jueves, 9 de julio de 2009

Remodelaciones


Como podrán ver, he renovado la decoración del blog. Confieso que no fue idea mía pero sí me he inspirado para que quedara lo mejor que posible.

Todo comenzó hace unos días, cuando llegaron los obreros que contraté para redecorar mi departamento. Esa sí fue idea mía. El empapelado ya necesitaba un recambio y los muebles, un respiro. Sobre todo el sofá del living, que ya estaba desvencijado a fuerza de tanto fuki-fuki, juas. Sin embargo, hay cuestiones en las que soy conservador y las paredes seguirán siendo blancas, como corresponde, lo único que ahora en vez de estar empapeladas lucen un sensacional acabado en yeso que me calientaaaaaa, jajajajaja. Compré un nuevo sillón de tres cuerpos, tapizado en cuerina negra (en esta casa se coge demasiado como para tener tapizados de pana, juas) y mandé a lustrar todos los demás muebles en tonos oscuros, de manera que hicieran contraste con los muros. Un par de cuadros por aquí y por allá y todo quedó muy pero muy bien.

Antes de que vuestras calenturientas cabecitas estallen de excitación les adelanto que ninguno de los obreros contratados estaba para darle. Me esmeré particularmente en que eso fuera así. Con tanto puto en la casa, si dejo entrar un chongo cogible lo que menos hubiera hecho hubiese sido trabajar. Y la idea no era esa. Los elegidos fueron tres tipos que me recomendó Horacio, el portero del edificio, que fue en verdad quien me advirtió sobre la conveniencia de que los trabajadores fueran "impresentables". Y la elección fue la correcta. Fue poco más de un mes y medio de trabajo entre polvo, golpes y cascotes, albañiles, plomeros y pintores, que dieron sus frutos: el depto ha quedado hermoso y como nuevo.


Cuando llegaron los obreros, Sony (que acababa de despertarse) se horrorizó.

- Ay, ¿de dónde sacaste a estos gorilas prehistóricos? -me reclamó.

- ¡Callate! Que más de un cavernícola te habrás comido cuando laburabas en la calle...

- ¡Atrevida! -me espetó con los brazos en jarra y poniendo cara de ofendido- Te gusta meterme el dedo en la llaga, justo donde más me duele... snif.

Me acerqué por detrás y lo abracé tiernito, lo besé en la nuca y le susurré al oído:

- Mmmm... Más me gusta meterte otra cosa, juas... Y si te enojás así otra vez, los echo a todos y te revuelco furiosamente entre las sábanas...

En ese momento, justo en ese momento, entró Florencio, el mayor de los albañiles, y con cara de "esto va a ser un trabajo muy duro" me preguntó dónde ponían los muebles de la sala para que no se dañaran. Era obvio que ya estaban advertidos sobre nuestras "peculiaridades hogareñas", juas.

Después de dictar las directivas generales, Sony y yo bajamos a desayunar (imposible hacerlo en casa) y fue en la confitería donde a él se le ocurrió la idea de redecoración total.

- ¡Claro! Al blog lo tenés bastante abandonado -me dijo-. Yo te puedo dar una mano de tanto en tanto, subiendo algún videíto o escribiendo alguna que otra boludez, pero la mano maestra es la tuya. Si vos no escribís, no sirve.

- Pero me insume mucho tiempo y no siempre tengo gamas de sentarme frente a la compu a escribir. Vos sabés que no soy un adicto a la máquina.

- Sí lo sé, pero lo que hacés es muy bueno y sería una pena que lo abandonaras. No al pedo tenés tantos lectores. Y seguro que serían muchos más si te pusieras un poco las pilas...

- Todo lo que quieras, pero la pregunta acá es "¿para qué?". Yo tengo facilidad para calentar a la gente con lo que escribo pero eso ¿le sirve a alguien?, ¿me sirve a mí?

Sony permaneció en silencio unos instantes y después respondió con una lucidez que (ahora que lo recuerdo) me deja pasmado.

- El "para qué" yo no lo sé. Pero de algo debe servir porque hay mucha gente que está esperando tus cuentos. ¡Preguntales! ¡Que te digan los propios lectores qué es lo que les gusta de lo que escribís!... Y a vos te debe servir en algo, si no, no lo harías... o no lo harías tan bien.

Me dejó pensando con la medialuna en la mano, juas.

- Ta bien, pero...

- Pero ¿qué?

- Algo tiene que cambiar. Hay algo que no me da satisfacción en este asunto del blog... No sé qué será, pero últimamente siempre hay algo que me frena.

- Es que te lo tomás como una obligación.

- Continuá.

- Fijate lo que te pasa con el laburo: a vos te gusta coger más que a nadie pero a veces te han llamado para laburar y les dijiste que ya estabas ocupado cuando no era así. Te podés dar el lujo de trabajar cuando querés y eso te da una libertad que no se paga con nada. Para vos el laburo no es laburo. ¿Me explico?

Se explicaba.

- Además, yo creo que tendrías que darle una lavada de cara...

- ¿?

