miércoles, 28 de mayo de 2008

Universo de caricias (2da parte)

"Hoy preferiría que fuera de a dos" había dicho. Y en ese momento supe que así debía ser, que Fede no es de los que entran rápidamente en el reviente. Pero no por prejuicio ni por caretaje, sino porque no es su estilo. Es que Fede da la imagen del chico sencillo y recatado, de esos que no encajan en el ambiente fiestero. Sin embargo, "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida", ya que su desempeño a la hora de los bifes rozó felizmente la excelencia.

Mientras Juaco y Sony dormían plácidamente en mi habitación, nosotros nos encerramos en el cuartito de servicio. Lo aprisioné contra la puerta y volví a comerle la boca con ánimos de cobrarme la retroactividad de un año de deseo insatisfecho. Sus labios seguían siendo una dulzura y el beso (aunque apasionado) no careció de esa extraña ternura que ya nos había erizado la piel minutos antes, en la sala. Fede rodeó mi cuello con sus brazos y mis manos se deslizaron bajo la tela de la bermuda color caqui. Mi verga, libre y dura, se aprisionaba contra el bulto de la entepierna de Fede. Todo el ambiente se perfumó de sudor. Beso tras beso (¿o acaso fue solo uno enloquecidamente prolongado?), nos recorrimos piel a piel y las prendas que todavía portaba fueron desapareciendo por encanto. Cuando su culo quedó liberado de la prisión de la tela y cayó presa de mis palmas exploradoras, experimenté la maravillosa sensación de poder tocar el cielo con las manos. Suavidad y turgencia en contraste con la rigidez y la oscura pelambre de sus muslos. Dos geografías lindantes que me desconcertaban y me alimentaban el morbo. En ese aspecto, mi sentido del tacto es sumamente curioso y no me privé del placer de explorar sus nalgas con detenimiento y un interés casi científico. El calor era notorio y, por el surco que separaba esos mundos delicados donde yo buscaba perderme, se deslizaba una senda de sudor que me insitaba a no detener mis investigaciones. Y cuando el deseo llegó al extremo, me dejé caer de rodillas ante él y le comí la verga sin dilaciones, al tiempo que mis dedos abrían el paraíso en su trasero.

La verga de Federico merece párrafo aparte. No es enorme (debo aclararlo) pero tiene una forma llamativa que puede engañar al más experto. Es más delgada en la base y se ensancha hacia el glande, todo a lo largo de unos dieciocho centímetros que parecen más de veinte gracias a la ilusión óptica. Me llenó la boca con gusto para ambos y mi garganta pudo adecuarse a su calibre. Instintivamente comenzó a mover la pelvis con vaivenes hacia delante. A la insolente invasión de mis dedos, él mismo agregó la autoestimulación de sus tetillas, que el goce abigarraba con fiereza. Era un deleite chuparle la pija. Era un deleite hurgar en su culo. Era un deleite percibir el suave aroma de su pubis. Era un deleite oirlo gemir. Era un deleite ver cómo sus manos acariciaban su propio cuerpo con la misma delicadeza con que me habían acariciado a mí.

Mi cuerpo era una brasa y mi poronga estaba tan pero tan sensible que no me animaba a rozarla siquiera para no acabar. Normalmente, cuando estoy trabajando, una de mis tácticas básicas para "durar" es la de no masturbarme. Solo lo hago cuando el cliente me lo pide y, aun así, tomo mis recaudos para no malograr la sesión. Con Fede se me estaba haciendo dificultoso. Incluso sin tocarme, dentro de mi verga había una revolución láctea que bregaba por estallar. Para evitarlo, opté por pasar al turno siguiente. Todo coincidió con su pedido:

- Hace tiempo que sueño con que me penetres...

Y como yo no soy de los que niegan cierto tipo de satisfacciones, lo invité a girar sobre sus talones, a apoyarse con ambas manos contra la puerta y a levantar los glúteos hacia mí para que yo pudiera preparar el terreno para la penetración.

