viernes, 30 de noviembre de 2007

Videos para Luckitas y algo más

Ya pasó una semana desde que cumplimos las 100.000 visitas y ya hemos sumado 5.000 visita más!!!!!! La verdad que no lo puedo creer. Estoy realmente sorprendido. Les agradezco sinceramente a todos (y a todas porque también es sorprendente que hayas chicas abonadas a mis historias) por la constancia.

Pasando a otro tema, se terminó la Quinta Encuesta y los resultados fueron los siguientes:

Total de votos: 77 (andan medio flojos muchachos, ¿qué anda pasando? Con una mano votan y con la otra se pajean, juas).
Consigna: SI VAS EN UN TRANSPORTE PÚBLICO Y UN CHICO AGRADABLE TE GUIÑA UN OJO, ¿CÓMO REACCIONÁS?
a) ¿Lo mirás con cara de vieja chupacirios y le decís "Caballero, usted se ha confundido"? 2 votos (2%)
b) ¿Le guiñás el ojo vos también (o le sonreís solamente) y no le volvés a dar bola en todo el viaje? 31 votos (40%)
c) ¿Te bajás inmediatamente del vehículo, antes de que los demás pasajeros se den cuenta de que sos puto? 0 votos (0%)
d) ¿Te bajás inmediatamente del vehículo pero antes arrastrás al guacho con vos para llevartelo a un telo (motel)? 29 votos (37%)
e) ¿Te ubicás justo frente a él y lo empezás a franelear para tener sexo allí mismo entre la gente? 6 votos (7%)
f ) Otras... PERO EL QUE ELIJA ESTA TIENE LA OBLIGACIÓN MORAL DE DEJAR UN COMENTARIO EXPLICANDO POR QUÉ!!!!!! 9 votos (11%)

Notables los resultados!!!!! Desde el principio, la puja estuvo entre las opciones b y d, dentro de lo "cotidiano" podría decirse que eran opciones antagónicas. Yo hubiera preferido que ganase la d, pero bueno, todo no se puede. Lo lamento por los dos votos de la opción "a" pero, chicos, no les parece que ya es hora de asumirse, juas (lo digo en chiste, che). Por la misma razón celebro los 0 votos de la "c"!!!! Aplaudo a los 6 valientes que optaron por la "e" (siempre y cuando sea cierto que son capaces de hacerlo... me consta que los hay). En cuanto a la opción "f" (que siempre trae problemas) destaco la honestidad de GONZACABRE, que fue el único que fundamentó su voto. Lástima que no tenga blog como para poder hacer un enlace y que todos lo feliciten por su valentía, juas. Igual, los que gusten tienen mi blog para hacerlo. Me gustaron los resultados. Dia a día fui chequeando los resultados y me divertía imaginando cómo votaría cada uno de los "habitués" (sí, ya sé que me divierto barato, juas). Lo que no sé es si Luckitas emitió al final su voto o no. De no haberlo hecho, no sería merecedor de los videítos que le dedico al final.

SEXTA ENCUESTA:
Consigna: ¿CUÁNDO FUE LA ÚLTIMA VEZ QUE TUVISTE SEXO?
a) No tengo tanta memoria.
b) Creo que fue durante el presente año.
c) Yo, religiosamente, al menos uno a la semana.
d) En mi casa se coge por lo menos cada dos días.
e) Si tuviera que responder de manera manuscrita, me saldría la letra movida.
f) OTRA (para que me hagan rabiar no aclarando la elección).

Ojalá esta vez haya más votos (soy insaciable).


Ahora pasemos a los videos prometidos a Luckitas, que tiene que inspirarse para poder calentar a los pendejos que lo tienen loco y que le causan tantos desvelos (no se dejan como él quier,bah).

El primer video estoy segurísimo de que va a ser del agrado de Luckitas. Dos pendejos que se dan una cogida hermosa. El que hace de pasivo es medio lelo, pero se ve que está acostumbrado a este tipo de faenas, juas. El otro es una belleza. Ustedes dirán si están de acuerdo o no.



El segundo video es un poco más particular. Me recuerda tantos gratos momentos!!!! juas. Luckitas, miralo con atención. Sé que a vos te gustan más pendejos, pero imaginate el día en que tengas la suerte de que dos maduritos te enfiesten y te den placer por todos los agujeros, juas.



Bueno, espero que los hayan disfrutado. En estos días publico nuevo relato para que no se queden con las ganas de saber qué sucedió con Matías. Solo les adelanto que, efectivamente, pasó algo, juas.

Nos vemos!!!!!! Y no salpiquen los teclados!!!!!

viernes, 23 de noviembre de 2007

LLEGAMOS A LAS 100.000 VISITAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


No sé si se habrán dado cuenta pero en el día de hoy hemos llegado a las 100.000 visitas a este blog!!!!!!

Todo un hallazgo para mí. Los otros blogs que tuve antes apenas si eran leídos por una o dos personas. Se nota que el sexo vende, juas. Pero lo más sorprendente es el corto lapso en el que hemos logrado este verdadero hito (juas, agrandado el chabón): SOLO 7 MESES!!!!!!!

Bueno, en esta ocasión quiero levantar mi copa virtual con todos y todas ustedes y agradecerles por el cariño que me demuestran día a día a través de los comentarios, con el solo hecho de pasar por aquí o a través de los tantos mails que recibo a diario y me esfuerzo por responder. No quiero hacer nombres porque cualquier lista que pudiera hacer sería injustamente incompleta y cada uno/a de ustedes merece todo mi respeto y mi agradecimiento (me voy a poner a llorar, juas).

Y para seguir con el estilo que me caracteriza, los invito a disfrutar de este videíto que me ha gustado mucho. Que lo disfruten...



Ahora uno más cortito para los que etén apuraditos. Este chico es de los que brindan con leche, juas.



Y otra vez, MILLONES DE GRACIAS Y VOLVEMOS A BRINDAR EN LAS 200.000!!!!!!!!!

domingo, 18 de noviembre de 2007

Corazón dado vuelta


- Esta ciudad es muy traicionera para nosotros los provincianos: sin que te des cuenta, te seduce y te conquista. Es como una planta carnívora que te deslumbra con sus colores y, justo cuando te relajás y bajás la guardia, ¡zas!, te atrapa y te fagocita.

Así me dijo Eliseo no hace mucho.

Y me da bronca admitir que tiene razón. Él es un importante y camaleónico político mendocino (por ahora un radical K) que no goza en absoluto de mi compañía y con el cual mantengo una relación estrictamente comercial. Esto lo cuento para que vean (una vez más) que no todas son rosas en este metier de puto profesional. Económicamente el negocio funciona, pero a menudo tengo que comerme cada sapo...

