a los viejos ya ni la pija les funciona bien) se la entrás a sacudir. Cuando por fin se le pone más o menos dura, se la lamés (especialmente alrededor de la cabeza) y, cuando empieza a suspirar, te la tragás hasta donde te entre. Ahí empezás a subir y a bajar, dale que va, hasta que el viejo acaba.

Hay que reconocer que el pendejo le ponía entusiasmo a la explicación. Aunque eso no resultara suficiente para eximirlo de la crítica destructiva. ¡Habrase visto semejante zoquete (bonito) venir a darnos clases de mamadas!

- ¿Y te acaban en la boca? -quiso saber Joao, mientras engullía un buen pedazo de tortilla de pescado.

- A veces no se puede evitar...

- ¿Cómo que no se puede evitar???? -bramé- Uno se da cuenta cuando el tipo está por acabar y entonces la soltás, pedazo de pelotudo.

Sebita terció en favor del descerebrado y adoptó el rol del consejero paternalista.

- Calma, calma. Que no panda el cúnico... A ver, belleza, decime: ¿vos sos consciente de los riesgos que corrés?

El pendejo dudó unos instantes.

- Sep. Pero de algo hay que morir.

Largó la frase con una impunidad escalofriante, tanto que llegó a perforar la coraza de Juaco:

- ¡Ah, no! Si van a empezar a hablar de esas cosas durante la cena me van a quitar el apetito.

Era mejor apaciguar los ánimos.

- Lo bien que te vendría -me burlé- Si seguís lastrando vas a echar panza.

- No importa. Después te echo un polvo y quemo calorías.

Se me echó encima, me metió mano en los pantalones y me besó el bulto. Todos nos reímos, pero el pendejo se quedó mirándonos con cara de no comprender. Primero supuse que se había quedado pensando en las acabadas en la boca, en la transmisión del VIH y todo eso. Pero no, sus profundas inquietudes transitaban carriles muy diferentes.

- Pero... ¿ustedes no son amigos? -preguntó con cierta cautela.

Seby y yo nos miramos y respondimos casi al unísono que sí. La aseveración lo dejó un poco perplejo...

- ¿Por qué te asombra? -lo desafié- ¿Vos no cogerías conmigo?

Inexplicablemente (al menos para mí), el pendejo forzó una sonrisita sin animarse a contestar.

- No importa, Ze, -bromeó Sebys- yo te hago el culo cuando quieras.

- ¡Pri para chupártela! -reclamó Sony, levantándo la mano y abalanzándose sobre Joao, que ya venía sobándole el culo desde hacía rato.

- Che, ¿y a mí nadie me va a hacer nada? -protestó Juaco, subiéndose a una silla y bajándose los pantalones- ¿Acaso mi pija no vale?

Entre carcajadas, todas las miradas cayeron sobre el pendejo, que era el que estaba más cerca.

- ¡Dale! -lo alenté- Aprovechá para poner en práctica tu método infalible.

- ¡Siiiii, yo quieroooooo! -gritó Juaco al tiempo que pelaba el ganso y se lo ponía a milímetros de la boca del pendex.

El boludazo parecía no saber qué hacer. Tanto método, tanto método y, a la hora de los bifes, arrugaba.

- Dale, bebé, chupá que yo te aviso...

Sony empezó a despejar la mesa. Joao liberó la anguila morena que porta entre las piernas. Yo le eché mano al instante y, de rodillas sobre la silla, se la empecé a lamer: el olor de su verga me puede. Así de fácil soy, juas.

Sebys también se bajó los pantalones y le zampó una mano en el culo al pendejo. Juaco todavía esperaba con la verga en alto.

- ¿Y bonito? ¿No te animás o no te gusta?

Observado por todos, el pendejo se sintió presionado e hizo lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho en su lugar: agarró la verga con una mano y la empezó a sobar.

Todos aplaudimos y vivamos. Sebys lo abrazó por detrás para franelearlo y desnudarlo.

A medida que se descubría su cuerpo quedaba claro el por qué de que el pendejo fuera tan soberbio y boquiflojo. Tenía un físico casi perfecto y todos pensamos lo mismo: había que darle.

Siguiendo los pasos de su método, como la verga de Juaco ya estaba dura, se la había empezado a lamer. Él también la tenía dura. Era de las que me gustan a mí: de las que se paran en ángulo y son ligeramente curvadas hacia arriba, venosas y cabezonas. Pero por el momento, mi boca estaba ocupada con la de Joao y no era cuestión de desairar al morocho para correr tras la poronga del novato. La fiesta recién empezaba y ya habría tiempo para todo.

- Bueno, mi amor, -se impacientó Juaco- ¿hasta cuándo me la vas a lamer? ¿Así es como los hacés acabar a los viejos? ¡Acaban por aburrimiento! Pasá a la siguiente fase que esta ya está bien.

Juaco es bien directo cuando quiere... Y quiere casi siempre.