Mi lengua fue sutil. Poco a poco fue deslizando su tibieza a lo largo de la hendidura y en verdad el clima parecía otro, muy diferente al de unos minutos atrás. Todo mi cuerpo me pedía a gritos que lo cogiera de una bendita vez. El deseo era incontenible y mi lengua lo traducía en lamidas profundas e impertinentes.

- Esto es algo que nunca había imaginado... -gemía Federico y su voz daba señas de que no mentía en absoluto. Su voz y su esfínter, que a cada lamida se contraía con fuerza para dilatarse de inmediato y esperar la siguiente.

Paulatinamente, nuestros respectivos goces fueron creciendo más y más en intensidad y perdiendo el recato. Mis jadeos eran casi bramidos. Sus "¡más!", sus "¡así!", sus "¡por dios!", que al principio eran tímidos susurros, se habían transformado en indisimulables requerimientos de perra en celo. Una verdadera sorpresa para mí, que siempre lo había tenido por un chico más bien tímido y casi reprimido.

Transcurridos unos minutos, me miró fijamente a los ojos y, sin decir palabra, me rogó que lo cogiera. ¿Cómo no responder a su solicitud? El culo estaba por demás ensalivado y mi verga más que turgente. Él mismo abrió el sobrecito del preservativo y, arrodillándose para darle la última lamida a mi pene antes de que lo sumergiera en su trasero, me lo colocó con pericia. Luego de verificar el derecho y el revés sobre sus dedos, lo colocó sobre el glande, retorció la punta del condón con una mano y, con la otra, lo desenrolló hasta la base de la pija; hecho lo cual, volvió a mirarme y se puso de pie para besarme otra vez y girarse contra la pared para dejarme hacer lo mío.

Mi ansiedad no se condecía con mi profesión. En ese momento yo era como esos artistas que aseguran no perder jamás el pánico escénico. No cabe duda de que, a lo largo de los últmos años, escenas como aquella eran frecuentes en mi vida. Sin embargo, ese día estaba nervioso y demasiado caliente como para actuar como el profesional que soy. Traté de ponérsela con suavidad pero creo que no lo hice muy bien. En todo caso, fue evidente su dolor, si bien no hizo alaraca ni me pidió que se la sacara. Al contrario, echó el culo hacia atrás y se ensartó más todavía. Yo lo tomé por la cintura y empecé a moverme. Lo besé en la nuca y en la espalda y pude darme cuenta de que se le ponía la piel de gallina ante cada caricia de mis labios y cada empellón de mi cadera. Ya habíamos perdido todo recato. Todo era sofocón, gritos y apretujones. Violencia y deseo al más puro estilo porno.

Apoyado con ambas manos contra la pared, en ningún momento Federico se había masturbado. De ahí que me sorprendiera ver la mancha blancuzca que bajaba entre las molduras de la puerta. Fede había eyaculado generosamente y yo me proponía a disfrutar de su culo lo más posible. Y ese "lo más posible" fueron no menos de cuarenta y cinco minutos durante los cuales el chico de la limpieza roció la puerta dos veces más. Yo lo seguí cuando mis fuerzas se agotaron y luego me desplomé sobre la cama tras sacarle la verga del culo. Él se echó a mi lado y me llenó de besos mientras, inesperadamente, una ovación nos llegó desde la sala: ¡aplausos acompañados por una burlona insistencia en que los dejáramos participar de la fiesta!

Como lo dije en un principio (y aún después de comprobar que su supuesta inocencia no era más que un señuelo), Federico no es de los que se prenden en el reviente y nada de lo que Sony o Juaco pudieron imaginar tuvo oportunidad de hacerse realidad. Fede y yo nos tendimos en la cama y nos abrazamos muy fuerte. Su cuerpo todavía temblaba entre mis brazos cuando recordé la conversación con Elías. ¡Tenía que preparar mi equipaje para el viaje a España! Tenía que pasar por la agencia de viajes y retirar los pasajes que Elías me enviaba desde Madrid. Tenía que ir a clases en la facultad y ¡por supuesto! tenía que estar atento al pedido especial que Elías me encargara. Todo eso en una misma tarde que ya daba comienzo.

