domingo, 16 de septiembre de 2007

Sony y el Camionero

El jueves pasado ha sido un día verdaderamente agotador. En la mañana, un examen de semiótica para el cual había tenido que estudiar a conciencia. Por la tarde, visita a casa de mamá para alcanzarle su mensualidad y darle la oportunidad de criticar mi estilo de vida. Finalmente, en la noche, cena y hotel con un cliente bastante imaginativo y exigente.

La noche anterior había dormido apenas un par de horas y estaba tan cansado que no solo no fui al gimnasio, sino que ya había decidido tampoco ir al día siguiente. Llegué a casa a las dos de la mañana con solo una idea en mente: DORMIR. Cerré la puerta de entrada, apagué el celular y en el trayecto hasta el dormitorio fui dejando el reguero de mi ropa, una a una, hasta dejarme caer sobre la cama ya completamente desnudo. Nada me importaba. Ni el desorden ni las luces encendidas. El cansancio me vencía y los párpados ya se me cerraban sin remedio cuando sonó el teléfono.

No reaccioné de inmediato. Solo cuando caí en la cuenta de que el que sonaba era el teléfono de línea. El número de mi departamento solo lo tienen unas pocas personas: tres o cuatro amigos, Elías, JM y mi mamá. Por esas cosas del prejuicio tal vez, al reaccionar lo primero que pensé fue que algo le había sucedido a mi madre. No es que sea tan vieja (45, aunque se jura de 39) pero no pude imaginar otra razón para que alguien me llamara por teléfono a esas horas. Fuere lo que fuere, supuse que seríaalgo importante. Con gran esfuerzo me incorporé y corrí tambaleando hasta el aparato que no dejaba de sonar.

- ¡Hola! -dije sobresaltado.

Del otro lado me respondió la voz de Sony.

- ¿Zeky? ¿Sos vos?

- Sí bolú. Si llamaste a mi casa a las DOS DE LA MADRUGADA, ¿quién querés que te responda?

- No te cabriés, hermano. Necesito que me ayudes.

Sony es un pendejo amigo y colega que tiene un talento inigualable para meterse en problemas. Es el más chico de nuestro grupo de amigos. Tiene diecinueve pero parece de quince, tanto física como intelectualmente. Según nuestra teoría, la culpa se reparte entre el hambre que pasó hasta los catorce, cuando empezó a trabajar en la calle, y la merca (vicio que adquirió en la misma época). Sebita y yo hemos tratado de que abandone la droga pero solo hemos alcanzado logros parciales. Hasta donde sabemos, hace ya un año que no prueba la cocaína y pudimos evitar que cayera en la mierda del paco. Sin embargo, de tanto en tanto, se zarpa con las pastillas y, siempre, siempre, fuma marihuana. A pesar de que es uno de los que más trabaja, nunca tiene un peso; vive en pensiones de mala muerte y me consta que, más de una noche, por falta de guita o exceso de falopa, ha dormido en la calle. Desde que lo conozco, lo he encontrado por lo menos tres veces acurrucado en un umbral en la zona de yirage. Cuando se pasa de rosca, es capaz de entregarse por monedas y nunca falta el turro que se aprovecha. Así sucede también que,algunas veces, aparece fieramente golpeado y alguno de nosotros tiene que encerrarlo para que no salga a trabajar.

Esa noche, alrededor de las diez, salió de la pensión en el barrio de Devoto para hacer unos mangos. Ya no le quedaba comida pero,sobre todo, no le quedaba hierba. A pesar del frío, se puso solo una remera, un chaleco matelassé y unas bermudas de jean que le ajustaban bien el culo ("Mi uniforme de laburo, hermano"). La idea era tomarse el tren hasta Retiro y de ahí caminar hasta Florida, donde seguro encontraría algún viejo turista para salvar la noche. Calro que, muchs veces, por más planes que uno haga, los imprevistos están al acecho y todo se trastoca. Al llegar a la avenida Beiró, a un paso ya de la estación, se quedó un rato parado en la esquina, quién sabe por qué. Le mangueó un faso a un flaco que pasaba y trató de darle charla para ver si picaba (estaba bueno y, si no le sacaba plata, al menos le sacaría un buen polvo) pero el tipo no le dio calce y lo dejó con el pucho sin encender.

