miércoles, 28 de mayo de 2008

Universo de caricias (2da parte)

"Hoy preferiría que fuera de a dos" había dicho. Y en ese momento supe que así debía ser, que Fede no es de los que entran rápidamente en el reviente. Pero no por prejuicio ni por caretaje, sino porque no es su estilo. Es que Fede da la imagen del chico sencillo y recatado, de esos que no encajan en el ambiente fiestero. Sin embargo, "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida", ya que su desempeño a la hora de los bifes rozó felizmente la excelencia.

Mientras Juaco y Sony dormían plácidamente en mi habitación, nosotros nos encerramos en el cuartito de servicio. Lo aprisioné contra la puerta y volví a comerle la boca con ánimos de cobrarme la retroactividad de un año de deseo insatisfecho. Sus labios seguían siendo una dulzura y el beso (aunque apasionado) no careció de esa extraña ternura que ya nos había erizado la piel minutos antes, en la sala. Fede rodeó mi cuello con sus brazos y mis manos se deslizaron bajo la tela de la bermuda color caqui. Mi verga, libre y dura, se aprisionaba contra el bulto de la entepierna de Fede. Todo el ambiente se perfumó de sudor. Beso tras beso (¿o acaso fue solo uno enloquecidamente prolongado?), nos recorrimos piel a piel y las prendas que todavía portaba fueron desapareciendo por encanto. Cuando su culo quedó liberado de la prisión de la tela y cayó presa de mis palmas exploradoras, experimenté la maravillosa sensación de poder tocar el cielo con las manos. Suavidad y turgencia en contraste con la rigidez y la oscura pelambre de sus muslos. Dos geografías lindantes que me desconcertaban y me alimentaban el morbo. En ese aspecto, mi sentido del tacto es sumamente curioso y no me privé del placer de explorar sus nalgas con detenimiento y un interés casi científico. El calor era notorio y, por el surco que separaba esos mundos delicados donde yo buscaba perderme, se deslizaba una senda de sudor que me insitaba a no detener mis investigaciones. Y cuando el deseo llegó al extremo, me dejé caer de rodillas ante él y le comí la verga sin dilaciones, al tiempo que mis dedos abrían el paraíso en su trasero.

La verga de Federico merece párrafo aparte. No es enorme (debo aclararlo) pero tiene una forma llamativa que puede engañar al más experto. Es más delgada en la base y se ensancha hacia el glande, todo a lo largo de unos dieciocho centímetros que parecen más de veinte gracias a la ilusión óptica. Me llenó la boca con gusto para ambos y mi garganta pudo adecuarse a su calibre. Instintivamente comenzó a mover la pelvis con vaivenes hacia delante. A la insolente invasión de mis dedos, él mismo agregó la autoestimulación de sus tetillas, que el goce abigarraba con fiereza. Era un deleite chuparle la pija. Era un deleite hurgar en su culo. Era un deleite percibir el suave aroma de su pubis. Era un deleite oirlo gemir. Era un deleite ver cómo sus manos acariciaban su propio cuerpo con la misma delicadeza con que me habían acariciado a mí.

Mi cuerpo era una brasa y mi poronga estaba tan pero tan sensible que no me animaba a rozarla siquiera para no acabar. Normalmente, cuando estoy trabajando, una de mis tácticas básicas para "durar" es la de no masturbarme. Solo lo hago cuando el cliente me lo pide y, aun así, tomo mis recaudos para no malograr la sesión. Con Fede se me estaba haciendo dificultoso. Incluso sin tocarme, dentro de mi verga había una revolución láctea que bregaba por estallar. Para evitarlo, opté por pasar al turno siguiente. Todo coincidió con su pedido:

- Hace tiempo que sueño con que me penetres...

Y como yo no soy de los que niegan cierto tipo de satisfacciones, lo invité a girar sobre sus talones, a apoyarse con ambas manos contra la puerta y a levantar los glúteos hacia mí para que yo pudiera preparar el terreno para la penetración.

Mi lengua fue sutil. Poco a poco fue deslizando su tibieza a lo largo de la hendidura y en verdad el clima parecía otro, muy diferente al de unos minutos atrás. Todo mi cuerpo me pedía a gritos que lo cogiera de una bendita vez. El deseo era incontenible y mi lengua lo traducía en lamidas profundas e impertinentes.

- Esto es algo que nunca había imaginado... -gemía Federico y su voz daba señas de que no mentía en absoluto. Su voz y su esfínter, que a cada lamida se contraía con fuerza para dilatarse de inmediato y esperar la siguiente.

Paulatinamente, nuestros respectivos goces fueron creciendo más y más en intensidad y perdiendo el recato. Mis jadeos eran casi bramidos. Sus "¡más!", sus "¡así!", sus "¡por dios!", que al principio eran tímidos susurros, se habían transformado en indisimulables requerimientos de perra en celo. Una verdadera sorpresa para mí, que siempre lo había tenido por un chico más bien tímido y casi reprimido.

Transcurridos unos minutos, me miró fijamente a los ojos y, sin decir palabra, me rogó que lo cogiera. ¿Cómo no responder a su solicitud? El culo estaba por demás ensalivado y mi verga más que turgente. Él mismo abrió el sobrecito del preservativo y, arrodillándose para darle la última lamida a mi pene antes de que lo sumergiera en su trasero, me lo colocó con pericia. Luego de verificar el derecho y el revés sobre sus dedos, lo colocó sobre el glande, retorció la punta del condón con una mano y, con la otra, lo desenrolló hasta la base de la pija; hecho lo cual, volvió a mirarme y se puso de pie para besarme otra vez y girarse contra la pared para dejarme hacer lo mío.

