jueves, 20 de marzo de 2008

Sexo sin rostro


No es que esto se vaya a transformar en un sitio de relatos por pedido pero, días atrás, en un simpático mail, un eufórico jamaiquino que reside en las gélidas latitudes de Reykjavík, llamado Germán, cómo fue la primera vez que cobré por sexo. Y en realidad, esa es una historia que casi había olvidado hasta el momento en que Germán me la trajo a la memoria. Aunque, a decir verdad, la que me vino a la mente no fue la historia de la primera vez que cobré sino la de la primera vez que me pagaron por sexo, lo que (al decir de Silvio Rodríguez) "no es lo mismo pero es igual". Supongo que a Germán no le importará demasiado la sutileza.

Fue en abril de 2003. Hacía año y medio que Chupete había escapado en helicóptero de la Casa Rosada (en aquella tarde luctuosa en la que, además, yo debutaba sexualmente) y el país seguía en crisis sin saber qué rumbo tomar. Incluso mi vieja (que suele vivir en una burbuja de detergente en lo que a cuestiones sociales y políticas se refiere) tuvo un día de furia cuando se avivó de que aquello de "el que puso dólares recibirá dólares" era todo verso. Afortunadamente, los cheques de mi viejo seguían llegando con puntualidad y, en mi casa, la crisis era algo que se miraba por televisión, horrorizándonos por el hambre de nuestros compatriotas, junto a la heladera rebozante de comida. En lo más personal, las penurias económicas de algunas familias conocidas me había dado libre acceso a más de una bragueta. Pero esa historia la contaré en otro momento.

Desde aquel 20 de diciembre de 2001 hasta abril de 2003 habían sucedido muchísimas cosa en mi vida. ¡Todas relacionadas con el sexo! juas. Como recordarán, había conocido a Benjamín y a Esteban, con los que me dejaba coger en el cuartito del fondo del ciber a cambio de horas gratis en Internet (esto también debería considerarse como pago por sexo, pero supongo que Germán se refería exclusivamente al pago en efectivo ¿no es así Germán?). En ese año y medio conocí infinidad de chicos en el chat, algunos de los cuales pudieron reunirse en persona conmigo (para coger, por supuesto). También me comí algunos chicos del colegio e incursioné por primera vez en el sexo interetario (que me comí también algunos viejos, bah). Este fue el caso que trato de narrar en esta ocasión.

Un viernes por la noche en la que Benjamín y Esteban no estaban muy inspirados para culearme con el entusiasmo acostumbrado, me contacté con un tal Luis de Buenos Aires. Se trataba supuestamente de un pendejo de 17 que tenía lugar. La comunicación estuvo más que caliente y quedamos en encontrarnos al día siguiente, en la plazoleta del Obelisco. En Buenos Aires.


Es importante saber que yo no había sido hasta ese día un gran aventurero experimentado en viajar fuera de La Plata. Apenas si conocía algún barrio de Ensenada. Aquel sábado representó la primera vez que viajaba a Buenos Aires sin el acompañamiento de mi madre.

A pesar de los miedos propios de tal situación, no tuve demasiado problema para ubicarme en la gran ciudad. Encontré el Obelisco con relativa facilidad y allí me senté a esperar la llegada de Luis. Pero como suele suceder en este tipo de citas a ciegas, Luis nunca apareció. ¿Les pasó alguna vez algo así? Es muy descorazonador.

Después de más de una hora de esperar en vano, me decidí a dar una vuelta por los alrededores, fascinado por la grandiosidad de la capital. Era una tarde soleada y cálida, ideal para la caminata. Pero claro que mi destino tiene un solo norte y, al doblar por la calle Suipacha, descubrí al que sería mi lugar de trabajo durante los próximos seis meses: un cine porno. En un primer momento dudé... Yo era menor de edad y en teoría no debería haber podido entrar. No obstante, nadie me preguntó la edad. Pagué entonces la entrada y entré sin mayores inconvenientes.