- Hagamos una cosa: -dijo entonces, dirigiéndose a todos y alzando los brazos como quien convoca a las masas- ¡enseñémosle a Maxi cómo se labura!

Todos nos miramos sorprendidos. Ese tipo de jueguitos solo se le ocurren a Juaco. La explicación parecía complicada pero en la práctica resultaba de lo más sencillo y de lo más cachondo. Tanto que el pendejo perdió todas las inhibiciones y se entusiasmó con la idea.

La cosa era así: Por ejemplo, sony se la chupaba a Maxi y éste tenía que imitarlo chupándosela a Juaco, quien después de tres minutos le pondría una nota de 1 a 10. Luego iríamos rotando instructores y evaluadores hasta completar la rueda. Sacábamos un promedio y pasábamos al siguiente tema: beso negro, culear, dejarse culear.

Completamente desnudos, sentamos a Maxi en una silla. Arrodillado entre sus piernas, Sony se la empezó a mamar y, parado a su lado, Juaco le entregó la verga para que empezara la clase. Sony se ensalivó la mano y lo pajeó suavemente. El pendejo se esmeraba por hacer lo mismo. Acto seguido, Sony abrió bien grande la boca y se tragó la verga del pendejo sin tocarla con los labios hasta que el glande se topó con la garganta (su numerito preferido). Maxi no pudo hacer lo mismo: la herramienta de Juaco era más grande de lo que su capacidad bucal poco entrenada podía manejar. Sin embargo, trabajó con dignidad y, transcurrido el tiempo reglamentario, su desempeño mereció un honroso 8. Momento de recambio. Sony se puso de pie y Sebita se arrodilló. La verga de Sony es más amigable que la de Juaco y el pendejo pudo tragársela toda sin problemas, mientras Seby hacía lo mismo con la suya. Otro 8. Luego se arrodilló Joao y el pendex lo hizo bastante bien, aunque la verga de Sebastián no es para principiantes y su desempeño no superó el 6. El gran desafío le llegó cuando fue mi turno de instruirlo: la verga de Joao asusta a más de uno, juas. Como a pesar de su estupidez, el pendejo me caía bien, decidí ayudarlo. Primero le pasé la lengua por toda la pija, embadurnándosela bien con mi saliva; después rocé su glande despacio, despacio, hasta arrancarle un suspiro. Evité tragármela entera para que él no tuviera que hacer lo mismo con la del morocho. La tomé fuertemente con una mano y, sin dejar de estimularla con la lengua, refregaba el glande contra las rugosidades de mi paladar. Esa sí que es una estrategia que siempre da resultado. El morocho le puso un 7. Al final de la primera ronda, era mi turno de evaluarlo con Juaco como instructor. El pendejo me comió casi entera, me chupó los dedos con delicadeza y me pajeó con clase, por lo cual mereció otro 8. Promedio parcial: 7,4.


- Con 7 aprobás, así que estuviste justo. -comentó Juaco, encargado de las cuentas- Espero que con el beso negro te vaya mejor.

Para esta etapa tuvimos que cambiar la escena. Nos trasladamos a la sala y el primer trío (Juaco, Maxi, Sony) se ubicaron en cuatro patas sobre la alfombra. Mientras se desarrollaba la prueba, los observadores no pudimos quedarnos quietos. ¡Por supuesto!

El promedio esta vez fue levemente menor (7,2), lo cual evidenciaba que el pendejo tenía mucho para aprender todavía, o bien, que los evaluadores éramos unos jodidos de mierda, juas.

Cuando la cosa exigió entregar el culo, la cosa se nos complicó un poco más. Ya no podríamos hacerlo de a tres porque se nos dificultaría la evaluación, así que hicimos una leve modificación al modus operandi. Cada quien se cogería al pendejo durante cinco minutos y evaluaría la relajación, el entusiasmo y el goce que manifestara el alumno. Otro problema fue que a Sony no le gusta penetrar, por lo que esta vez el promedio estuvo compuesto solo de cuatro notas. El primero en culearlo fui yo, privilegio que se me otorgó por ser el que la tiene menos grande (nótese el mensaje implícito en la expresión, juas). Después de los lengüetazos y los dedos que le habíamos metido en la fase anterior, el pendejo estaba bastante abierto y receptivo. El lubricante hizo el resto. Tenía el culo caliente y dio un gemido profundo cuando se la metí. Entrar en ese hoyo les puedo asegurar que crea hábito. Le di suavecito para que no se entusiasmara tanto de movida (cuac). Luego fue el turno de Juaco, que se excitó tnto que no pudo aguantar los cinco minutos y tuvo que parar para no eyacular. El verdadero sufrimiento para el pendex llegó cuando fue el turno de Sebita, que la tiene más gorda de lo normal. Ni hablar cuando lo ensartó Joao, que tiene una verdadera monstruosidad. Sin embargo, el pendejo se bancó todo. Le dolió pero se relajó y disfrutó. Al final ya sin pajearse para no acabar. Tan bien lo hizo que su promedio esta vez fue de 9.