La idea de Eliseo no está para nada lejos de la realidad. Buenos Aires es una ciudad sorprendente y creo que los porteños no son del todo conscientes de ello. En ese sentido, los que llegamos desde las provincias o desde otros países de Latinoamérica solemos tenerla más clara. Afrenta mortal para los oriundos de esta capital cosmopolita, que siempre se creen que se las saben todas.

Si bien yo me crié en La Plata (apenas a una hora en auto de aquí) la primera vez que vine a Buenos Aires ya etnía quince años. Vine con Marcos y casi nos llevan presos por exhibiiones obcenas en la Plaza San Martín. Pero esa historia me la reservo para otra oportunidad en la que no sepa qué postear. Desde aquella primera visita, supe que ésta era la ciudad en la que me quería radicar. Y todavía no me arrepiento de mi elección. Muy por el contrario, en los últimos años he podido viajar bastante por el mundo (Miami, San Francisco, New York, Madrid, Barcelona...) pero al cabo de una semana afuera ya empiezo a extrañar mi departamento, mis calles, mis amigos. A pesar de ser provinciano, tras un breve lapso de residencia en Buenos Aires, uno se transforma indefectiblemente en un porteño más, con todas las virtudes y los defectos pertinentes. Así es como solemos enredarnos en discusiones con otros provincianos (no residentes) que tienden a resaltar las lacras de la capital más de la cuenta.

Curiosamente, esa misma discusión suele plantearse entre los que habitamos la Ciudad Autónoma propiamente dicha (el municipio central que constituye lo que es estrictamente la Capital Federal, delimitada por la Av. General Paz) y los que viven en los municipios de la periferia, más conocidos en su conjunto con el nombre de Gran Buenos Aires. Ya es una frase hecha la que afirma que los porteños se piensan que la Argentina termina en la General Paz. De hecho, algo de razón hay en ella: los que vivimos de este lado de la "frontera" solemos ser rehacios a alejarnos del puerto para internarnos en ese mundo muchas veces desconocido conformado por los suburbios. ¿La razón? Pura ignorancia de nuestra parte, creo yo. Se ha implantado la idea de que el Gran Buenos Aires es inseguro, tierra de nadie, que está minado por la delincuencia y el mal vivir, como si en plena Capital no se robara o no se matara, tal cual sucede en todas las grandes urbes de nuestros días. Se me ocurre que esta estigmatización, injusta y discriminatoria, tiene sus raíces en el hecho de que las poblaciones que rodean a la Capital son, mayoritariamente, pobres. Y ya sabemos el espanto que esa condición suele producir en las clases burguesas o con aires de serlo.

Yo critico y critico, pero tampoco estoy excento de las generales de la ley. Lo pude constatar el día sábado de la semana pasada, cuando tuve que cruzar yo mismo la frontera. Paso a relatarles los hechos.


Desde mi ingreso a la universidad, hace ya dos años, no he cultivado verdaderas amistades entre mis compañeros de curso, pero etngo cierta confianza con algunos de ellos y cada tanto nos juntamos para estudiar en grupo. Sobre todo en épocas como ésta, en la que los exámenes y las presentaciones de trabajos y monografías no nos dan respiro. Como soy de los pocos que vive solo (bueno, casi solo ahora que Sony pasa gran parte de su tiempo en casa) y dispone de un espacio confortable para las reuniones, en general todos vienen a mi departamento donde es costumbre que nos amanezcamos comiendo, estudiando y cagándonos de la risa. Sin embargo, este fin de semana, a causa de un inconveniente de Marina, nos vimo sobligados a alterar la rutina.

Marina está casada con el Pancho y iene dos hijitos, Felipe y Santiago, de cinco y tres años respectivamente. Felipillo está con varicela y su mamá no se podía ausentar durante todo el día, de modo que por una elemental cuestión de compañerismo y solidaridad, todos estuvimos de acuerdo en trasladarnos hasta Moreno. Hasta le "far west".

Moreno es la localidad ubicada más al oeste del Gran Buenos Aires (para que se den una idea los que desconocen esta parte de la geografía mundial), al borde mismo de la zona urbana. Más allá, solo pampa y soledad, juas. La idea era reunirnos el sábado después del mediodía y darle duro hasta el domingo a la tarde: una verdadera maratón que incluía Literatura Argentina I Literatura Española I y Lingüística, además de un somero repaso de Gramática para que el pobre Gonza se la pueda sacar de encima de una buena vez.

Prejuiciosamente temeroso, opté por dejar el auto en el garage y viajar en tren como cualquier hijo de vecino. Jamás había estado en Moreno y ne dejé llevar por lo que los diarios cuentan de la zona. "Más vale prevenir que curar" pensé, Es que si le pasaba algo al auto me moría! Lo quiero más que a mi madre (imaginen aquí una risita burlona). ¡Uno nunca termina de conocerse! Siempre despotricando contra los que discriminan y la realidad, de pronto, me pone cara a cara con mis propios prejuicios. Para mi sorpresa, el viaje fue llevadero. Largo, eso sí (más de una hora arriba del tren). Fue como una aventura porque hacía años que no tomaba un transporte público. Por consejo de Juaco, tomé el tren en la estación de Once y así pude viajar sentado. ¡Un mundo de gente regresando a sus hogares después del laburo! Los vagones están un poco descuidados y hay muchos chicos mendigando o vendiendo baratijas, pero eso es algo que también puede verse en plena 9 de Julio.

La cuestión es que llegué sin inconvenientes. A la salida de la estación de Moreno tomé un taxi y, antes de las tres de la tarde, ya estaba haciéndole caballito a Santiaguito, que pegó una onda terrible conmigo. Siempre tengo ligue con los pendejos, juas.

Pasamos un fin de semana espectacular. Marina tiene una casa humilde pero muy cálida y espaciosa. Comimos hasta reventar. Estudiamos como si de veras fuéramos jóvenes responsables y hasta nos dimos el gusto de ver una película de Disney con los gurrumines de la casa. Mención especial para el asado que nos preparó el Pancho el domingo al mediodía, después del cual (a causa del poco descanso y del vinito tinto con el que nos vimos obligados a acompañarlo) ya no pudimos concentrarnos en los textos y dimos por culminado el cónclave. El único del grupo que tomaba el tren era yo, razón por la cual el Pancho me alcanzó hasta la estación en su camioneta. Una maravilla de tipo. Yo que tenía miedo de que fuera mataputos y resultó que ahora me quiere presentar a un compañero de trabajo.