Era un establecimiento muy grande. Un enorme hall y tres salas, dos de las cuales estaban dedicadas al cine gay. Con bastante nerviosismo ante lo desconocido ya que era la primera vez que asistía a un cine porno, entré en una de las salas y lo primero que vi fue... NADA... No podía ver nada, salvo la gran pantalla en la que un rubiecito veinteañero era salvajemente ensartado por un negro cuarentón y corpulento que la tenía como un burro. Como dije, yo no podía ver nada pero evidentemente los que ya estaban dentro de la sala sí. Porque antes de que mis pupilas pudieran adaptarse a la oscuridad, un par de manos ya me estaban palpando el culo. Me tomaron de sorpresa pero fue una grata bienvenida. Curiosamente, el poseedor de esas manos (supongo que ambas pertenecían a la misma persona) se contentó con solo un tanteo simple y desapareció en la negrura, dejándome con las ganas de ver el porte de mi furtivo admirador... Aunque, ahora que recapacito, es posible que yo no fuera de su agrado y por eso se fue tan rápidamente. Puede que yo fuera demasiado jovencito o demasiado flaquito para su gusto. En la diversidad está la gracia y es un prejuicio el pensar que todos los gays gustan de los adolescentes duritos y carilindos. Fuere como fuere, el tipo desapareció y yo me quedé quietito, sin animarme a dar un paso hasta no poder reconocer el entorno.

Poco a poco, a medida que los gritos del rubiecito de la peli se transformaban en gemiditos de placer (se notaba que el ano se le iba dilatando y adaptando al grueso calibre del negro), fueron cobrando entidad las primeras filas de asientos, el corredor central de la sala y un par de espectadores distribuídos aisladamente en las butacas. A los pocos minutos, ya era capaz de distinguir a la veintena de hombres que me rodeaban. Todos estaban de pie contra la pared del fondo de la sala. La mayoría estaba solo, aunque dos o tres parejas se besaban y manoseaban, rompiendo la monotonía. Yo estaba al borde del ataque de pánico. Ninguno de los que me miraban con avidez me inspiraba alguna confianza, mucho menos calentura. Dos de los que estaban más cerca de mí por la izquierda debían tener, al menos, sesenta años. Del otro lado, dos cuarentones con cara de laucha no me sacaban los ojos de encima y, mas allá, un pelilargo de barba se pajeaba sin inhibiciones a la vista de todos.

Permanecí mucho tiempo parado en el mismo lugar, mirando la pantalla pero sin ver la película. Me sentía inseguro e inquieto. Aquel era un lugar extraño y había ingresado en él básicamente en respuesta a un impulso primario. Cuando pude racionalizar eso que me estaba sucediendo, lentamente me fui acercando a la pared. Me uní al rebaño.

En tanto, el rubiecito seguía gozando. Era una película de las viejas. La imagen no era muy nítida pero se veía muy bien que el vergón del negro entraba sin dificultad. Recordé a Benja, quien (entre toos los que me habían curtido hasta el momento) era el más vergudo. El negro, sin embargo, le ganaba por varios centímetros. Tanto en largo como en ancho. El rubiecito seguía gimoteando pero ya con una sonrisita en los labios. Sentí envidia de su capacidad anal. No pensaba que yo fuera capaz de comerme una tranca semejante. Los años me demostrarían cuán equivocado estaba, juas.

Pensamiento va, pensamiento viene, los miedos y recelos fueron desapareciendo y una nueva mano exploradora hizo su entrada en escena. "¿Para qué estamos acá?" me pregunté en un inoportuno momento de inspiración filosófica. Traté de relajarme y de aprovechar lo que el destino ponía a mi alcance. Cerré los ojos y me dejé fluir.


