sábado, 18 de agosto de 2007

Placer en negro y blanco

Despertar junto a Joao es un placer en sí mismo. Abro los ojos y apenas puedo conectarme con la realidad pero, en esta penumbra que deja ver el polvillo que flota en los tímidos rayos de luz que se filtran a través de la persiana baja, percibo el exótico perfume de su piel negra. Esa piel tensa y brillante que me tuvo durante toda la noche en vilo, con su calor adosado a mi cuerpo. Increíble noche.

Con solo girar la cabeza puedo ver la curva de su espalda, la hondonada en su cintura y el sorprendente médano de sus nalgas. Duerme profundamente y quien lo conoce sabe que eso es una prueba cabal de su confianza. No puedo ver su rostro. Tan solo sus motas renegridas. Pero puedo imaginar la serena sonrisa, las facciones distendidas, el suave movimiento de los ojos detrás de los párpados cerrados... Y el solo imaginarlo también es un placer.

Lo conocí en el verano pasado. Yo acababa de salir de la casa de un cliente después de una sesión para el olvido: el tipo no sabía lo que quería. Primero quiso que lo cogiera pero estaba más cerrado que culo de muñeca y no hubo manera de que se aflojara. Yo le dije que fuéramos más despacio, que se la chupaba, le daba unos masajes, después (si él quería) me la chupaba a mí y así la íbamos llevando hasta que se sintiera cómodo. Pero lo que tienen muchos tipos es que son testarudos y no aceptan consejos de los que algo sabemos del tema. Se empecinan en dirigir y las cosas salen como salen. De chuparla, ni hablar. Masajes tampoco. Me quiso coger él a mí pero la pija nunca se le puso lo suficientemente dura. Una pálida total. Terminó llorando y yo consolándolo. En este laburo uno también tiene que hacer la veces de sicólogo más de una vez. "Hay cosas para las que no estoy preparado" gemía. Y yo con que no se hiciera problema, que tenía que tomárselo con calma, que se estaba exigiendo demasiado... Al fin y al cabo, uno es un profesional y el tipo agradeció mi consideración educada y generosamente. Eso sí: nunca me volvió a llamar.

Cuando por fin salí de su casa, eran las dos de la madrugada y me sentía ahogado. Gajes del oficio. Me subí al auto y manejé sin rumbo fijo. Media hora después, estaba circulando por Marcelo T, la calle del Barrio Norte de Buenos Aires donde más de uno de mis amigos y conocidos se gana la vida con el sudor de sus nalgas. Todavía no me había dado cuenta, pero necesitaba coger.

A pesar del calor, no había mucha gente y la mayoría de los chicos buenos ya estaba trabajando. Aun así, las frustraciones suelen agudizar mis pretenciones y no tenía la menor intención de levantarme a cualquiera que estuviera en oferta. Ninguno de los que yiraban me convencía: todos bien formados, provocativos. onda chongo... pero no eran lo que yo buscaba. Observaban con avidez el desfile de autos tratando de encontrar al cliente que les salvara la noche o (en el mejor de los casos) la semana.

Llegué al final del recorrido y nada. Pensé en regresar a casa y llamar a algún colega por teléfono. Pero eran todos conocidos y esa noche yo necesitaba un poco de aventura. Valía la pena un nuevo intento.

Tomé por Pueyrredón y luego Santa Fe hasta Callao y, pocos metros antes de retomar Marcelo T, lo vi bajar de un auto.

Me estacioné sin detener el motor y lo observé durante unos minutos. Joao se detuvo junto a un poste de luz, encendió un cigarrillo y se abrió la camisa para mostrarse. Era un negrazo imponente, veinteañero, metro ochenta, bulto notorio, torso delineado, labios generosos y una carita de nene que me deschavetó. Solo una vez había estado con un negro, pero era cliente y no tenía ni punto de comparación con ése. Adelanté el auto y me detuve a su lado.

- ¿Cuánto? -pregunté simplemente.

Él se acercó al coche sin apuro, se asomó por la ventanilla, me estudión en profundidad con solo una mirada y respondió burocráticamente con acento carioca.

- Cincuenta el oral y cien el completo. Jueguitos extra, cincuenta más.

- Y ¿qué hacés?

- Lo que quieras.

- ¿La tenés grande?

Joao no dijo nada. Allí mismo, se desabotonó la bragueta, recostó su cuerpo sobre el coche y me mostró la verga sin pudores. Era grande. Una verdadera obra de arte enmarcada por la ventanilla del auto. En segundos, hice cuentas, le ofrecí trescientos por toda la noche y cerramos trato. Aun pagando el telo (jamás llevo desconocidos a mi departamento), con lo que me había pagado el cliente por consolarle las cuitas, yo salía ganando. Él se subió al vehículo y enfilé hacia el río.

La noche tiene sus protocolos y en esas circunstancias solo cabe decir boludeces. O mantenerse en silencio. O darle rienda suelta al morbo con todas las armas que se tengan a mano.

- Sacudítela un poco mientras andamos. -le propuse- Te la quiero ver parada.