Tomé el tren que salía a las seis. No había mucha gente en el vagón... Ehhhhh... Mejor dicho: NO VI A mucha gente en el vagón. Ni bien me senté, mi atención se centró en un chico de piel cobriza y mirada perturbadora. Tenía un rostro bonito pero esos ojazos no me permitían ver el conjunto. Él también se concentró en mí sin disimulos. Era una situación por lo menos bizarra: dos chicos en un vagón de tren que, poco a poco, se iba atestando de pasajeros, tirándose onda en forma descarada. En un momento, el flaco me guiña un ojo y me sonríe. Ni coro ni perezoso, le devuelvo la sonrisa. Yo no estaba en plan de levante pero el chico me gustaba.

Ante mi reacción espontánea y notando que el vagón ya estaba demasiado concurrido, el morocho se levantó de su asiento y se apresuró para sentarse a mi lado. Era alto (incluso más que yo) y muy sensual al caminar. Llevaba jeans, zapatillas, camisa blanca muy monona y una campera tejida muy bonita. En su hombro izquierdo llevaba una mochila negra. Tenía piernas largas y macizas y unas manos morenas y enormes, con dedos delicados y largos, muy derechitos y de uñas muy bien cuidadas. Se movió muy de prisa y no pude verle bien el trasero (elemento fundamental de la anatomía masculina). Para admirárselo con detenimiento tendría que esperar todavía algunas horas.

- Vos no sos de Moreno ¿no? -me preguntó sin mediar ni un hola.

Yo volvía a sonreir.

- ¿Se me nota mucho?

- Algo...

Viéndolo de cerca, ya no me parecía tan bonito, pero tampoco feo. De todas maneras, su mirada y su sonrisa seguían siendo cautivantes.

- ¿En qué se me nota?

- Te ves muy... muy...

- ¿Muy cheto?

Los dos nos reimos porque era cierto. Bastaba mirar un poco alrededor para darse cuenta de que yo era allí sapo de otro pozo. Sin embargo, él tampoco tenía un look acorde con el entorno. De cerca se veía que la camisa tenía un estilo muy gay y que se había delineado las pestañas.

- Es que después del laburo voy a ir a bailar... -me éxplicó y despùés aclaró con picardía- ... a Ameri-k.

Se llama Matías, trabaja en un call center y es muy simpático y elocuente. En el viaje hasta el centro me contó vida y obra, para espanto de una viejita que estaba sentada frente a nosotros y se espantó al oirnos hablar de túneles y petes como si tal cosa. Yo también le conté algunas cosas de mí, pero omití ponerlo al corriente del modo en que me gano la vida: no quise espantarlo también a él. Al menos no antes de pasarlo por las armas.

Antes de llegar a la estación de Caballito, intercambiamos números de celular y prometimos mantenernos en contacto.

Cuando llegué a casa, casi a las ocho, Sony ya había salido a yirar. Se ve que la temporada en casa le está sentando bien. Está más rellenito, ya se curó de las heridas del camionero e incluso lo convencí de comprarse ropa nueva. La semana pasada salimos de paseo y pasamos por el Alto Palermo. Volvimos cargados de paquetes y con nuevo peinado. El cambio de look le vino muy bien. ¡Con decir que ya no se porrea tanto!

Me preparé un café y me senté en el sillón de la sala a disfrutar del silencio y de la oscuridad. El aroma del café en esas circunstancias tiene una magia especial. Pero el encanto no duró mucho: al poco rato me llegó un mensaje de texto. Era Matías. "Querés ir a Améri-k conmigo esta noche?". Otro enfermo como yo que escribe mensajes sin faltas de ortografía ni abreviaturas ni abuso de la letra K. Punto a favor.

"Es un poco apresurado" pensé. "Recién lo conozco... Debería hacerme rogar un poco..." pero terminé aceptando antes de los cinco minutos. Me pasó la dirección del call donde trabaja y, a la una en punto, lo pasé a buscar con el auto.

No llevaba la misma ropa. Había cambiado la camisa por una remera sin mangas de color plateado y se había puesto pantalones negros de hilo con zapatos también negros. Supuse que la otra muda estaba en la mochila (que seguía colgando de su hombro izquierdo.

- ¡Guau! ¿Toda esa producción es para seducirme?

- ¿Producción? ¿Qué producción? Es la pilcha con la que voy al mercado.

Había buena química entre los dos. No era como estar con cualquier otro. Solo faltaba comprobar si ese feeling se daba también "en otros terrenos". Y como no soy un tipo vueltero, mi siguiente movida fue para averiguarlo.

- ¿Tenés muchas ganas de ir a Ameri-k? -le pregunté.

Él no dudó un instante.

- ¿A qué telo me vas a invitar?

¡Un diez en honestidad y otro en descaro! El pendejo me gustaba más y más. Terminamos en mi querido telo del Pasaje Tres Sargentos. Mejor dicho: empezamos. Habitación con hidromasaje. Después de un fin de semana tan agotador no había nada mejor que una sesión de sexo relajante. Cerramos la puerta del cuarto y empezó el show: el universo de los sentidos sería nuestro hasta el amanecer... y más allá.

Matías resultó ser un chico sensacional en todo sentido. Lo primero que hizo fue abrazarme y besarme con tanta ternura que casi dejo escapar una lágrima. ¡La piel se me erizó de la cabeza a los pies! Estoy más que habituado a transar así, de movida, pero esta vez fue tan diferente... ¿Cómo decirlo?... Sentí que me besaba... con cariño. Nuestros brazos se entrelazaron alrededor de nuestros cuerpos y, durante largo rato, nuestras energías se nutrieron mutuamente en una confusión de piel y de deseo. Luego improvisó una danza de seducción. Reguló las luces hasta dejar la habitación casi en penumbras y sintonizó unha música sensual en el equipo de audio. Me guió hasta tenderme en la cama y comenzó a moverse como una cobra encantada, despojándose de la ropa muy lentamente. Lo hacía tan bien, movía la pelvis con tal soltura, se acariciaba tan voluptuosamente que no pude menos que sospechar: tal vez fuera colega... Se quitó la camisa y dejó a la vista un torso que más de uno envidiaría. Para mi gusto, perfecto, sin exageraciones ni carencias. Quise ayudarlo y me lo impidió cariñosamente: "Esta noche el show lo hago yo" me dijo. Llevaba debajo del pantalón (que se quitó con inédita sutileza) un slip diminuto que insinuaba un paquete sugestivo. Algo que hacía juego seguramente con ese par de piernas de ensueño que maliciosamente no me dejaba acariciar.