- ¿Vas a escribir sobre esto en tu blog? -preguntó Fede.

- Si te molesta, no.

- ¡Para nada! Me va a encantar percibir la envidia de todos los que te leen y se pajean con tus historias. Y por primera vez voy a estar seguro de que lo que escribiste es verdad.

- Bueno... eso nunca se sabe. Quizá mi verdad no sea la tuya.

- No creo que suceda en este caso. Tardamos en decidirnos, pero esto de coger juntos fue tan bueno o mejor de lo que había imaginado. ¿Acaso vas a poner otra cosa?

Mi única respuesta fue una sonrisa.

- Además -continuó- los dos tenemos debilidad por las bananas. ¿Qué más se puede pedir?


sábado, 17 de mayo de 2008

Universo de caricias

Lunes veitiuno de abril. Nueve de la mañana en punto. Después de una noche agitada para mí, Federico golpeaba insistentemente a la puerta de mi habitación. Lo primero que pensé fue que tal vez mi vieja hubiera caído una vez más "de visita" como aquella mañana en que tuve todas las intenciones de arrojarla por el balcón. Por eso reaccioné de inmediato. De otro modo mis despertares suelen ser lentos y, de ser posible, procurando que nadie me dirija la palabra. Juaco y Sony dormían plácidamente, uno a cada lado, como si fueran dos nenitos de jardín. La noche anterior, ninguno de los tres había trabajado y mi último recuerdo conciente se remontaba a dos horas antes cuando, después de una espectacular sesión de sexo entre amigos, nos habíamos desplomado uno sobre el otro, ya sin energías ni para levantar un párpado. Daba pena despertarlos. Fede insistió con el llamado y quién sabe de dónde saqué fuerzas para saltar como un felino sobre Juaco sin que ninguno de los dos sufriera la menor molestia. En cuestión de segundos llegué a la puerta, la abrí y la cerré detrás de mí para no perturbarlos. Fede me miró asombrado y me entregó el teléfono.

- Un señor con acento español... Te llama... e insiste con que es muy importante.

Dicho esto, miró hacia abajo, abrió los ojos con picardía y se retiró abanicándose con una mano, como quien se acalora por la vergüenza. Recién entonces comprendí: con el apuro, había olvidado ponerme ropa.



- ¿Hola? -el corazón me bombeaba con fuerza porque intuía quién era ese señor de acento español.

- ¡Joder, tío! ¡Ya era hora! Te hablo desde Madrid y esta comunicación me está costando una fortuna ¡qué coño!

Efectivamente, era Elías. Después de siete meses de ausencia volvía a dar señales de vida. ¡Eso sí que era una buena noticia! No solo por el aspecto monetario (unos días con Elías suelen renovar mi guardarropas y permitirme el lujo de no tener que trabajar por dos o tres semanas) sino también por lo afectivo. Ya conté alguna vez que nuestra relación trasciende lo meramente comercial. Hablo de un profundo afecto mutuo que obra como un imán entre nosotros y nos impele a reencontrarnos cada tanto.

- ¿Estás libre esta semana? -preguntó.

Yo estaba tan aturdido que no podía afirmarlo con un ciento por ciento de seguridad, pero igualmente le dije que sí. Después vería qué hacer.

- Pues entonces prepara la maleta, niño, que te vienes pa' España mañana mismo y, de paso, me haces un gran favor...

Se me aflojaron las rodillas, me apoyé contra la puerta y me deslicé hasta el suelo con una estúpida sonrisa de colegiala ilusionada. Lo cual no deja de ser paradójico en mí, siempre tan celoso de mi independencia. ¿Quién era Elías para venir a decirme así, de buenas a primeras, lo que yo debía hacer? Je... Elías era (y es) Elías, la única persona a la que le perdono excesos semejantes.