Fue en ese momento cuando escuchó una bocina insistente. Un camión de larga distancia se había detenido a su lado y el chofer, un tipo que a las claras era bastante impresentable, se asomaba por la ventanilla.

- Che, pibe, ¿por acá voy bien para el puerto?

La verdad que no y, como Sony planeaba yirar por Florida, se ofreció a guiarlo a cambio del viaje gratis hasta el centro.

Yo no soy experto en camiones y Sony mucho menos. Sólo pudo describir que la cabina era bastante amplia, los asientos muy cómodos y en la parte de atrás de la cabina había una especie de habitación estrecha con colchón y mantas. El chofer se presentó como Miguel y desde el vamos le tiró onda. Por ejemplo: en cuanto Sony subió al vehículo, en lugar de saludarlo con un apretón de manos, le palpó el muslo cerca de la entrepierna. Tenía unas manos enormes y rugosas. Aparentaba unos cincuenta años, lucía una barriga prominente, brazos fuertes y barba de días.

- ¿No tenés frío, che? Andás muy en bolas.

Sony levantó los hombros como única respuesta y le dirigió una mirada pícara a sabiendas de que el tipo buscaba joda. Se lo confirmó el siguiente comentario:

- Para mí que andás caliente.

Sony solo se sonrió con su mejor carita de nene inocentón. A la hora de hacerse el boludo, no hay con qué darle. Miguel se sintió con vía libre y lanzó una carcajada, a la vez que volvía a palparle la pierna y le acariciaba torpemente la rodilla. Sony lo dejó hacer.

- Tenés las patitas heladas.

Sony volvió a encogerse de hombros y miró hacia el otro lado mientras Miguel seguía frotándole la pierna. El camión seguía en camino sin que él le diera indicación alguna. Pero ya se sabía que no había necesidad de ir hacia el puerto. Cuando la mano del chofer llegó al bulto, giró la cabeza con firmeza y le preguntó mirándolo a los ojos:

- Y vos, ¿también estás caliente? -y sin esperar respuesta- Si vos me ayudás, yo te ayudo.

Miguel pisó el freno de golpe y el camión se detuvo con la excusa de una repentina luz roja del semáforo. De inmediato se metió la mano libre entre las piernas y se rió con ganas.

- ¡Sos gauchito, eh! -dijo- Ayudame y yo te ayudo entonces.

Dicho eso, se bajó el cierre del pantalón y desabrochó el botón de la cintura. El semáforo volvió a dar luz verde y el camión se puso nuevamente en marcha.

Sony lo miró con atención y rápidamente cotejó los pro y los contra que, en realidad, tendría que haber cotejado ANTES de subirse al vehículo. El gordo era repulsivo (no por lo gordo, sino por un rancio hedor a sudor rancio) pero había estado con tipos peores y nada le aseguraba que encontraría algo mejor yirando por Florida. Al menos éste ya había picado y era plata segura. Así fue como estiró el brazo huesudo para meter mano en el bulto de Miguel. El tipo dio un respingo y se sonrió. No dijo nada. Solo separó un poco las piernas. Los dedos flaquitos de Sony exploraron con pericia la zona y se entusiasmaron con lo que encontraron: la verga era gorda y recién empezaba a cabecear. En completo silencio los dos, Sony buscó el borde del calzoncillo entre los pliegues de la panza y puso manos a la obra. Con un par de sobadas fue suficiente para que el aparato se pusiera en forma.

- Lindo putito resultaste -dijo Miguel, excitado y con voz trémula.

El camión viró en una esquina con violencia y el cuerpo escuálido de Sony fue a parar contra la mullida humanidad del chofer. Miguel apartó una vez más la mano derecha del volante y abrazó al pendejo por la cintura, para después palparle el culo sin vergüenzas. A las pocas cuadras, otro semáforo detuvo la marcha del camión, ocasión que Miguel aprovechó para empezar a dirigir la acción.

- Chupala, nene. Tenés que tomar mucha leche. Aprovechá.