Aunque parezca mentira, hasta ese momento todavía no había tenido oportunidad de mirarle bien el culo. Apenas se lo había palpado (a conciencia) mientras nos besábamos. La primera ocasión la tuve cuando empezó a hacer sentadillas sobre mi bulto al ritmo de la música de Evanescence. Cada vez que se agachaba y por breves segundos, podía ver sus nalgas como pera... aunque algún mecanismo de mi mente tan particular las asociaba con un corazón al revés. Matías sonreía y su sonrisa era muy bella. Su torso moreno era atractivo y sus piernas, una locura de excitantes. Sin embargo, yo solo tenía ojos para sus nalgas como un corazón invertido. ¡Y no podía tocarlas! Solo se me permitió hacerlo cuando (siempre al ritmo insinuante de la música) se sentó directamente sobre mi entrepierna. Pasó sus dos manos por debajo de mi remera y empezó a acariciarme de una manera infernal. Era un pulpo maravilloso ávido de piel.

- Si me dejara llevar, te arrancaría la ropa...

Lo miré a los ojos mientras seguía acariciándole las nalgas y supe que no mentía. Jamás había conocido a nadie que tuviera una mirada así. Y su perfume no ayudaba a la hora de sujetar las riendas del instinto.

- ¡Hacelo! -le ordené.

Y lo hizo.

Tomó la falda de mi remera con ambas manos y rasgó la tela sin dudar. Mi vientre y mi pecho se descubrieron a sus ojos y su lengua entró en acción cuando empezaba a sonar Aerosmith. Me recorrió por entero, desde la cintura hasta el cuello, una y otra vez. Sus manos inmovilizaban mis brazos con fuerza. Podía sentir la dureza y la humedad de su pene contra mi ombligo, escapando por sobre el borde el minúsculo slip. No podía verlo sin embargo, puesto que su torso se deslizaba sobre mi pecho como una serpiente. Solo puede ver su verga a tope cuando decidió deshacerse de mis pantalones. Tal como había imaginado, el pequeño slip ya no era capaz de contenerla y la pija se erguía rozagante, con la cabeza lustrosa y el tronco surcado de venas. No voy a mentir: en cuanto a longitud y grosor, era una poronga normal, pero su dureza y la leve curvatura hacia arriba la convertían en un "falo con actitud". Lo que Juaco suele denominar "una pija con vocación de servicio".

Ya completamente desnudos los dos, era de esperar que la acción fuerte comenzara de inmediato pero, por el contrario, Matías fue partidario de la mesura y del avance paso a paso. Arrodillado en el borde de la cama, se dedicó pacientemente a lamer y besar mis pies. Su lengua se deslizaba a lo largo del empeine y se colaba entre los dedos. Sostenía mi pie con una mano y me masturbaba con la otra. Su pija rozaba uno de mis muslos mientras (ahora sí!!!!!) yo admiraba la belleza de sus nalgas, las acariciaba y disfrutaba de su tersura y su firmeza. Me invadió el deseo irrefrenable de penetrarlo sin más dilaciones, aunque sabía que tendría que esperar, a menos que hiciera a un lado los buenos modales y diera rienda suelta a mis instintos vejatorios. Imaginé la escena y nuevos ratones se sumaron a la fiesta. Claro que no sería una tarea sencilla: el pendejo era un chico fuere y no parecía de los que gustan de someterse sumisamente. Por eso, ante la total certidumbre de que aquello no sucedería jamás, le pedí (¡le supliqué!) que me la chupara.

Y también lo hizo.

Como evidentemente era ya su costumbre, se tomó todo el tiempo del mundo. Primero utilizó la lengua deslizándola (sin pausa pero sin prisa) todo a lo largo de mi pierna hasta el nacimiento de mis testículos, contraídos de gozo. Jugueteó un rato con ellos y mi garganta se contraía al ritmo de sus lamidas, emitiendo serenos gemiditos como muestra de agradecimiento. En un momento, mim cuerpo se arqueó como si unos brazos enormes y potentes lo levantaran en vilo. Volví a implorar y la lengua extendió su estela de saliva hasta la punta del glande. Me estremecí y gemí otra vez. Con la punta de la lengua, Matías recogió las primeras gotitas que ya asomaban. La música ahora era de The Police y en el preciso instante en que estallaba el acorde final, mi amante moreno se tragaba mi verga de un solo bocado y sin previo aviso. ¡Fue una locura! Sentí la presión de su garganta en la base del glande. Su cabeza comenzó a subir y bajar, tragando y liberando mi falo al compás de una balada de Norah Jones. Su técnica era fabulosa. Algo nuevo que aprender. Este chico era una máquina de mamar y de veras que daba gusto sentirla en funcionamiento. Casi al borde de la demencia, le rogué que me dejara chupársela también.

Y lo hizo.



Deslizó su cuerpo como una culebra y se ubicó en la posición ideal para un sesenta y nueve sin perder el ritmo de la mamada. Como él es un poco más alto que yo, se me había ocurrido al conocerlo que un sesenta y nueve podía llegar a ser algo incómodo entre nosotros dos. Suele suceder, en estos casos,que el más alto de los dos tiene dificultades para comerse la verga de su compañero y tiene que esforzarse para quedar en la posición justa sin forzar la pija hacia abajo, pudiendo causarle dolor. Por fortuna, la diferencia de alturas entre nosotros se debía a la mayor longitud de sus pìernas (¡y qué piernas!) de manera que nada conspiró contra nuestro deleite. Nos mamamos a gusto y exploramos nuestras nalgas sin problemas. Pero llegó el instante en que tuve que decir basta: no era tiempo todavía de acabar.

Cuando recobré el control de mis sensaciones, la ecléctica selección musical daba paso a ¡Marilin Manson! Abracé a Matías con todas mis fuerzas y lo besé en la boca con toda la pasión que podía. Todo su cuerpo se abandonó entre mis brazos. El joven seguro y dominante cedía su lugar al muchachito frágil y sumiso. Lo besé infinitamente con desesperación, fuera de mí. Rodando nuestros cuerpos por toda la cama, se dejó lamer, morder y acariciar sin oponer resistencia. La música nos había transferido su energía demoníaca, la cual no nos abandonó tras el aullido final en el que Matías me suplicó que lo cogiera.

Y lo hice.