- Sí, una lavada de cara. Hace un montón que armaste el blog y nunca lo renovaste. Esa imagen que le pusiste en el encabezado es una cagada. Lo dijiste más de una vez y nunca la cambiaste. Sería bueno que le cambiaras un poco el aspecto...

Y por ahí empezamos.

Esa misma tarde, cuando regresamos a casa después del almuerzo (sí, la charla fue mucho más extensa y nos sorprendió el mediodía), nos encerramos en el dormitorio con la laptop y pusimos manos a la obra. Lo primero fue encontrar una nueva plantilla, una que me dejara satisfecho. Yo quería una de tres columnas y después de muuuuucho buscar encontramos una muy bonita. Desde la sala llegaban las voces y los ruidos de los albañiles, que quitaban el papel de la pared y demolían el tabique que dividía la sala del comedor.

- Una vez tuve una historia con un albañil -me comentó Sony desde la nada.

- ¿Con uno solo????

- Bueno... Estoy hablando de la "primera" historia con un albañil, je.

Lo recordaba muy bien. Se llamaba Eduardo, tenía diecinueve, estaba juntado con una mina, tenía una hijita y jugaba al rugby (cuando Sony mencionó este detalle, instintivamente se me hizo agua la boca, juas). No tenía trabajo fijo y ayudaba al padre en su oficio de albañil. A pesar de su corta edad, tenía un físico privilegiado y "todo cubierto de pelos!!!!!".

La madre de Sony los había contratado para que construyeran una habitación extra para mi amigo. Su hermanito menor ya había cumplido los doce, Sony ya tenía dieciseis, y los padres creyeron pertinente separar los cuartos. En realidad la cosa fue mucho más complicada y sórdida, pero eso lo dejaremos para otra oportunidad, si se da la ocasión y Sony me da permiso para contarlo.

El caso es que los dos albañiles, padre e hijo, llegaron una mañana y se pusieron a trabajar. Era un lunes y Sony estaba en el colegio. Cuando regresó a la casa, después del mediodía, los vio, pero no les prestó mayor atención, salvo que el jovencito no tenía para nada pinta de obrero de la construcción. En realidad, no se tomó el tiempo de mirarlo con mayor atención y solo le pareció que se trataba de un chongo con buen culo. Es que llevaba puesto un mameluco azul tres talles más grande que él y eso favorecía la indiferencia. A media tarde, Amanda, la madre de Sony, le pidió que les alcanzara una jarra de jugo fresco y entonces pudo prestarle mayor atención al chico. Era medio gordito, de carita redonda y con barba crecida de varios días (muy parecido al chongazo que aparece en las fotos de mi anterior relato, fíjense). Lo que más le llamó la atención fue la sonrisa (por esa época, mi amigo guardaba todavía cierto romanticismo, juas) y la sensación que experimentó entonces fue tan fuerte que se puso colorado y se retiró muy nervioso. Se encerró en el cuarto y tuvo una erección, pero al poco rato entró su hermano menor y toda posibilidad de paja se hizo humo. ¿Qué podía hacer? Le dio un poco de miedo porque sintió una necesidad irrefrenable de asomarse a la obra. Tan irrefrenable que no pudo resistirlo.

Eran las tres de la tarde y el sol de abril todavía calentaba. El chonguito trabajaba como si Sony no estuviera allí. Era lógico. Sony, entretanto, trataba de descubrir bajo la tela del mameluco alguna forma que le permitiera alentar sus nuevas fantasías. Pero nada. Esa cosa que el falco llevaba puesta tenía que haber sido del viejo, que estaba bastante entrado en carnes. Sin embargo, el calor hizo lo suyo y pronto el chongo empezó a desabrochar los botones de su pecho. Con mucho disimulo y precaución, Sony alcanzó a ver los vellos enrulados que aomaban entre la tela. Hasta entonces, mi amigo contaba aun pocas experiencias y nunca había estado con un chico peludo, lo cual desbandó todos sus ratones. Pero había demasiados inconvenientes: estaban en el hogar paterno, Amanda y su hermano estaban siempre en casa y el chongo parecía muy chongo.


Acá hago un paréntesis en el relato y acoto que nunca debemos dejarnos llevar por las apariencias cuando de chongos se trata. No siempre los más machos le rehuyen a la pija y, muchas veces, el que empieza soplando la nuca termina modiendo la almohada.

El primer día no pasó nada, como era de esperar. Pero el segundo día hubo un cruce de miradas. Sony dice que no, pero yo estoy seguro de que su mirada dejó bien en claro cuáles eran sus intenciones. Puedo imaginarlo con la carita de "yo no fui", sonriendo y mordiéndose la puntita del dedo índice, como excusa pra dejar entrever la puntita de la lengua. ¡Una puta consumada ya a los diciséis! juas.

Llegó el miércoles y, cuando Sony regresó del colegio, los encontró en medio del patio comiendo unos sanguches de queso y salame. La sorpresa fue el nuevo atuendo: el chonguito ya no llevaba el mameluco sino una remera rotosa y bermudas de jean que dejaban al descubierto sus pantorrillas velludas y musculosas. El shock fue muy fuerte para mi amigo. La noche anterior, se había hecho tres pajas pensando en el albañil. Entró en la casa y Amanda se dirijía hacia el patio con una nueva jarra de jugo. Sony prácticamente se la arrebató de las manos y fue él mismo el que la llevó.