Esta vez se trataba de una mano con notoria experiencia. Avanzaba lentamente. Se acercó por el lado de mi nalga derecha y tanteó con prudencia. Yo llevaba un pantalón de hilo y estoy seguro de que él supo apreciarlo. Presionaba con suavidad. Sus dedos se internaron sutilmente en mi raja y yo me impuse no abrir los ojos para no romper la magia del momento. Esa mano indiscreta me estaba dando verdadero placer... Luego se deslizó hacia la delantera y me acaricio la pija parada a través de la tela. Se sentía genial. Comenzó a sobármela con delicadeza y muy pronto estuvo dura como roca. Puesto que yo no oponía resistencia, el dueño de la mano se acercó más a mí. Pude sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Y también sus dos manos, por delante y por detrás. Seguí empeñado en no mirar. Las manos sabían muy bien lo que hacían. Iniciaron un recorrido lento y sabroso a lo largo de mi cuerpo, acariciando y sobando en la medida justa, incursionando por debajo de la remera para hacerme sentir su suavidad y su calor, bajando el cierre del pantalón para disfrutar de la húmeda turgencia de mi bóxer... Jamás nadie me había tocado de ese modo. Era más que placer lo que me transmitía. Era deseo, abandono, entrega. El cuerpo se deslizó por detrás de mí y me abrazó con fuerza pero delicadeza a la vez. Sentí su verga tiesa contra mis nalgas y su boca húmeda en mi nuca. Yo me dejé hacer. Una de las manos se coló por debajo de mi bóxer y me agarró la pija con suavidad para guiarla hacia el exterior y acariciarla sin prisa. Mi boca dejó escapar un gemido y su verga tuvo un pequeño estertor. Sus manos me quitaron la remera y la dejaron en el suelo, a un costado. Siguieron acariciando mi pecho, pellizcando suavemente mis tetillas duras y puntiagudas, deslizándose como un suspiro a lo largo de mi vientre... Luego su cuerpo se movió y se puso frente a mí (mis ojos permanecían cerrados). Su lengua jugueteó un poco con mis tetillas y después fue subiendo pausadamente por el pecho, por el cuello... hasta llegar a mi boca, que la recibió con gusto entre sus labios justo en el momento en que los brazos convertían ambos cuerpos en uno solo. Fue un beso largo y profundo. Placentero. Impactante. Quise más y se me dio más. La boca descendió luego hasta mi entrepierna y, sin que yo pudiera darme cuenta cómo, se tragó mi verga erecta y me metió un dedo ensalivado en el culo, todo en una misma maniobra. Me dolió peo más que nada me sorprendió y me gustó. Comenzó entonces una mamada sin precedentes hasta entonces para mí. Dentro de mi desesperación por gozar más y más, tuve la suficiente conciencia como para tomar conciencia de lo que esos labios y esa lengua me estaban haciendo, de modo de poder reeditar las técnicas en el futuro.


Entonces llegó otro cuerpo, con otras manos, otras bocas y otra pija, que recorrieron los lugares que antes había recorrido el que seguía prendido a mi verga como si en ello le fuera la vida. Pude darme cuenta de que ninguno de los dos era joven. Pero eso no me interesaba cuando me estaban dando tanto placer con sus lamidas y sus caricias. El primero siguió chupándomela y el segundo se escurrió por detrás de mí, se bajó los pantalones y me puso la verga entre las nalgas. Era gruesa. No la vi pero mi culo era muy criterioso si de pijas se trataba. Enseguida escuché una voz ronca que me preguntaba "¿Te dejás?" sin mayores explicaciones. A pesar de mi excitación, pude intuír a qué se refería y le respondí que sí con la cabeza. "Pero solo si tenés forro" le aclaré al instante, haciéndome eco de las insistentes recomendaciones de Esteban.



De ahí en más, todo fue vertiginoso. Sentí el glande aprisionado por un aro gelatinoso que pretendía estrangularlo dulcemente.Luego unos labios que recorrían el tronco de arriba a abajo. Y en el mismo momento, la verga del de atrás hizo su entrada triunfal en mi trasero. Era aun más gruesa de lo que yo había supuesto y me provocó un fuerte ardor. Pero solo la primera vez. Mi esfínter se amoldó sin dificultad y acompañó las idas y venidas con sobrada maestría. Pude imaginar las caras los que nos rodeaban sin animarse a participar, haciéndose la paja y envidiando la suerte de los pocos capaces de dar rienda suelta a sus fantasías. Y mientras todo mi cuerpo se sacudía con las enculadas salvajes del segundo, el primero me lamía los testículos y me llenaba de más y más caricias. Creo que perdí conciencia de tiempo y espacio... hasta que el segundo empezó a gruñir de gozo a mi espalda y me clavó hasta el fondo, abriendo mis nalgas con las manos para que la unión fuera perfecta. Fue así como se detuvo y, resoplando sobre mi hombro, se retiró de mí culo y de mi vida. Entonces, el primero se puso de pie, me hizo girar sobre mi eje, apoyar las manos contra la pared y, sin más ni más, me cogió de maravillas.