Sin embargo, no estoy tan seguro de que sea el único. Si me pongo a pensar, es posible que llegue a la conclusión de que algo de eso hay en toda relación contractual. No voy a gimotear ni a hacerme la víctima pero todo aquel que tiene un negocio es, en cierta manera, esclavo de la clientela. Por aquello de que el cliente siempre tiene razón. Y en lo mío también funciona esa premisa. A grandes rasgos por lo menos. Yo brindo un servicio que pretendo de excelencia y mis clientes saben que valgo lo que pagan. No obstante, no se privan del derecho de exigir (por ejemplo) y es ahí cuando, muchas veces, se pone en juego mi capacidad de negociador. Cuando dos o más clientes reclaman atención personalizada al mismo tiempo, es necesario que yo ajuste mis prioridades y obre de manera tal que ninguno resulte defraudado. Tarea muy poco llevadera, les puedo asegurar. Pero en el caso de Elías todo se simplifica. Él sabe que siempre será mi prioridad y a menudo saca provecho de esa ventaja. Yo lo dejo hacer porque, al fin y al cabo, no solo es el que mejor paga sino también con el que más disfruto. En ningún caso se pone en el papel del director de cine porno ("levantá la pierna", "abrí más las cachas", "metémela más fuerte", "no acabes todavía", "llename de leche ahora", "ponete así o asá"... uf). Él fluye y deja fluir.



- ¿Debo interpretar esto como una insinuación?

La voz de Fede sonaba estridente y risueña. La comunicación con Elías ya había finalizado y yo me había quedado tirado en el suelo, recostado contra la puerta y con las piernas bien abiertas.

Por si no recuerdan, Federico trabaja en casa haciendo la limpieza desde hace más de un año, tiempo durante el cual compartimos muchas cosas salvo el sexo. Algo sumamente curioso en un hogar donde la sexualidad es tan concreta como el aire que se respira. Curioso es también el hecho de que, desde el primer día, sentí deseos de saber cómo se desempeñaba en la cama pero nunca me decidí a concretar una encamada. Si me preguntan la causa, tendría que confesar que la ignoro. Él es un bomboncito más que apetecible y siempre me quedó claro que no le soy indiferente. De hecho, a menudo hemos jugado (histeriqueado) con la idea de coger. Sin embargo, tal vez a causa de sus inexpertos diecinueve añitos, ninguno de los dos había dado el paso decisivo. ¿Era ese el momento?

Los pensamientos tienen la particularidad de ser fulminantes. Uno puede repasar toda su vida en cuestión de décimas de segundo y, mientras yo rememoraba nuestro último año, Fede permanecía frente a mí, mirándome con ojos golosos. Llevaba una camisa blanca que contrastaba con su piel aceitunada y unas bermudas color caqui que dejaban al descubierto sus piernas renegridas a fuerza de un vello abundante. Me miraba y me tendía la mano.

- ¿Necesitás ayuda para levantarte?

- Todo dependerá de cuánta ayuda quieras darme...

Tomé su mano y, para su sorpresa, en vez de intentar ponerme de pie, tiré con fuerza de él y lo hice caer sobre mí. Quedó en cuatro patas y su naricita respingada a milímetros de la mía. Entonces hice gala de mi más depurada sutileza:

- Vos y yo nunca cogimos ¿no?

Lejos de amedrentarse, Fede me sostuvo la mirada y recogió el guante:

- Todavía no.

Ya no había retorno. Acabábamos de trasponer la línea y, de allí en más, todo fue cuestión de piel, sudor y labios.