Él se echó sobre su vientre, yo me coloqué un preservativo, lo cubrí con mi cuerpo y su esfínter me recibió con calidez. Fue como hundir la verga en un médano de plumas, pero tibio y absorvente. Sin llegar al punto de racionalizarlo en ese momento, supe desde le primer instante que aquella sensación de ansia y placer infinito coincidía exactamente con mi idea de la felicidad y marcaba un antes y un después en ésta y en todas mis historias. Comencé a moverme dentro de él con una vehemencia difílmente contenida. Era todo tan maravilloso y extraño... Los movimientos y las técnicas eran los mismos que utilizo para dar placer a mis clientes. En cambio, nada de lo que yo hubiera experimentado con anterioridad se parecía a ese deseo de reir y de llorar al mismo tiempo.



Cuando terminamos, el cuerpo de Matías no podía dejar de temblar. Su corazón y el mío bombeaban con tal fuerza que los latidos podían verse a simple vista. Durante largo rato, unas pinzas espectrales en mi garganta me impidieron respirar con naturalidad.

- Fue la mejor cogida que me dieron en toda mi puta vida -declaró Matías luego de un largo silencio.

Contemplé su perfil y volví a verlo bonito, como en el primer momento, cuando nos encontramos en el tren... Tomé su mano y miré nuestras imágenes reflejadas en el espejo del techo sin decir palabra. Pasó mucho tiempo hasta que me atreviera a continuar con la idea que me machacaba la cabeza:

- ¿Y te cogieron muchos antes que yo?

Matías volvió a sonreir y también miró al espejo, directamente a mis ojos, tragó saliva y respondió:

- Bastantes.

Luego no hubo más preguntas. Nos metimos en la tina y encendimos el hidromasaje. ¡Una delicia! Volvimos a besarnos y a juguetear hasta que la excitación nos llevó una vez más a las puertas del sexo. Aunque los dos intuímos que sería mucho más que eso.

Casi al mediodía, me despertó el sonido del celular. Nos habíamos quedado dormidos después del cuarto polvo. El que me llamaba era Sony, que estaba preocupado porque no había llegado a casa y sabía que ese fin de semana no trabajaría. Matías también se despertó.

- Es mi hermana -le mentí.

En el auricular sentí el aullido de la voz de Sony.

- ¡Cómo que tu hermana!!!!!

- Está todo bien... Quedate tranquila. Después te cuento. Besos.

Y corté.

- Es una hinchapelotas -agregué sin necesidad y me sentí un poco incómodo. ¿Por qué le había mentido?

- No te quejes. -me respondió sonriendo una vez más- Si te cuida es porque te quiere. Dichoso de vos.

Su voz sonaba melancólica y estuve tentado de agrandar el engaño para que pareciera más creíble, pero por suerte me contuve.

Nos duchamos, nos vestimos y nos fuimos. Yo, con mi remera abierta al medio en la mano. Él, con una miradita tristona.

A pesar de sus protestas, lo llevé en el auto hasta Moreno y permanecimos en silencio casi todo el trayecto. No quiso que lo acercara hasta su casa y preferí no ionsistir para no parecer invasivo. Me detuve frente a la estación donde nos habíamos conocido.

- ¿Nos vamos a volver a ver? -me preguntó con timidez (o temor) antes de bajar del auto.

¿Quién podría saber la respuesta? En ese instante, yo no lo sabía (apenas si me permitía ser consciente de lo mucho que me gustaba estar con él). De todos modos, le aseguré que sí. Entonces volvió a sonreir y me abrazó con ternura. Apoyó su cabeza sobre mi hombro y me susurró al oído:

- No te espantes... pero me gustaría de verdad volver a verte.

Luego nos besamos sin pudor a la vista de todos.

Cuando lo vi cruzar la calle, su figura elástica y sensual me volvió a estremecer. Desde la vereda se dio vuelta hacia mí, se llevó el dedo índice a los labios y me envió un beso. Alguien gritó "putos" y él se perdió entre la gente.

A solas en el auto, me esforcé por poner mis pensamientos en orden y solo pude llegar a una conclusión: no había dudas de que nos íbamos a volver a encontrar.







miércoles, 14 de noviembre de 2007

Noche de Oso


Hoy tengo un día muy particular. Estoy en plena época de parciales y todo me está saliendo como la mierda. Ayer trabajé por la tarde. El cliente de turno fue un osito maravilloso. 24 años, muy parecido al que justamente hoy nos regaló el Gordi Gay en su blog. Pero el mío era más pijudo (bueno, habría que verlo a este con la verga parada).


La idea hoy no es relatarles el encuentro con el osezno, sino tratar de las boludeces varias que tengo atrasadas (por culpa de mis delirios de intelectual, juas). Solo les contaré que la pasé de perlas. El gordito me cogió como si fuera a acabarse el mundo y lo hizo más que bien. La tiene bien gorda y les puedo asegurar que la sentí (¿no les pasa a ustedes encontrarse con amantes que tiene el "¿Me sentís? ¿Me sentís?" continuamente en la boca? juas). Realmente se cobró con creces cada centavo que pagó. Un ternuror el gordi. Mullidito y calentito. Ideal para la noche de anoche, en la que hacía bastante fresco.

Regresé a casa poco antes de la medianoche. Estaba todo oscuro. Sony había salido a laburar por Florida, como es su costumbre. Me dispuse a estudiar. Este viernes tengo un exámen y la verdad que no lo estoy preparando muy bien que digamos.

Doce de la noche. Me dolían las piernas por culpa de todas las piruetas que me hizo hacer el osito. Imposible concentrarse en la semiótica. Me conecto a Internet con la idea de escribir lo que recièn ahora estoy escribiendo. Aunque no es exactamente lo mismo. Todo tomó otro curso en cuanto entré al blog. Me fijé cuánto tiempo hacía que no visitaba a mis lectores asiduos y largué todo para iniciar las lecturas atrasadas. Conclusión: me agarró el mediodía y yo seguía frente a la máquina como un mutante. Pero me puse bastante al día y pude chatear con algunos que me encontraron milagrosamente en línea (eso para los que me escriben puteándome porque nunca me conecto al msn). Específicamente estuve charlando con Quino y con Lucas de Belgrano. Un beso para los dos. Pero a Lucas le quiero aclarar que me equivoqué cuando le mandé las fotos que me pidió. Las que quería mandarte, Luqui, eran éstas.



Al mediodía me fui a dormir porque ya se me cruzaban los ojitos. A eso de las diez u once me llamaron por teléfono para trabajar pero tuve que decir que estaba ya comprometido (no tenía fuerzas ni para mover la lengua, juas).

Bueno, pero ahora basta de cháchara y a lo nuestro, que hay una encuesta nueva esperando...