No tuvo problemas. Con su hermosa sonrisa, volvió a pelar la pija y no necesitó sobarla demasiado para que se irguiera en toda su majestad. Imposible quitarle los ojos de encima. Era una columna perfecta, oscura y suave, cruzada de venas y coronado por un lustroso glande rosado que invitaba a saborearlo cuanto antes, no fuera cosa que se rompiera el ensueño y uno despertara sudado y al palo, solo en su habitación. En un extraño rapto de lucidez, temí por nuestras vidas y detuve el coche. No podía dejar de mirarla.

- Podría chupártela hasta que se me partan los labios...

Joao solo sonrió. En la oscuridad de la noche, apenas si se distinguía algo más que su sonrisa. Cuando me incliné sobre su entrepierna, hizo algún comentario jocoso en portugués que no comprendí (ni me interesó comprender) y se entregó de inmediato al cachondeo. No sé cómo (nunca soy conciente de esas cosas, juas) a los pocos minutos ya estábamos los dos desnudos y la belleza de su cuerpo me dejó estupefacto. En ese momento pensé que la calentura me hacía ver maravillas que no eran tales, pero nuestros encuentros posteriores justificaron mi admiración de entonces. Él aprovechó mi deslumbramiento para pasarse al asiento de atrás, donde podríamos estar más cómodos. Lo hizo con tanta plasticidad que apenas pude ver su culo encumbrado entre los asientos. Obvio que lo seguí. De un modo menos elástico pero lo seguí. Y en el asiento de atrás ¡nos matamos! Nos besamos, nos manoseamos, nos chupamos, nos lamimos, nos saboreamos, nos mordimos... Y cuando le ofrecí el culo, me sorprendió con un pedido inesperado:

- Cogeme vos primero.

No sé si fue la sonrisa, o el acento brasilero, o la extrema excitación que (con tal de que fuera sexo) me daba para cualquier cosa; a pesar de mis ansias por sentir aquella verga en carne propia, me dejé convencer sin oponer resistencia. Después comprendería que aquella entrega era una demostración de la inmediata conexión que hubo entre los dos. Su amigo Miguel me diría tiempo después:

- Está claro que le gustaste mucho de entrada porque, cuando Joao trabaja, no usa más que la poronga.

El caso fue que, de espaldas sobre el asiento, rodeó mi cintura con sus piernas (músculos en su justa medida) y, sin que yo supiera de dónde lo había sacado, me colocó un condón. Sentí la fuerza de sus pantorrillas empujándome hacia adelante. El aroma de su piel era como un narcótico. Lo penetré con suavidad y sentí que su culo me absorbía. Me incliné hacia adelante y nos besamos como si de ello dependiera nuestro destino. Aun hoy no logro comprender las controsiones de las que fuimos capaces en aquel reducido universo donde gozamos tanto, en aquella escueta eternidad de semen y sudores.

Fue una verdadera primera vez, pesar de que ninguno de los dos fuera ya virgen. Y la repetimos una y otra vez en la espaciosa habitación del hotel del Pasaje Tres Sargentos, donde sí pude disfrutarlo dentro de mí.

Ahora está dormido a mi lado. Anoche trabajamos juntos por primera vez y luego nos vinimos a casa para celebrarlo del único modo que nos apetece: cogiendo. Me basta estirar la mano para acariciarle el culo. Con un simple y mínimo desplazamiento le beso la espalda, la nuca, los hombros. Él tan solo suspira entre sueños. Mis labios descienden muy lentamente, serpenteando a lo largo de su columna vertebral y cuando llego casi a la cadera Joao se da vuelta con pereza y mi boca se topa con su verga dormida. El instinto me gobierna. Le paso la lengua. Le chupo los huevos lánguidos y reposados. Le acaricio las piernas y lo franeleo con mi propio miembro entre las rodillas. Ambos penes se despiertan finalmente. Me trago lentamente el suyo. Hasta donde puedo. Sus dedos de pronto se humden en mi cabello y amodorrados gemidos improvisan una música de fondo. Sin abandonar su entrepierna, giro mi cuerpo sobre el suyo e iniciamos un sesenta y nueve que promete ser memorable. Joao escabulle un dedo entre mis nalgas buscando un hueco cálido. Lo encuentra y aumenta mi placer. Seguramente el tiempo no se ha detenido pero no es algo que nos importe. Los dedos en mi culo ya son dos y el deseo de que me penetre empieza a imprimirse en mi piel erizada. Joao es conciente de mi necesidad, me aparta con delicadeza, se acomoda a mis espaldas y hunde su rostro en mi trasero. Su lengua me explora, me acaricia, me apuñala. Yo trato de masturbarme con cuidado: no es cuestión de acabar antes de tiempo. Ahora soy yo el que jadea. Finalmente, la lengua de Joao se desplaza hacia arriba y la sigue su pecho fregándose sobre mis nalgas hasta que la ansiada pija, enorme y ya forrada en látex, se acomoda presta a penetrar. Mi ano dilatado la reclama y, al primer contacto, se la traga goloso. Los brazos de Joao se cierran alrededor de mi torso y sus labios calientes me devoran el cuello. Todo mi cuerpo se sacude al ritmo de sus caderas. Hemos perdido la compostura y el descontrol de deseo nos acerca y nos aleja, nos une y nos desune con el solo propósito de dar rienda suelta al animal que cada uno lleva dentro. Las manos de Joao se aferran a mis muslos y me duele. Pero no quiero que se detenga. Su negrura contrasta sobre mi palidez y me erotiza aun más imaginar su falo negro entrando y saliendo de mi culo blanco. Una cogida a lo Benetton. La idea me entusiasma tanto que estoy a punto de acabar. Joao se detiene de golpe y me doy cuenta de que intenta evitar la eyaculación. Pero ya es tarde. Con un gruñido libre y sonoro, se derrama dentro de mí. Siento el bombeo de sus venas y los estertores finales de su verga en mi interior. Sin retirarse, toma mi pija entre sus manos y me pajea con habilidad. ¡Quisiera que este instante se eternizara! Todavía tengo su verga dura en el trasero y sus dedos y sus palmas continúan el placer por delante. ¿Qué más puedo pedir? Pero ya todos sabemos que estas escenas solo pueden tener un final. Un fuerte chorro de semen sale disparado de entre mis piernas y luego otro y otro más, cada vez con menos fuerza y con más relajo.