Lástima que duró poco. Se ve que el tipo estaba recaliente y no pudo aguantar más que unos pocos minutos. Cuando acabó, echó su cuerpo sobre el mío y, por un instante, pensé que se había muerto. ¡Qué susto me di! Cuando se empezó a mover de nuevo me volvió el alma al cuerpo para volver a sobresaltarme ante la conciencia de un descuido bastante más preocupante para mí: recién entonces me daba cuenta de que no había verificado que el primero tuviera preservativo cuando me la metió. Afortunadamente sí lo tenía. Me lo mostró sonriendo cuando me di vuelta, pálido y con el pecho desbocado. "No te asustes que tenía forro" me dijo, sosteniendo el condón ante mis ojos, con el líquido abultando el extremo inferior. Respiré aliviado y me recosté contre la pared, mirando al techo, para reponerme del cagazo. El primero se acomodó la ropa y, cuando estuvo listo, me besó otra vez en el cuello con la misma ternura con que se besa a un amor. Finalmente, puso algo en mi mano, me beso por última vez en la boca y se fue rápidamente diciendo: "Tomá esto. Estuviste muy bien". Eran cincuenta pesos.

A mi alrededor, tal como lo sospechaba, una decena de tipos me miraban y se pajeaban. En la pantalla, al rubiecito se lo estaban cogiendo otros dos pendejos y el negro ya no participaba de la escena. A él lo recuerdo todavía como si lo que relato hubiera sucedido esta mañana. A los dos señores que me cogieron jamás les vi la cara.



viernes, 14 de marzo de 2008

Usá forro SIEMPRE


Se terminó la 10ma encuesta y los resultados me dejaron bastante asombrado.

La consigna decía: Según tu criterio e información, ¿cuáles de las siguientes situaciones pueden transmitir el virus del VIH? y las respuestas me dejaron con la boca abierta, juas. Por una parte porque votaron 170 personas, superando todos los récords de votación desde que inicié este nuevo método de comunicación. Por otra parte, porque me di cuenta de que hace falta que hablemos mucho más sobre VIH/Sida.

La primera opción apostaba a las relaciones sexuales sin preservativo. Felizmente el 97% de los participantes supo que las relaciones sexuales sin preservativo pueden transmitir el VIH. ¿En qué estaría pensando ese 3% que no?

La opción "b" fue elegida por el 15% de los votantes y debo decirles que estaban equivocados. La picadura de un mosquito no puede transmitir el VIH. Este virus no sobrevive más que unos minutos fuera del cuerpo humano y es imposible que se transmita a través de un insecto.

Esas 59 personas que pensaron que lamer el culo de una persona infectada (opción "c") puede transmitir el VIH también estaban erradas. Salvo el más que fantasioso caso en que uno se pusiera a lamer un culo sangrante, no hay posibilidades de contraer el VIH a través de un beso negro. Las infecciones que sí se pueden contraer son las hepatitis B o C, la sífilis, la gonorrea, el HPV, etc. Pero no VIH puesto que este microorganismo no está presente en la materia fecal.

Pasemos a la opción "d": compartir canutos entre los usuarios de cocaína. Tristemente, solo el 35% de los votantes creyeron que esta era una opción válida. Craso error. Cuando se utilizan canutos para ingerir cocaína no es poco probable que se produzcan minúsculas heridas en la zona interior de la nariz, las cuales sangrarán aunque fuera imperceptiblemente. Si la persona que está utilizando el canuto se lo transfiere en el momento a otra persona para que también aspire el polvito, se corre un alto riesgo de transmisión del VIH, ya que el canuto contendrá diminutas gotas de sangre infectada que tendrán la oportunidad de ingresar en el organismo del otro individuo a través de las nuevas heridas que el mismo canuto provoque en el interior de la otra nariz.