No se resistió cuando le comí la boca. Muy por el contrario, sus labios me succionaron con avidez pero sin perder cierto recato que tenía mucho que ver con la ternura. De algún modo logró arrodillarse sin despegarse de mi beso y sus manos avanzaron directamente sobre mi entrepierna tan expuesta. Fue un placer sentir sus manos por primera vez acariciando mis testículos. Lo hacía con tal suavidad que la verga se me puso dura al instante. En el silencio de la sala solo se oyó el roce de sus rodillas contra el suelo y mi suspiro. Era obvio que se trataba de un chico perspicaz porque percibió mi goce y allí permaneció para darme más. La yema de sus dedos se deslizaba con parsimonia sobre mi escroto. Luego pasaron a estimular con igual sutileza el perineo y todo mi cuerpo respondió con piel de gallina mientras nuestros labios no lograban separarse (ni daban muestras de querer hacerlo). Yo me dejaba manosear con total pasividad. Me fascina que me acaricien con delicadeza y él lo estaba haciendo tal como a mí me gusta. Incluso al abordar la verga mantuvo su estilo. Yo la tenía durísima y él (lejos de aferrarla y empezar a sacudirla como cualquier otro hubiera hecho) continuó con sus caricias y sus roces como quien teme rasgar las alas de una mariposa. Una verdadera caja de sorpresas Federico. Y yo que lo creía tan inocentón...

- Besás muy bien. -fue lo primero que atiné a decir estúpidamente cuando nuestros labios se dieron un respiro.

- Y eso es solo una muestra de lo que soy capaz de hacer con la boca. -me desafió.

- Exijo una demostración en vivo de todos los servicios disponibles.

No hubo más palabras durante un rato. Los labios de Federico se posaron sobre mi cuello y, con lamidas y mordiscos, dejaron una huella de placer en su lento divagar hacia la verga. Nadie hasta ese momento había despertado la lascivia de mis hombros. Su lengua fue capaz de detonar locura en mis pezones y luego halló moroso esparcimiento en la cuadriculada orografía de mi vientre. Entretanto, yo iba estirando mis brazos debajo de la camisa, inspeccionando como un ciego ese torso que nunca había visto pero sí alguna vez imaginado. Mis manos son expertas en esas comisiones y no encontraron inconvenientes cuando llegó el turno de desabrochar botones. La piel canela de sus hombros, de su pecho, de su espalda se abrió a mis ojos con una luminosidad tal que insitaba a la caricia, al roce detenido, al contacto comunicativo de un cuerpo contra otro cuerpo. Su nariz se detuvo largos segundos en la modelada espesura de mi pubis y finalmente llegó su boca hasta mi glande. Apenas un toque. La lengua de Federico saboreó sin timidez el jugo abundante que brotaba por mi uretra y después rodeó dulcemente la cabeza de mi pene con sus labios. Todo mi cuerpo se tensó y se puso en guardia. Sin embargo, eso no sería más que un mero adelanto.


- Vamos al cuartito. -me dijo entonces, indicándome con la mirada su incomodidad por la cercanía de Juaco y Sony, que dormían a unos pocos metros de nosotros, tras la puerta.

- ¿No te gustan las fiestitas?

- Hoy preferiría que fuera de a dos...

CONTINUARÁ...


martes, 6 de mayo de 2008

Resultados de la 12da Encuesta

Hola a todxs!!!!!!

Aquí me tienen una vez más actualizando con mucho esfuerzo. Es que uno se toma ciertas licencias y luego tiene que pagar las consecuencias, juas. Porque no se crean que mi vida es un jardín de rosas, eh. También tengo mis obligaciones y todo requiere de tiempo para que todo salga como es debido.

Hoy la idea es retomar el tema de las encuestas. La última, para ser más preciso.

Votaron 68 personas (¿qué les pasa, chicos, que están tan vagos para participar? juas) y la consigna era la siguiente:

12da Encuesta: Entre las siguientes opciones, ¿cuáles corresponden a síntomas de una infección de sífilis?
a) Orina oscura como la Coca Cola. 6 (8%)
b) Aparición de un chancro en la zona genital. 42 (61%)
c) En los varones, chorro de orina torcido. 2 (2%)
d) Aparición de verrugas en la zona genital. 22 (32%)
e) Fiebre. 12 (17%)
f) Decaimiento general. 14 (20%)

Y la gran ganadora ha sido la opción "b"!!!!!!!!!!!!!! Felicitaciones para las 42 personas que optaron por ella (el 61% de los participantes). La sífilis es una infección de transmisión sexual (ITS) provocada por la bacteria Treponema pallidum. A menudo se le ha llamado “la gran imitadora” porque muchos de sus signos y síntomas no pueden ser diferenciados de los de otras enfermedades.

