sábado, 17 de mayo de 2008

Universo de caricias

Lunes veitiuno de abril. Nueve de la mañana en punto. Después de una noche agitada para mí, Federico golpeaba insistentemente a la puerta de mi habitación. Lo primero que pensé fue que tal vez mi vieja hubiera caído una vez más "de visita" como aquella mañana en que tuve todas las intenciones de arrojarla por el balcón. Por eso reaccioné de inmediato. De otro modo mis despertares suelen ser lentos y, de ser posible, procurando que nadie me dirija la palabra. Juaco y Sony dormían plácidamente, uno a cada lado, como si fueran dos nenitos de jardín. La noche anterior, ninguno de los tres había trabajado y mi último recuerdo conciente se remontaba a dos horas antes cuando, después de una espectacular sesión de sexo entre amigos, nos habíamos desplomado uno sobre el otro, ya sin energías ni para levantar un párpado. Daba pena despertarlos. Fede insistió con el llamado y quién sabe de dónde saqué fuerzas para saltar como un felino sobre Juaco sin que ninguno de los dos sufriera la menor molestia. En cuestión de segundos llegué a la puerta, la abrí y la cerré detrás de mí para no perturbarlos. Fede me miró asombrado y me entregó el teléfono.

- Un señor con acento español... Te llama... e insiste con que es muy importante.

Dicho esto, miró hacia abajo, abrió los ojos con picardía y se retiró abanicándose con una mano, como quien se acalora por la vergüenza. Recién entonces comprendí: con el apuro, había olvidado ponerme ropa.



- ¿Hola? -el corazón me bombeaba con fuerza porque intuía quién era ese señor de acento español.

- ¡Joder, tío! ¡Ya era hora! Te hablo desde Madrid y esta comunicación me está costando una fortuna ¡qué coño!

Efectivamente, era Elías. Después de siete meses de ausencia volvía a dar señales de vida. ¡Eso sí que era una buena noticia! No solo por el aspecto monetario (unos días con Elías suelen renovar mi guardarropas y permitirme el lujo de no tener que trabajar por dos o tres semanas) sino también por lo afectivo. Ya conté alguna vez que nuestra relación trasciende lo meramente comercial. Hablo de un profundo afecto mutuo que obra como un imán entre nosotros y nos impele a reencontrarnos cada tanto.

- ¿Estás libre esta semana? -preguntó.

Yo estaba tan aturdido que no podía afirmarlo con un ciento por ciento de seguridad, pero igualmente le dije que sí. Después vería qué hacer.

- Pues entonces prepara la maleta, niño, que te vienes pa' España mañana mismo y, de paso, me haces un gran favor...

Se me aflojaron las rodillas, me apoyé contra la puerta y me deslicé hasta el suelo con una estúpida sonrisa de colegiala ilusionada. Lo cual no deja de ser paradójico en mí, siempre tan celoso de mi independencia. ¿Quién era Elías para venir a decirme así, de buenas a primeras, lo que yo debía hacer? Je... Elías era (y es) Elías, la única persona a la que le perdono excesos semejantes.

Sin embargo, no estoy tan seguro de que sea el único. Si me pongo a pensar, es posible que llegue a la conclusión de que algo de eso hay en toda relación contractual. No voy a gimotear ni a hacerme la víctima pero todo aquel que tiene un negocio es, en cierta manera, esclavo de la clientela. Por aquello de que el cliente siempre tiene razón. Y en lo mío también funciona esa premisa. A grandes rasgos por lo menos. Yo brindo un servicio que pretendo de excelencia y mis clientes saben que valgo lo que pagan. No obstante, no se privan del derecho de exigir (por ejemplo) y es ahí cuando, muchas veces, se pone en juego mi capacidad de negociador. Cuando dos o más clientes reclaman atención personalizada al mismo tiempo, es necesario que yo ajuste mis prioridades y obre de manera tal que ninguno resulte defraudado. Tarea muy poco llevadera, les puedo asegurar. Pero en el caso de Elías todo se simplifica. Él sabe que siempre será mi prioridad y a menudo saca provecho de esa ventaja. Yo lo dejo hacer porque, al fin y al cabo, no solo es el que mejor paga sino también con el que más disfruto. En ningún caso se pone en el papel del director de cine porno ("levantá la pierna", "abrí más las cachas", "metémela más fuerte", "no acabes todavía", "llename de leche ahora", "ponete así o asá"... uf). Él fluye y deja fluir.



- ¿Debo interpretar esto como una insinuación?

La voz de Fede sonaba estridente y risueña. La comunicación con Elías ya había finalizado y yo me había quedado tirado en el suelo, recostado contra la puerta y con las piernas bien abiertas.

Por si no recuerdan, Federico trabaja en casa haciendo la limpieza desde hace más de un año, tiempo durante el cual compartimos muchas cosas salvo el sexo. Algo sumamente curioso en un hogar donde la sexualidad es tan concreta como el aire que se respira. Curioso es también el hecho de que, desde el primer día, sentí deseos de saber cómo se desempeñaba en la cama pero nunca me decidí a concretar una encamada. Si me preguntan la causa, tendría que confesar que la ignoro. Él es un bomboncito más que apetecible y siempre me quedó claro que no le soy indiferente. De hecho, a menudo hemos jugado (histeriqueado) con la idea de coger. Sin embargo, tal vez a causa de sus inexpertos diecinueve añitos, ninguno de los dos había dado el paso decisivo. ¿Era ese el momento?