Y como buen profesional, el pendejo se agachó y, sin pensarlo dos veces (si lo hacía, corría el riesgo de arrepentirse), se tragó la verga hasta que la cabezota rosada le golpeó la glotis. Le dio una fuerte arcada pero no se preocupó: no había ingerido alimentos desde el día anterior y no tenía nada que pudirea vomitar. De allí en más, empezó a deslizar sus labios hacia arriba y hacia abajo, como bien sabía hacerlo. Trabajó también con la lengua y los dedos. ¡Imposible traarse toda esa poronga entera! Miguel gruñía con gusto y la mirada fija en el camino. De vez en cuando, ponía la mano sobre la cabeza de Sony y empujaba hacia abajo para que la pija penetrara más a fondo. El pendejo lagrimeaba pero seguía chupando. Incluso entusiasmado. Cabía la posibilidad de que eyaculara pronto y él no tuviera la necesidad de entregarle el culo. ¡Ilusión vana! Miguel sabía controlarse y estaba dispuesto a aprovechar la generosidad del pendejito hasta el final. En un momento detuvo el vehículo y se dedicó exclusivamente a disfrutar.

- Vamos para atrás. -ordenó después de un rato.

Sony se incorporó y miró hacia afuera. Ya no estaban en la ciudad. Alrededor solo se veía oscuridad y, muy a lo lejos, los neones de una autopista. Obvio que preguntó dónde estaban pero no obtuvo respuesta. Desde la parte de atrás de la cabina, Miguel lo reclamaba.

- Sacate la ropita, nene, que te voy a dar para que tengas.

Con un suspiro de frustración, Sony se empezó a desnudar mientras seguía sacando cuentas. "Ta bien (pensaba) le voy a tener que entregar el culo pero al menos voy a volver temprano a casa". Se pasó a la parte de atrás y se bancó el manoseo de lija y los besos babosos con total profesionalismo. Cuando los dedos de Miguel empezaron a espulgarle el culo, se esmeró por lograr una pronta dilatación que le permitiera terminara rápido con todo aquello y evitar el previsible dolor. Porque, como ya dije, a juzgar por el relato de mi amigo, el porte de aquella cosa era de temer.

Cuando llegó el momento, Miguel lo obligó a echarse boca abajo sobre el colchón y se le subió encima. Tipo jodido el camionero: con semejante cuerpo tuvo que imaginar el disgusto del "nene" en aquella posición. La delgadez del muchacho casi desapareció bajo la humanidad del chofer y, de no ser por los gritos de dolor, cualquier espectador hubiera asegurado que Miguel estaba solo. Sí, leyeron bien, escribí "gritos de dolor", porque el gordo bruto se la metió en seco y de una sola vez. Debajo de aquella mole era imposible maniobrar y recurrir a las tretas clásicas que todos los que estamos en el gremio conocemos. ¡No pudo zafar! Literalmente y sin metáforas, Miguel le estaba rompiendo el culo. Se la sacaba y se la volvía a meter con furia como si fuera un muñequito inflable.

Sony no sabe cuánto duró todo aquello. Una eternidad. Cuando ya se sentía morir, csi ahogado por sus propias lágrimas y con la boca hundida en el colchón, sintió el bufido final de Miguel en su nuca y la última embestida feroz de sus caderas. Minutos después, el camionero lo liberó de su peso y él quedó tendido en el mismo lugar como un títere desarticulado, inmóvil y desesperadamente dolorido.

- ¡No llorés, marica, que ese orto tiene más clavadas que tablero de dardos.

Sony hacía lo posible por no llorar pero no podía contenerse.

- Dale, reputazo. Picatelas que me tengo que ir a laburar.

Extenuado, el pendejo pudo pasarse hacia adelante para empezar a vestirse. Mientras lo hacía reclamó su dinero.

- ¿Qué guita? -se burló el camionero- ¿Vos te pensás que soy boludo yo? -y llegó el primer golpe- ¡Mirá si te voy a pagar por esa mamada de mierda y por tirarte como un bofe para que te culiara! -el segundo puñetazo fue más duro- ¿Te pensás que soy boludo?

Sony volvió a reclamar y como único argumento recibió más golpes en plena cara. Acto seguido, Miguel se tiró sobre el muchacho, abrió la puerta del camión y lo empujó hacia la banquina de la ruta.

Y allí quedó mi amigo, entre el yuyal mojado de rocío, casi en cueros, con el culo todavía ardiendo y el rostro abotagado de moretones.

Después de casi tres horas, lo subí al auto y lo traje a casa. Le di ropa seca y abrigo y le preparé un baño de asiento con esencia de malva. Tenía el culo realmente a la miseria.