La cuarta encuesta no tuvo mucho éxito ¿no? Apenas 39 votos. La nada misma. La consigna era la siguiente:

¿Recordás a todos/as y cada uno/a de los amantes que has tenido?

a) Sí, tengo muy buena memoria para los embutidos. 12 votos (30%)
b) Sí, tengo sus nombres y teléfonos anotados en una libreta. 3 votos (7%)
c) Sí, no han sido tantos ni tan malos como para olvidarlos tan pronto. 13 votos (33%)
d) No, imposible recordar a tanta gente. 10 votos (25%)
e) No, hay malos tragos que mejor olvidarlos. 0 votos (0%)
f) Otras opciones (pero expliquen en los comentarios!!!) 1 votos (2%)

Por escasísimo margen, la opción ganadora fue la "c", seguida muy de cerca por la "a". Lo cual no deja de reconfortarme porque quiere decir que los que visitan esta página y votaron o bien cogen poco pero de calidad, o bien recuerdan muy bien los chorizos que se llevan a la boca, juas.

Me puso contentísimo el honroso desempeño de la opción "d" (que es la mía) y me puso un poquito nervioso el resultado alcanzado por la "b". ¿Quiénes serán esos tres sujetos que anotan en una libreta los nombres y teléfonos de sus amantes?????? ¿Estaré yo en alguna de ellas???????? Me da la paranoia, juas.

Para compensar, la opción "e" quedó felizmente desierta, de lo cual puede inferirse que los que visitan esta página saben elegir a sus compañeros de lecho (o de baño o de lo que sea, juajuajua).

Ahora, quiero dirigirme especialmente a ese turro que volvió a optar por la opción "f" Y NO ACLARÓ NADA dejándome sumido en la más atroz de las incertidumbres!!!!!! NO PODÉS!!!!!!!!!!!! NO PODÉS!!!!!!!!!!!!!!!


Ejem, bue, ya pasó.

Hoy iniciamos una nueva encuesta que espero tenga más éxito que la última. Está inspirada en un episodio que me aconteció el último finde y que tal vez sea el tema de mi próxima entrada (a publicarse seguramente el viernes después del exámen). La encuesta dice así:

SI VAS EN UN TRANSPORTE PÚBLICO Y UN CHICO AGRADABLE TE GUIÑA UN OJO, ¿CÓMO REACCIONÁS?

a) ¿Lo mirás con cara de vieja chupacirios y le decís "Caballero, usted se ha confundido"?

b) ¿Le guiñás el ojo vos también (o le sonreís solamente) y no le volvés a dar bola en todo el viaje?

c) ¿Te bajás inmediatamente del vehículo, antes de que los demás pasajeros se den cuenta de que sos puto?

d) ¿Te bajás inmediatamente del vehículo pero antes arrastrás al guacho con vos para llevartelo a un telo (motel)?

e) ¿Te ubicás justo frente a él y lo empezás a franelear para tener sexo allí mismo entre la gente?

f) Otras... PERO EL QUE ELIJA ESTA TIENE LA OBLIGACIÓN MORAL DE DEJAR UN COMENTARIO EXPLICANDO POR QUÉ!!!!!!!!!!!! NO SEAN ORTIVAS.

Bueno, visto y considerando el gran éxito que ha tenido el último video, me veo compelido a dejarles otros. En el primero aparece mi ídolo Brent Corrigan con otro nene, llamado Cameron Lane, jugando con un dildo. Préstenle atención a la acabada, que es muy tierna, juas.




El otro video es una muestra de lo que se puede hacer para pasar el rato con un compañerito de trabajo, juas.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Para gozar

ESTOY DESESPERADO!!!!!!!!!!!!!!!!

No logro hacer a tiempo todo lo que tengo que hacer!!!!!

En cuanto tenga más tiempo actualizo. Mientras tanto, les dejo este video que me llenó de nostalgia (snif). Me hizo acordar de mí mismo hace algunos añitos, juas, cuando era un niñito inocente del que todos los chicos más grandes se aprovechaban...

DISFRÚTENLO.


jueves, 1 de noviembre de 2007

El Cuartito del Fondo (2da parte)



Hoy que me pongo a pensar, después de tanto tiempo, en aquellos primeros años en los que tomé la decisión (o algo parecido) de asumir mi sexualidad con libertad... hoy me doy cuenta de la tremenda inconciencia de aquel niño que fui.

La aventura con Marcos no fue más que eso: una inocente historia de iniciación gracias a la cual nuestros cuerpos descorrieron el manto que cada vez ocultaba con mayor dificultad las llaves del placer. Pero lo que vino después, eso fue un descontrol irracional y peligroso que pudo haber terminado muy mal. Yo tuve suerte: suerte de no haber coincidido con la persona menos indicada en el momento y el lugar menos oportuno. Y esto que parece un juego de palabras no es otra cosa que una gran verdad.

Planteemos (solo como ejemplo) la historia cuyo relato está en trámite: un chico de solo quince años que se cita en plena vía pública con un desconocido que contactó por internet; la cita falla y el chico se mete en un ciber donde es seducido y finalmente sodomizado por el encargado, un muchacho mayor y de hábitos (el chico lo sabría tiempo después) lindantes con lo delincuencial... y no contento con ello, se termina enrollando con otro desconocido, amigo del primero, con el que pierde definitivamente toda inhibición.

Las crónicas policiales y las historias que circulan por la calle están plagadas de tristes anécdotas de chicos que entran en el mundo de la droga, la delincuencia o la trata de personas del mismo modo en que yo entré en esta dimensión paralela de la prostitución. Todos los que me conocen me lo dicen: "Tenés un gran culo". Pero ellos se limitan al halago puramente estético de mi trasero. Sin embargo, tendrían que decirlo con mayor énfasis en referencia a mi buena fortuna. ¿De qué otro modo puede llamarse, si no, a la increíble cadena de acontecimientos que me llevaron a relacionarme con tipos que buscaron ayudarme a crecer, antes de aprovecharse de mi inexperiencia y de mi inconciencia para provecho propio? La mayoría de los que comenzaron como yo llevan hoy una vida miserable en algún penal o centro de salud... o en la calle, haciendo un pete por el sandwich y la coca.

¿A dónde quiero llegar con todo esto? Solo a la conclusión de que nada de lo que yo cuente en estas páginas debe ser tomado como ejemplo a seguir. Se trata solo de UN caso entre millones que (por el momento) transita en los carriles que podríamos considerar "felices" (y lo pongo entre comillas porque me parce ampulosa la palabrita, pero no se me ocurre otra más apropiada). Nada más que eso.