Los pensamientos tienen la particularidad de ser fulminantes. Uno puede repasar toda su vida en cuestión de décimas de segundo y, mientras yo rememoraba nuestro último año, Fede permanecía frente a mí, mirándome con ojos golosos. Llevaba una camisa blanca que contrastaba con su piel aceitunada y unas bermudas color caqui que dejaban al descubierto sus piernas renegridas a fuerza de un vello abundante. Me miraba y me tendía la mano.

- ¿Necesitás ayuda para levantarte?

- Todo dependerá de cuánta ayuda quieras darme...

Tomé su mano y, para su sorpresa, en vez de intentar ponerme de pie, tiré con fuerza de él y lo hice caer sobre mí. Quedó en cuatro patas y su naricita respingada a milímetros de la mía. Entonces hice gala de mi más depurada sutileza:

- Vos y yo nunca cogimos ¿no?

Lejos de amedrentarse, Fede me sostuvo la mirada y recogió el guante:

- Todavía no.

Ya no había retorno. Acabábamos de trasponer la línea y, de allí en más, todo fue cuestión de piel, sudor y labios.



No se resistió cuando le comí la boca. Muy por el contrario, sus labios me succionaron con avidez pero sin perder cierto recato que tenía mucho que ver con la ternura. De algún modo logró arrodillarse sin despegarse de mi beso y sus manos avanzaron directamente sobre mi entrepierna tan expuesta. Fue un placer sentir sus manos por primera vez acariciando mis testículos. Lo hacía con tal suavidad que la verga se me puso dura al instante. En el silencio de la sala solo se oyó el roce de sus rodillas contra el suelo y mi suspiro. Era obvio que se trataba de un chico perspicaz porque percibió mi goce y allí permaneció para darme más. La yema de sus dedos se deslizaba con parsimonia sobre mi escroto. Luego pasaron a estimular con igual sutileza el perineo y todo mi cuerpo respondió con piel de gallina mientras nuestros labios no lograban separarse (ni daban muestras de querer hacerlo). Yo me dejaba manosear con total pasividad. Me fascina que me acaricien con delicadeza y él lo estaba haciendo tal como a mí me gusta. Incluso al abordar la verga mantuvo su estilo. Yo la tenía durísima y él (lejos de aferrarla y empezar a sacudirla como cualquier otro hubiera hecho) continuó con sus caricias y sus roces como quien teme rasgar las alas de una mariposa. Una verdadera caja de sorpresas Federico. Y yo que lo creía tan inocentón...

- Besás muy bien. -fue lo primero que atiné a decir estúpidamente cuando nuestros labios se dieron un respiro.

- Y eso es solo una muestra de lo que soy capaz de hacer con la boca. -me desafió.

- Exijo una demostración en vivo de todos los servicios disponibles.

No hubo más palabras durante un rato. Los labios de Federico se posaron sobre mi cuello y, con lamidas y mordiscos, dejaron una huella de placer en su lento divagar hacia la verga. Nadie hasta ese momento había despertado la lascivia de mis hombros. Su lengua fue capaz de detonar locura en mis pezones y luego halló moroso esparcimiento en la cuadriculada orografía de mi vientre. Entretanto, yo iba estirando mis brazos debajo de la camisa, inspeccionando como un ciego ese torso que nunca había visto pero sí alguna vez imaginado. Mis manos son expertas en esas comisiones y no encontraron inconvenientes cuando llegó el turno de desabrochar botones. La piel canela de sus hombros, de su pecho, de su espalda se abrió a mis ojos con una luminosidad tal que insitaba a la caricia, al roce detenido, al contacto comunicativo de un cuerpo contra otro cuerpo. Su nariz se detuvo largos segundos en la modelada espesura de mi pubis y finalmente llegó su boca hasta mi glande. Apenas un toque. La lengua de Federico saboreó sin timidez el jugo abundante que brotaba por mi uretra y después rodeó dulcemente la cabeza de mi pene con sus labios. Todo mi cuerpo se tensó y se puso en guardia. Sin embargo, eso no sería más que un mero adelanto.


- Vamos al cuartito. -me dijo entonces, indicándome con la mirada su incomodidad por la cercanía de Juaco y Sony, que dormían a unos pocos metros de nosotros, tras la puerta.

- ¿No te gustan las fiestitas?

- Hoy preferiría que fuera de a dos...

CONTINUARÁ...


7 comentarios:

Javier dijo...

Vaya ya empezamos con las entradas por capítulos, eso no se hace !!!!!, jejejejeje

semental dijo...

siempre es interesante leerte aunque eta vez estuvo un poco floja la cosa.

un abrazo.

Alter dijo...

Hola, Zeky's:

Bueno, pasaba a saludarte y darte las gracias por visitarme de vez en cuando. Ocurre que no escribo con mucha frecuencia por razones ajenas a mi voluntad, aunque trato de hacerlo siempre que puedo. Es un gusto que comentes en mi blog.

Alguna vez, como ésta, leí una de tus historias. Escribir relatos eróticos no es fácil, se necesita de cierta seducción en el lenguaje que creo manejas muy bien. El arte de inspirar en el lector imágenes que por sí mismo no lograría percibir es un don que debes cultivar y hacer fructificar.

Abrazos y mucha suerte =)

Arquitecturibe dijo...

Me gustas mas cuando las sueltas completas.... jejejej no mentiras... me gusta todo!
un beso enorme.... donde quieras!

Thiago. dijo...

Sos terrible, ¡no perdonas a nadie!
Jajajaja.

HOMBRESPARAHOMBRES dijo...

Hola Zeky, me has dejado a medias con tu aventura con Federico...
Un abrazo.

markitoxxx dijo...

odie esta pausa en el relato, sabelo!! jajaja
Suerte, cuidate y mis respetos a Fede... uno mas a la bolsa... jajaja

abrazo