Mi ansiedad no se condecía con mi profesión. En ese momento yo era como esos artistas que aseguran no perder jamás el pánico escénico. No cabe duda de que, a lo largo de los últmos años, escenas como aquella eran frecuentes en mi vida. Sin embargo, ese día estaba nervioso y demasiado caliente como para actuar como el profesional que soy. Traté de ponérsela con suavidad pero creo que no lo hice muy bien. En todo caso, fue evidente su dolor, si bien no hizo alaraca ni me pidió que se la sacara. Al contrario, echó el culo hacia atrás y se ensartó más todavía. Yo lo tomé por la cintura y empecé a moverme. Lo besé en la nuca y en la espalda y pude darme cuenta de que se le ponía la piel de gallina ante cada caricia de mis labios y cada empellón de mi cadera. Ya habíamos perdido todo recato. Todo era sofocón, gritos y apretujones. Violencia y deseo al más puro estilo porno.

Apoyado con ambas manos contra la pared, en ningún momento Federico se había masturbado. De ahí que me sorprendiera ver la mancha blancuzca que bajaba entre las molduras de la puerta. Fede había eyaculado generosamente y yo me proponía a disfrutar de su culo lo más posible. Y ese "lo más posible" fueron no menos de cuarenta y cinco minutos durante los cuales el chico de la limpieza roció la puerta dos veces más. Yo lo seguí cuando mis fuerzas se agotaron y luego me desplomé sobre la cama tras sacarle la verga del culo. Él se echó a mi lado y me llenó de besos mientras, inesperadamente, una ovación nos llegó desde la sala: ¡aplausos acompañados por una burlona insistencia en que los dejáramos participar de la fiesta!

Como lo dije en un principio (y aún después de comprobar que su supuesta inocencia no era más que un señuelo), Federico no es de los que se prenden en el reviente y nada de lo que Sony o Juaco pudieron imaginar tuvo oportunidad de hacerse realidad. Fede y yo nos tendimos en la cama y nos abrazamos muy fuerte. Su cuerpo todavía temblaba entre mis brazos cuando recordé la conversación con Elías. ¡Tenía que preparar mi equipaje para el viaje a España! Tenía que pasar por la agencia de viajes y retirar los pasajes que Elías me enviaba desde Madrid. Tenía que ir a clases en la facultad y ¡por supuesto! tenía que estar atento al pedido especial que Elías me encargara. Todo eso en una misma tarde que ya daba comienzo.

- ¿Vas a escribir sobre esto en tu blog? -preguntó Fede.

- Si te molesta, no.

- ¡Para nada! Me va a encantar percibir la envidia de todos los que te leen y se pajean con tus historias. Y por primera vez voy a estar seguro de que lo que escribiste es verdad.

- Bueno... eso nunca se sabe. Quizá mi verdad no sea la tuya.

- No creo que suceda en este caso. Tardamos en decidirnos, pero esto de coger juntos fue tan bueno o mejor de lo que había imaginado. ¿Acaso vas a poner otra cosa?

Mi única respuesta fue una sonrisa.

- Además -continuó- los dos tenemos debilidad por las bananas. ¿Qué más se puede pedir?


13 comentarios:

Pepe dijo...

Publica libros eróticos ya!! xd.. yo los comprabaaa

abrazosss

_::Sergio::_

markitoxxx dijo...

jajaja fede, felicitaciones!!! me quede pensando en esos 45 minutos... te odie! jajaja

abrazo, buen viaje!

Anónimo dijo...

ehhhh
yo me estoy por mudar y la señora que limpia no puede ir a mi nuevo barrio...

fede podra??

Javier dijo...

No desde luego la inocencia no era su fuerte, y ¿Quién los es de verdad?, jejejeje

Unknown dijo...

otro relato maravilloso, para un relator maravilloso. ¿Como se adquiere esa habilidad de producir exitación por medio de letras? No se, pero la tienes, sera algo intrinseco.

Salu2

Trevor dijo...

hey como va que pedazo de relato ejje

muy copado en serio si haces un libro tendria mucho exito

que andes bien loco

saludos!!

Arquitecturibe dijo...

Hey!!!!! pero por supuesto que nos da envidia todos los que te leemos!!! que afortunados en haberte encontrado!!!! y que afortunados nosotros en poder entretenernos un rato!
saludos desde mi lejana galaxia

Luckitas dijo...

Me gustaria reproducir con mi Franco... lo q hiciste con tu Fede... x las caracteristicas se parecen bastante... tmb nuestras historias... con la diferencia q la mia... x ahora... es casi imposible hacerla realidad... pero en cuanto pueda hacerla... voy a recrear este encuentro con Fede... besos para vos... y tmb para Sony...!!! jaaaaa... chauuuuuuuuuuuuuu...!!!

Pepe dijo...

Escribeeeee maaaaas!!! jaja... te haces de rogar...

abrazosss
__::Sergio::__

eGeo dijo...

Genial brother :) de aquí se aprende! besos!

Arquitecturibe dijo...

Prolongada tu ausencia.

epistolario segun san alvaro dijo...

hola muy chido tu blog muy atrevido

Anónimo dijo...

bombon.......... donde andas'?
un mes sin postear!!!