¡Ojo! A los más chicos les digo: el mundo del sexo y la prostitución es peligroso y las historias casi nunca acaban bien.

Hecha esta aclaración (que me viene taladrando la cabeza desde hace unos días) continúo con el relato prometido, para que vean el culo que tuve ya desde el principio (y sigo hablando de mi buena cueva... juas... de mi buena estrella).

Estábamos en que ese tal Esteban me había cogido con toda su furia y que, a pesar de la calentura, yo no había acabado.

- ¿Querés que te la chupe hasta que acabes? -me preguntó amablemente el flaco.

Yo negué con la cabeza y le regalé una sonrisa.

- Ta bien -corroboró Esteban- Hacés bien. Así te queda resto para cuando venga el Benja...

Ese fue el momento en que supe cómo se llamaba el chabón que me la había metido días atrás.

Esteban se recostó sobre el sillón mirando al techo y se puso a rememorar.

- ¡Qué hijo de puta este Benja! Coge bárbaramente -y me aclaró como una confidencia- Yo sé porque, de vez en cuando, me gusta entregarle el orto.

- ¿Vos?

- ¡Sí! ¿Qué te creías? Yo soy tan trolo como vos. Aunque vos todavía sos muy tiernito y tenés que cuidarte... Ante todo, que nadie te culee sin forro. ¡Eso es primordial! Sabés de qué te hablo ¿no?

- Ajá...

- Segundo, ¿vos te falopeás?

- No.

- Bien. Entonces seguí así. Y no le aceptes al Benja cuando te ofrezca merca.

- Pero no me ofreció nada -me apresuré a aclarar como si quisiera defender a su amigo.

- Todavía no. Pero ya lo va a hacer. ¡Vos no te dejes convencer! Yo lo re-quiero porque el chabón es una masa pero la merca lo pierde y es capaz de hacer cualquier cosa para tener con qué darse. Por eso, vos tranqui: se la chupás todo lo que quieras, entregale el culo, pero a la falopa nunca le entres porque no vale la pena.

En ese momento se abrió la puerta. Lentamente.

- ¿Y vieja? ¿Cuándo me toca a mí?

La ansiedad le daba un aspecto más interesante a Benja. En mi cabeza, las palabras de Esteban seguían resonando pero iban perdiendo contundencia a medida que su amigo se me acercaba. Se metió en el bañito y se dio una lavada rápida. Después se inclinó sobre mí y me dio un beso en los labios muy tiernito.

- Divertite -me dijo- pero acordate de lo que te dije.

Y se fue.

- Se ve que estás preparado, putita.

Yo estaba echado sobre el sillón, completamente desnudo, con las piernas bien abiertas y en el aire. Sin darme cuenta, había quedado en esa posición desde que terminara de coger con Esteban. No sé si me explico. Algo así:





- Se ve que aquel guacho te dejó a punto de caramelo -se burló Benjamín y me metió (ahí nomás sin previo aviso) un dedo en el orto. Y yo, que no había acabado todavía y seguía muy caliente, sentí que la pija se me disparaba. Pero pude controlar.

Benja se rió y dijo no sé qué cosa. Después se metió la mano en el bolsillo de la camisa y sacó un sobrecito. Desalojó rápidamente lo que estaba sobre la mesa y virtió el contenido del sobre. Era un polvo blanco.

- ¿Querés probar?

Yo era pendejo pero no tanto como para no saber qué era ese polvito. Además, Esteban terminaba de advertirme sobre ello. Con la cabeza le respondí que no.

- Dale. No seas cagón. Vas a ver lo bien que la pasamos -insistió.

- La vez pasada no necesitamos de eso para pasarla bien.

Benjamín largó una carcajada, antes y después de aspirarse la merca.

- ¡Mirá vos! ¡Al final tenías lengua!... Yo que creía que eras mudito... Ja, claro que la lengua ya te la conocí cuando me lamías la poronga... ¡qué lindo que lo hacés, putita cagona.

Lamió la superficie de la mesa y recogió los restos con la yema del dedo índice. Entonces se me acercó y, sin que yo me diera cuenta a tiempo, me metió el dedo en la boca.

- Yo siempre estoy puesto, boludo. Es mi único vicio... Además de los putitos culones como vos.

Mientras, se iba quitando la camisa. En un acto reflejo, yo me pasé la lengua por los labios y sentí el gustito dulce. Las advertencias de Esteban eran fundadas i Benja parecía un tipo de temer con esa actitud hostil con que me había presionado para probar la droga o con ese modo de no respetar mi libertad de elección. Pero no sentí miedo de él sino de lo otro. Todo lo que se contaba sobre las drogas era lo suficientemente sórdido como para desalentar en mí cualquier deseo de "probar". Sin embargo, acababa de probar involuntariamente. ¿Me habría convertido ya en un adicto? Y entre pesadillas poco claras, Benjamín se me fue acercando con la bragueta abierta y la verga asomándo. Antes de que llegara junto al sillón, los miedos se esfumaron y me arrodillé frente a él para iniciar un pete casi desesperado. Durante mucho tiempo me pregunté si el descontrol que sobrevino a continuación fue consecuencia de aquella ingesta mínima de cocaína. Pero no: lo que consumí fue tan poco que no pudo haber causado ningún efecto. El descontrol se debió simplemente a que, ya entonces, yo era un chupavergas incorregible.

Con la poronga frente a mí una vez más, la boca se me hizo baba y mi lengua empezó a enroscarse como víbora alrededor del falo. No fue necesaria una larga estimulación. A los pocos segundos ya estaba bien duro. Por ese entonces, yo tenía poca experiencia pero ya sabía que el tema del pete requería de una atención especial. Ninguna pija es igual a otra y el placer que se recibe a través de ella tampoco. Cada mamada es única e irrepetible y el que la chupa (si quiere ser reconocido como un experto) debe estar siempre atento a las reacciones del tipo que está detrás del pene. Hay quienes disfrutan más con las lamidas, otros querrán que te la tragues lo más a fondo posible, otros que le chupes solo la cabeza o que les acaricies los huevos en el entretanto. Las posibilidades son infinitas, tantas como hombres hay sobre la faz de la tierra, y el buen peteador sabe captar las señales que le permitirán brindar "un buen servicio".






Benjamín era de los que preferían que se la tragara bien a fondo. Al principio no me gustaba demasiado hacerlo porque me daban arcadas. La verga del flaco era larga y con una cabezota importante. ¡Obvio que se la comía a fondo igual! (siempre tuve alma de geisha, juas). Después, con el tiempo y la experiencia, me fui acostumbrando y encontrándole el gustito. Hoy me encanta comerme pijas enormes, de esas que te llegan hasta la tráquea.