En su fase primaria suele estar marcada por la aparición de una sola úlcera, llamada chancro (pero puede que aparezcan múltiples úlceras) y la inflamación de los ganglios linfáticos. El tiempo que transcurre entre la infección por sífilis y la aparición del primer síntoma puede variar de 10 a 90 días (con un promedio de 21 días). Por lo general, el chancro es firme, redondo, pequeño e indoloro. Aparece en el sitio por donde la sífilis entró al organismo, dura de 3 a 6 semanas y se cura sin tratamiento. Sin embargo, sin tratamiento, la infección progresa hasta pasar a la fase secundaria.

La fase secundaria se caracteriza por irritaciones en la piel y lesiones en las membranas mucosas. Esta fase suele comenzar con la aparición de una irritación en una o más áreas del cuerpo. Por lo general, la irritación no produce picazón y puede aparecer mientras se cura el chancro o varias semanas después de que el chancro se haya curado. La irritación característica de la sífilis secundaria puede tomar el aspecto de puntos rugosos, de color rojo o marrón rojizo, tanto en la palma de las manos como en la planta de los pies. Sin embargo, también pueden aparecer irritaciones de apariencia diferente en otras partes del cuerpo, que algunas veces se parecen a irritaciones provocadas por otras enfermedades. A veces, las irritaciones asociadas a la sífilis secundaria son tan leves que pasan desapercibidas. Además de las irritaciones, puede que se presenten otros síntomas durante la fase secundaria, que incluyen fiebre, inflamación de los ganglios, dolor de garganta, pérdida irregular del cabello, dolor de cabeza, pérdida de peso, dolores musculares y fatiga. Los signos y síntomas de la sífilis secundaria desaparecerán (con o sin tratamiento), pero si no es tratada la infección progresará hasta la fase terciaria.

La fase latente (escondida) de la sífilis comienza con la desaparición de los síntomas de la fase secundaria. Sin tratamiento, la persona infectada seguirá teniendo sífilis aun cuando no tenga ni signos ni síntomas; la infección permanece en el organismo. En la fase terciaria, aparecen nódulos duros llamados gomas sifilíticas que son muy destructivos y se acumulan en varios tejidos como huesos, piel, tejido nervioso, corazón y arterias. Las lesiones internas pueden aparecer muchos años más tarde. Entre los signos y síntomas de la fase terciaria de la sífilis se encuentran la dificultad para coordinar los movimientos musculares, parálisis, entumecimiento, ceguera gradual y demencia. Estas lesiones pueden ser lo suficientemente graves como para producir la muerte.

SIGNOS Y SÍNTOMAS
Muchas personas que tienen sífilis están libres de síntomas por años, pero enfrentan el riesgo de complicaciones si no reciben el tratamiento adecuado. Esta enfermedad puede presentar tres fases, según sea el grado de la infección.

TRANSMISIÓN
La sífilis pasa de una persona a otra a través del contacto directo con un chancro sifilítico. Los chancros aparecen principalmente en los genitales externos, la vagina, el ano o el recto. También pueden aparecer en los labios y en la boca. La transmisión de la bacteria ocurre durante las relaciones sexuales vaginales, anales u orales. Las mujeres embarazadas que tienen esta enfermedad pueden pasársela a los bebés que llevan en el vientre. La sífilis no se propaga por el contacto con inodoros, picaportes de puertas, piscinas, bañeras y jacuzzis ni por compartir ropa ni cubiertos. Puede suceder que los chancros pasen desapercibidos y por lo tanto, la transmisión se da principalmente a partir de personas que no saben que están infectadas.