Pasado el éxtasis, nos abrazamos y nos besamos. Minutos eternos de placer más distendido. Un dulce remoloneo nos permite reacomodar el aliento y después nos levantamos. Ya es el mediodía. Nos damos una ducha y jugueteamos un poco más bajo el agua. Hasta que a Joao lo asalta el hambre.

- ¿Hay bananas en la cocina?

Yo no le contesto. Solo lo miro y le sonrío. En mi casa, eso no se pregunta.

11 comentarios:

Lucho´s dijo...

El relato siempre es tan exitante que las fotos pasan casi desapercibidas...y siempre termino igual cuando entro a tu blog...erizado, por no decir recontracaliente ja.
Que sigas bien Zeky´s, quedo muy lindo el cambio de look del blog.
Beso enorme

Lucho´s dijo...

ah, me olvidaba...si tenes ganas y no te jode agregame al msn
luxiano_eda@hotmail.com

Cubista dijo...

Tienes la capacidad única que ningún escritor tiene: hacer que me mantenga atento hasta el final del relato. algún día podrías publicar algo...
Veo (¿o leo?) que no soy el único que ha tenido experiencias mega ultra súper geniales con una persona de color...En mis vacaciones de invierno recién pasadas conocí a uno y juro por lo que quieras que fue lo mejor que he tenido en mi vida.
Me ha gustado la forma en la que has arreglado la apariencia del blog; ahora se ve Súper!!
Cariños, un abrazo y cuidate.
Flip

Unknown dijo...

Excelente 100%. siempre relatas excelentemente tus experiencias de manera tal que pareciera que la vivieramos. sigue asi

Nos vemos al rato

Sixpence Notthewiser dijo...

Muy estimulantes. Ambas, la lectura y las fotos. Yo tambien tuve un Joao una vez... no tan delicioso, pero de todas maneras...

*Raul* dijo...

Dios que negros para tener unas tremendas pollas. jajajajaa

Javier dijo...

Como siempre, tus posts son para leerlos a una mano, jejejeje

Thiago. dijo...

Nunca me llamaron la atención los negros, no sé por qué, después de mi ex dejé la onda étnica... ;)

Anónimo dijo...

Acabo de comer, son las 3 de la tarde, quisiera acostarme a descansar u poco...pero quisiera no acostarme solo,,,sino con estos penes tostaditos a mi lado y que me dieran muchisimo placer,,,,,ROCCO 6

Unknown dijo...

lucho's:
La verdad que más que erizado me pone contento que quedes recaliente, juajuajua. Pero también sería muy bueno que tuvieras con quien descargar, juajuajua. Ya te agregué a mi msn. Espero que nos encontremos un día de estos. Más besos para vos.

flip:
Qué bueno que pueda contribuir a tu formación intelectual!!!!!! juajuajuajua. ¿Te parece que alguien gastaría plata para comprar un libro donde solo se hable de coger????

paulus cerberus:
Todo bien, pero no te olvides que siempre es mejor vivir las experiencias uno mismo y no sentir como si... juajua. Besos.

sixpencenotthewiser:
Sep, se ve que los Joaos tienen lo suyo, jua jua.

raul:
Bueno, justamente eso se dice comúnmente de los negros.

pe-jota:
No te limites!!!!! Sé creativo! Podés ponerte un lápiz en la boca y pulsar la flechita hacia abajo mientras te pajeás con las dos manos, juajuajuajua.

thiago:
A mí tampoco me llaman la atención. Simplemente me cogen, juajuajua.

ROCCO 6:
Me parece que sos muy pedigüeño vos, jua juajua

Lucho´s dijo...

Así es mi querido Zeky´s al parecer seguimos transitando las mismas zonas oscuras.

Este sábado quizás me tiene otra vez por allá, le aseguro que voy a cuidarme, no quiero hacerme cargo de ninguna paternidad...o maternidad quien sabe jajajajajaja

Beso enorme