Benja gozaba tanto como yo. La prueba de ello era que jamás me sacaba la pija de la boca por motus propio. Siempre era yo el que tomaba la decisión. Aquel día pasó eso exactamente. Se la chupé con todo esmero y, después de un rato, él hacía esfuerzos sobrehumanos para no gritar. Yo me dejaba guiar por el instinto. Lástima que mi instinto no hubiera sabido advertirme todavía de ciertas señales que anteceden a la eyaculación. A medida que se la mamaba, el cuerpo de Benja se iba endureciendo más y más; la verga empezaba a sacudirse aun dentro de mi boca; ya sentía yo el sabordito agridulce de las primeras gotitas de leche y los testículos se le contraían hasta casi desaparecer. Debí haber reconocido aquellas advertencias. Pero no lo hice. Recién comprendí lo que sucedería en lo inmediato cuando Benja sostuvo mi cabeza entre sus manos y abrió la boca para emitir un prolongado y asfixiado gruñido. El primer chorro de semen fue abundante y violento. Me hizo toser pero, de todos modos, seguí con la pija en la boca. De pronto, me invadieron un montón de sensaciones todas juntas: el sabor dulce y amargo a la vez, su consistencia pegajosa, ese olor inconfundible que llegaba a mi nariz "por dentro"...

Cuando me la saqué de la boca todavía seguía dura y siguió así durante largo rato.

Benja se dejó caer en el sillón y yo me ubiqué entre sus piernas adivinando su deseo.

- Seguí chupando que todavía no te hice el orto -me ordenó.

Era un incentivo.

El pete continuó y la verga nunca se aflojó, virtud que a Benja lo ponía orgulloso. Pero yo seguía sin acabar y ya necesitaba algo más. Fue por eso que me puse de pie y de espaldas a él, ofreciéndole el culo.

- Todavía no me lo hiciste: tenés razón.

Él se río una vez más.

- Yo no, pero ese ojete ya está roto, ja ja ja ja.

Volvió a meterme un dedo y escarbó con pericia hasta encontrar la perlita de mi próstata. Se me escapó un gritito muy maricón y la pija casi larga todo lo que venía acumulando. Por suerte, la largué a tiempo y pude seguir gozando. Siempre al límite.

En eso se abrió otra vez la puerta. En esta ocasión, con decisión y sin susurros.

- Ya son las nueve y no quedó nadie. El boliche está cerrado -anunció Esteban.

Y se ve que la escena que encontró fue de su agrado porque se desnudó una vez más. Cuando se sacó el boxer, la pija ya estaba en guardia. Sin tomar conciencia de que era el primer trío de mi historia, abrí la boca para tragármela pero él se echó en el suelo frente a mí y, sin decir palabra, me invitó a hacerlo en cuatro patas.

Los dedos de Benjamín en mi recto ya eran dos y no cesaban de arrancarme suspiros. Entraban y salían con ritmo variable: por momentos con frenética rapidez y, otros, con deliciosa lentitud. Para responder a la invitación de Esteban, los detuve con mi mano justo cuando alcanzaban el punto más profundo de mi recto y los llevé conmigo hasta el suelo, donde el falo de Esteban me cabeceaba como un reclamo de atención. Abrí la boca todo lo que me fue posible y me lo tragué sin dudar. Esteban dejó escapar un largo gemido y los dedos de Benjamín me abandonaron. Algo molesto por la interrupción del placer, abandoné unos instantes a Esteban y busqué la mirada de su amigo para protestar. Pero no alcancé a ver sus ojos. Apenas me di vuelta, pude sentir que ya se acomodaba detrás de mí con la verga en alto enfundada en un condón.




El pijazo fue brusco pero no me dolió. Después de la maratónica tardecita aquella, mi esfínter estaba dilatado como para bancarse a un burro. Volví a ocuparme de Esteban. En la retaguardia, mis nalgas se sacudían con cada empujón. Y mientras me gozaban, los dos se calentaban más aun diciéndome cochinadas:

- Cométela, puto tragón.

- Te voy a coger hasta que te duela.

- ¡Qué modo de romperte el orto!

- Que te llegue a la garganta.

- Pendejo re-culeado.

- Te voy a llenar de leche...

Y cositas por el estilo...

La idea de cambiar de posiciones fue de Esteban. Yo me arrodillé sobre el sillón, él me la puso de parado y se la dejó poner por Benja. Días más tarde, yo también probaría esa posición privilegiada en la que cualquier movimiento genera placer, por delante y por detrás.






El goce fue intenso. Esteban fue el primero en acabar. A Benjamín no le importó y siguió bombeándolo como si nada. Yo me di vuelta para que esta vez fuera él el que me la chupara pero duró poco. Hacía tanto tiempo que venía aguantando la eyaculación que no pude aguantar y estallé a la segunda lamida. Exhausto, me dejé caer sobre el sillón y, al verme allí nuevamente, Benja quiso largar su leche dentro de mí. Dejó a Esteban y alzó mis piernas sobre sus hombros para cogerme otra vez. En esa oportunidad, fui conciente de mi vocación: aun cansado y dolorido, nada me hacía tan feliz como tener una pija en el orto.

Y aquel final fue maravilloso. A Esteban se la había vuelto a parar y durante más de media hora se turnaron entre mis nalgas. Cuando todo terminó, ya eran las once.

- ¡Mi vieja me mata! -grité.

- Sí, boludo, se hizo re-tarde.

- Miren que son maricones, eh.

Nos despedimos de Benjamín, que se quedó en el ciber en compañía de otra línea, y Esteban me llevó a casa en su moto. Fue un placer aparte viajar detrás de él, aferrado a su cuerpo y disfrutando juntos el vértigo de la velocidad. Antes de despedirme, le di un beso en la boca. No me importaba si alguien nos veía.

- Si no estuviera mi vieja, te invitaría a que pases la noche conmigo.

- Y yo aceptaría la invitación...

- Ella se va a laburar todos los días a las nueve y no vuelve hasta las seis...

Esteban se sonrió y no dijo nada. Solo me besó otra vez y se fue. Yo me quedé mirando cómo su silueta se perdía en la oscuridad. Me sentía una puta... pero una puta feliz y (casi) satisfecha.

En casa, mi vieja me esperaba para una nueva discusión. Esa vez tenía razón pero yo no estaba dispuesto a reconocerlo.

... Y pensar que todo este relato comenzó porque en el día de la madre me crucé a Benjamín en una bocacalle. ¿Se acordará él de mí? ¿Se acordará Esteban?