A estas alturas de la lección (imagínense), todo era un descontrol. Yo controlaba los cinco minutos con la pija de Sebas en el culo y Sony me la chupaba mientras Juaco se lo cogía. Menos mal que soy un tipo precavido y compro condones en cantidades industriales.

Prueba final: el pendejo nos tenía que coger a todos. Fuimos generosos y, para no exigirlo al máximo, redujimos los cinco minutos con cada uno a solo tres. La idea era que no acabara hasta el final y cada uno le pondría una nota también por la acabada.

El primero en ponerle el culo fue Sebita, quien eligió la posición del perrito y seguía tan caliente que no sabía cuánto más podrías controlarse. De hecho, el pendex se empezó a mover rápido y Sebita acabó a mitad de la cogida, pero la disfrutó hasta el final. El segundo fue Juaco, que suele preferir ponerla antes que recibirla, pero una poronga tan buena no se podía despreciar. Prefirió la posición de las patitas al hombro. Maxi alternaba sus embestidas cambiando el ángulo de la penetración y Juaco gozó con entusiasmo. El tercero fue Joao, quien optó por que se lo cogiera en cucharita. Estaba cansado y esta es la posición más apropiada para no esforzarse tanto. Una vez más, Maxi dio pruebas de saber de qué se trataba: si bien la penetración no fue muy profunda, los movimientos fueron muy rítmicos y se ayudó con las manos, que supieron pajear al morocho para sacarle una excelente nota, juas.


El cuarto fui yo. Obvio que elegí que me cogiera de parado. Es mi posición favorita. El pendejo daba claras muestras de agotamiento pero la verga seguía dura como un mástil. Para controlar la eyaculación, me la metió despacio y, una vez que llegó al fondo, se quedó allí un brevísimo instante. Luego empezó a mover la cadera en redondo y, dentro de mí, la poronga pareció triplicar su tamaño. Eso estuvo espectacular. Uno de los trucos más cachondos del sexo anal y, a la vez, uno de los menos utilizados. Los dos estábamos hechos un horror de sudores y los tres minutos se me hicieron muy cortos. Luego de poner mi nota, me consolé con Juaco hasta acabar.


Hasta aquí marchaba todo perfecto. Maxi estaba resistiendo como un verdadero profesional. Sin embargo, le faltaba la prueba de fuego: darle al culo de Sony. No por nada lo habíamos dejado para lo último. Como dije en alguna oportunidad: el culo de Sony te devora y te exprime como si tuviera vida propia.

Con una malicia poco frecuente en él, Sony se puso de espaldas sobre la alfombra y levantó las piernas hasta que pudo pasar sus brazos por debajo de ellas. Estaba más abierto que nunca. Maxi lo miró con deseo.

- Metémela con todo -le ordenó Sony.

Y el pendex obedeció. La pija entró sin problemas y empezaron a sentirse los chup-chup de cada embestida, acompañados por los jadeos de ambos que, desde el principio estuvieron al borde del fin. La carita de Maxi evidenciaba el esfuerzo que estaba haciendo para concentrarse en el control. Verlo era casi doloroso. En cambio, el rostro de Sony, además de placer, mostraba un propósito evidente: frustrar la victoria del pendejo. Se mantuvo pasivamente quieto esperando el momento justo. Y cuando lo creyó conveniente, su esfinter cobró vida en una contracción sorprendente. Maxi se dio cuenta de que le estaba estrangulando la verga y de que ese estrangulamiento le generaba un placer peligroso. Astutamente, penetró a fondo, con la idea de que la estimulación no actuara sobre la zona más sensible de su pene. Allí volvió a mover las caderas en círculos, provocando en Sony la misma sensación con que me había llevado casi al orgasmo. Fue entonces, a menos de un minuto del triunfo, cuando cometió el error fatal que fue aprovechado perfectamente por Sony. Hizo un movimiento involuntario y la verga se deslizó hacia afuera. Sony estiró entonces las piernas y contrajo el culo para, de inmediato, impedir que la pija volviera a penetrar profundo. Un gemido de inconfundible placer anunció el orgasmo del pendejo. El grito visceral lo dio por hecho. Entonces sí, Sony lo dejó entrar nuevamente hasta el fondo, pero ya estaba todo hecho y él mismo se permitió eyacular. Con tanta intensidad que los primeros chorros de leche terminaron en el pelo de Maxi. Mi propio orgasmo y el de Juaco fueron un eco del de ellos dos.


Aquella clase práctica fue una experiencia extraordinaria para todos. Había quedado demostrado que el culo de Sony era el culo dominante, juas, pero de todos modos le puso el 10 que el pendex merecía. Promedio general: 8,4. Nada mal para un principiante.

Luego vinieron las bananas del postre.

¿Qué nota creen ustedes que habrían obtenido en un exámen similar?