Alrededor de las cinco llegó Juaco con un porro. Ya se sabe que tengo mis reparos en relación a las drogas pero, dadas las circunstancias, lo consideré oportuno. Eso sí, entre los dos trasladamos a Sony, lo instalamos en la habitación de servicio y lo dejamos fumando sin censuras. Tampoco era cuestión de que me apestara el departamento con olor a marihuana.

Media hora más tarde, Sony ya dormía como un angelito... como un angelito que se había caído de la nube y al que le había pasado una manada de elefantes por encima.

- Zekys...

Juaco es un ser transparente y no tuvo que terminar la frase.

- Ta bien, bolú. Quedate a pasar la noche... o lo que queda de ella.

Nos desnudamos y nos metimos a la cama. Juaco me abrazó por detrás y me besuqueaba la nuca cuando sentí contra mis nalgas que se le despertaba el indiio.

Era necesario poner algunas cosas en claro. Me di vuelta, le di un beso en la boca e hice la aclaración pertinente:

- Amorcito, sé que esto te va a sorprender, pero por hoy ya tuve demasiado ajetreo. Mañana cogemos todo lo que quieras. Ahora quiero dormir.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

toda esta historia me lleva a pensar y extraer una moraleja:
nadie controla todo lo que pasa en su vida... ni siquiera aquellos que se empeñan en hacerlo, o no...

Besotes, Zekys.

PD: te agregué al msn. ;)

Cubista dijo...

Si bien soy una persona aún muy joven, me ha tocado ver cosas que, aun cuando suenen a exageración, sólo dios sabe que existen; pocas cosas me sorprenden, pero he de reconocer que el relato sobre Sony me ha sorprendido no sabes cuando y de alguna manera curiosa logra entristecer a este lector, o cual no es un acto fácil de conseguir.
La verdad es que tienes una capacidad única para escribir, pues logras transmitir más que una simple narración.
Lograste golpear mi parte sensible.

Cariños, Flip

Anónimo dijo...

Pues esta historia me retrotrae al inicio de una peli que me gustó mucho, "20centímetros" , con una actriz española estupenda llamada Mónica Cervera, le ocurre igual que a tu amigo, y es que cuando uno tiene la mala suerte de que personas de esa calaña se crucen en tu camino...

Anónimo dijo...

Pedaso de hijo de puta el gordo desagradable... para matarlo a piñas. Grrrrr.

Anónimo dijo...

Hay tantas cosas de este mundo de la prostitución que desconocemos... Qué bueno que nos abras los ojos sobre estos temas. Sé que para vos tu trabajo es una elección, pero es evidente que no es así para todos. Gracias por exponer todos los aspectos del tema. Excelente relato.

Unknown dijo...

guaaa, pobre pibe. bueno, siempre existen esos puto reprimidos que desquitan su furia con cualquiera. Pensar que una vez me salve de una paliza con un tipo con el que acababa de tener un polvo ya que no estaba mas chupado que el tipo ese.
Cuidate lindo.

Don Arturo de Quilpue dijo...

Guauuuuuu

Menuda historia esta. Se ve que no es soplar y hacer botellas

Unknown dijo...

Quino:
Es cierto, nadie domina todo. También estás en el mío.

Flip:
A veces la vida es así de triste. Pero no tiene nada de malo entristecerse de vez en cuando. Ayuda a tomar contacto con la realidad (¿o es al revés?).

Jag38:
Vi esa peli y me gustó mucho.

Nahuel:
No creo que valga la pena ensuciarse las manos con él.

Paulus Cerberus:
Las ventajas de no perderse con la bebida, juas.

Don Arturo:
Usted sabe mejor que yo que a veces no es cuestión de soplar sino de chupar, juas.

Javier dijo...

Este post me lleva a pensar en la terrible dureza de la vida e la calle y los abusos que se han de soportar.

Lascivus dijo...

Saludos ZekY´s, sigo con atención tus artículos...

Anónimo dijo...

Buena la alclaración, que te dejasen descansar después de todo loq ue habías pasado esa noche.

Unknown dijo...

Pe-jota
Ya iré contando anécdotas que no son del todo agradables.

Lascivus
Me alegro de que estés siempre atento!!!!

Nano-boy
Seeeeeeeee!!!! Ya no daba más. Era cuestión de vida o muerte, juas.

Anónimo dijo...

que cachondo