Como ni siquiera yo soy perfecto (juas), las opciones "e" y "g" salieron repetidas y nadie me lo reclamó. Incluso es gracioso que, siendo la misma opción, no hayan recibido la misma cantidad de votos (34% para la "e" y 62% para la "g"). Pero lo más importante en este caso es que lavarse los dientes con el cepillo de un infectado no transmite el VIH. La razón es la misma que expliqué en la opción "b" (la del mosquito): el VIH no sobrevive fuera del organismo humano y, si uno se cepilla los dientes con el cepillo de un infectado, no hay riesgo de contraer el virus, por más que las encías del infectado hubieran sangrado durante el cepillado. Al quedar la sangre fuera del cuerpo humano, el virus muere.

La opción "f" hacía alusión a una práctica que la mayoría de los visitantes de esta página descartan por desagradable, juas. Pero de todos modos es bueno saber que, si una mujer infectada está amamantando, puede transmitir el virus a través de la leche. En este caso, riesgo para las chicas lesbianas y para los señores pakis que gustan de chuparles las tetas a sus compañeras. Téngalo en cuenta ese 62% que no votó por esta posibilidad.

Llegamos a la opción "h": que te practiquen sexo oral sin protección. Solo el 54% de los votantes creyó que esta práctica puede transmitir el VIH. Error nuevamente. Si la persona que chupa está infectada y tiene algún tipo de sangrado dentro de su boca (alguna llaga, por ejemplo) puede poner en contacto su sangre con el glande de su compañero y transmitirle el virus. Aclaremos que el glande es una mucosa que puede absorber el virus. En el caso en que se practique sexo oral sobre una vagina (¡dios me libre y guarde!) sucede lo mismo. En ambos casos el riesgo de transmisión es muy bajo, pero existe.

Finalmente, la opción "j" planteaba el caso de que una gota de sangre infectada entrara en contacto con tu piel. El 30% creyó que esta sería una situación de riesgo. Sin embargo, no es así. La piel no es una mucosa (tejido orgánico de gran absorción). De modo que, si la piel está sana, si no tiene heridas abiertas, no hay posibilidad de que el virus penetre por ella e ingrese al organismo.

Entre todos los libros que tengo en mi biblioteca, hay algunos muy interesantes que hablan de VIH-Sida de un modo muy simple y ameno. Voy a ver si puedo transcribirles algunos textos para que los lean y no se aburran con lecturas demasiado científicas. Lo importante es que querramos cuidarnos, luego que sepamos cómo hacerlo y también que tengamos los medios para ello. En próximos posteos (sin descuidar el perfil cachondo que ha caracterizado a este blog, por supuesto) trataré de acercarles algunos de esos textos.

Lo importante es que todos tengamos en claro que el único método seguro para prevenir el VIH y otras infecciones de transmisión sexual es el preservativo.


Y con ese mismo espíritu, aquí les dejo un video de los dos Brent que más me gustan. Estos pendejos sí que cogen lindo.

Y no se olviden de visitar las galerías de fotos cuyos enlaces figuran al costado, así como también de visitar la sexxxión de CONTACTOS. Ya hubo dos valientes que se animaron a publicar. ¿Quiénes van a ser los próximos?

Acá va el video. Hasta la próxima.




Adiós a un petiso enorme



No era lindo, ni alto, ni sexy, ni joven, ni gay. Pero fue uno de los pocos (si no el único) de los tipos de la tele que me hacía reir con ganas. Nunca lo vi en persona y sé que, si se hubiera dado el caso, jamás le hubiera cobrado por un servicio. Los buenos momentos que me hizo pasar desde mi infancia ya fueron suficiente pago. Tal vez haya quien opine que hablar de su muerte en un blog de las características de "Bananas en la Cama" es irreverente pero él era irreverente. Tal vez haya quien opine que hablar de MUERTE en un blog de las características de "Bananas en la Cama" va en contra del espíritu siempre cachondo de esta página, pero a veces es necesario hacer un parate y mirar otras realidades. Hoy estoy bastante triste porque Jorge Guinzburg era como de mi familia, aunque nunca nos hayamos visto. Ayer se nos fue y lo voy a extrañar siempre.