La sífilis es extremadamente transmisible en las etapas primaria y secundaria.

SÍFILIS Y EMBARAZO
La bacteria de la sífilis puede infectar al bebé de una mujer durante el embarazo. Dependiendo de cuánto tiempo una mujer embarazada ha estado infectada, puede enfrentar un alto riesgo de tener un mortinato (bebé nacido muerto) o dar a luz un bebé que muere poco después de haber nacido. Un bebé infectado puede que nazca sin los signos y síntomas de la enfermedad. Sin embargo, si no es sometido a tratamiento de inmediato, el bebé puede presentar serios problemas al cabo de unas cuantas semanas. Si estos bebés no reciben tratamiento, pueden sufrir de retardo del desarrollo, convulsiones o morir.

SÍFILIS Y VIH
Los chancros producidos por la sífilis hacen que sea más fácil trasmitir y contraer la infección de VIH por vía sexual. Se calcula que el riesgo es de 2 a 5 veces más alto cuando está presente la sífilis.

Las ITS ulcerosas que producen chancros, úlceras o rupturas de la piel o de las mucosas, tales como la sífilis, rompen las barreras que protegen contra las infecciones. Las úlceras genitales producidas por la sífilis pueden sangrar fácilmente y cuando entran en contacto con la mucosa oral o rectal durante la relación sexual aumentan las probabilidades de infección y la susceptibilidad al VIH. Padecer de otras ITS es un importante factor que predispone a la posibilidad de contraer la infección por VIH.

TRATAMIENTO
La sífilis es fácil de curar en las primeras fases.

Si una persona ha tenido sífilis durante menos de un año, la enfermedad se curará con una sola inyección intramuscular de penicilina, que es un antibiótico. Incluso es posible que una persona se infecte y, creyendo tener una simple gripe, tome un antibiótico y se cure sin haberse enterado nunca de que estuvo infectado. De todos modos, esta es una situación poco usual que no justifica la falta de conculta a un facultativo.

Si una persona ha tenido sífilis por más de un año, necesitará de dosis adicionales.

Para las personas que son alérgicas a la penicilina, hay otros antibióticos disponibles para tratar la sífilis. La sífilis no puede curarse con remedios caseros ni con medicinas que se venden sin receta médica. El tratamiento matará la bacteria de la sífilis y evitará futuras lesiones, pero no remediará las lesiones ya ocasionadas.

El hecho de que una persona haya tenido sífilis una vez no la protege de tenerla de nuevo. Una persona puede seguir siendo susceptible a la reinfección aun cuando se haya curado con el tratamiento. Solamente las pruebas de laboratorio pueden confirmar si una persona tiene sífilis. Dado que los chancros sifilíticos pueden estar escondidos en la vagina, el recto o la boca, es probable que una persona no se entere de que su pareja sexual tiene sífilis.

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Bueno, espero que toda esta información pueda serles de ayuda. Sea como sea, espero que me lo cuenten, ya sea dejando comentario aquí o por correo (que , por cierto, cada vez esta más nutrido). Agradezco la repercusión del nuevo sitio de Amigos de Bananas en la Cama que ya cuenta con más de 400 miembros. Una locuera que me tomó totalmente por sorpresa. Sobre todo a raíz de la enorme heterogeneidad de nacionalidades. Se han inscripto chicos y chicas de toda Latinoamérica y también de muchos países de Europa. Allí trataré de concentrar las fotografías y los videos puerquitos que suelo incluir en este blog. Pero tiene la ventaja de que también ustedes podrán participar con sus aportes, además de sus comentarios y opiniones.

Antes de irme les dejo un videíto para que se diviertan y se toquen como a mí me gusta. La próxima entrada será un relato de lo que he estado haciendo en las últimas semanitas del otro lado del charco.

Ahora disfruten del video, que estos tres están para el reviente, juas


Encontrá más videos como éste en Amigos de Bananas en la Cama


Pikitos para todxas.

ZekY's