- Gracias, chabón -le dijo el chonguito (con una sonrisa que a Sony le pareció de ensueño) y al tomar la jarra las manos se rozaron levemente.


Sony tuvo una erección instantánea y tuvo que refugiarse en el baño. El chonguito tenia las manos rasposas y la sola idea de ser apretado por ellas le hacía volar la sesera. Después de la comida, mi amigo volvió al acecho y otra vez se cruzaron las miradas. Esta vez con un poco más de detenimiento. Y a la hora de finalización de tareas, fue llamativa la aparición del chonguito en la puerta de la cocina, donde Sony trataba de concentrarse en la trama de la telenovela, con el torso descubierto y solicitando un poco de jabón para higienizarse antes de irse. ¡El obrerito era todo lo que Sony había imaginado y mucho más! Tanto que al verlo con todos esos pectorales impunemente expuestos se fue hacia atrás con silla y todo... ¡Y entonces sucedió lo inevitable! Al ver a Sony en el suelo, el albañil se acercó para ayudarlo a levantarse, le aferró por los sobacos y lo elevó como si fuera un bebé.

- ¿Te lastimaste? -le preguntó.

Y Sony solo pudo negar con el gesto. Se había quedado sin palabras al tenerlo tan cerca. Entonces se hizo el mareado y (muy zorramente) apoyó sus manos en los hombros del albañil, lo cual motivó que éste lo tomara por la cintura y... ¡zas!... entró nuevamente el hermanito menor, que miró a los dos con ciertas sospechas, pero no dijo nada.



Esa noche, Sony no pudo dormir. Estaba tan caliente que las pajas no le alcanzaban. El amanecer lo sorprendió recreando en su mente la fuerza con que aquellas manos lo habían levantado y la sonrisa con que se había despedido, después de que fueran interrumpidos.

El jueves fue de terror. En la escuela no pudo concentrarse en nada y tuvo que luchar contra el cansancio durante toda la mañana. Regresó después del mediodía con muchísima ansiedad. Encontró a los albañiles como el día anterior, comiendo en el patio. El chonguito llevaba la misma remera rotosa pero esta vez había cambiado las bermudas de jean por unas bermudas de baño color amarillo. Durante toda la tarde, Sony trató de entrar en contacto pero el objetivo de sus desvelos no se daba por aludido. Les llenó la jarra de jugo en tres oportunidades, rondó por el patio con cualquier excusa y trató de sacar conversación... pero en general la charla era encarada por el padre y no por el hijo, que se limitaba a sonreir... típica estratagema del histérico. Cuando llegó la hora de retirarse, Sony les alcanzó el jabón. El chonguito se había quitado la remera y se estaba lavando con ayuda de una manguera. Yo opino que estaba todo calculado: el agua había mojado la bermuda y, como era de esperar, la tela se adhirió sugerentemente a su cuerpo, trasluciendo además el diminuto slip negro que llevaba debajo y dejando bien a las claras la redondez de sus nalgas. El rostro de Sony se encendió y tuvo que bajar la mirada. El chongo se dio vuelta y sus ojos se clavaron en el bulto... con lo cual mi amigo sopesó la conveniencia de retirarse. Por suerte no lo hizo y, entre chanza y chanza en relación a la prominente panza del padre, sin ningún tapujo el chonguito se quitó las bermudas. Sony creyó que se desmayaba y el choguito lo advirtió. Inmediatamente se puso el jean que había guardado en su bolso y, antes de Sony pudiera tomar conciencia de lo que estaba sucediendo, le apretó la mano y lo saludó hasta el día siguiente.

Huelgan las palabras acerca de la calentura que Sony padeció aquella noche. Pero los padecimientos encontraron una cierta esperanza a la mañana siguiente, durante el desayuno.

- Hoy no vas a poder ir a la clase de gimnasia porque tenemos turno con el pediatra -le recordó Amanda a su hermano menor.

Y así fue: a las tres de la tarde del viernes, solo quedaron en la casa Sony y los dos albañiles. El choguito seguía simpático y exhibicionista y todo seguía tal cual había sido hasta el momento. Todo igual: las jarras de jugo, las conversaciones forzadas, el jabón, la bermuda mojada... Hasta que los dos albañiles se retiraron y Sony se quedó solo en la casa, ahogado en leche y sufriendo porque ya no lo vería hasta el lunes siguiente.

Estaba al palo. Tanto que le dolía la pija y le palpitaba el culo (si se me permite la grosería). Entonces sonó el timbre.

¡Era el chongo!

- Me olvidé el reloj -dijo simplemente.

Sony le abrió la puerta con mucha ansiedad. El chongo entró y se quedó mirándo a mi amigo sin tomar iniciativa alguna. Sony tampoco. Y así pasaron algunos minutos... hasta que el chongo se llevó la mano a la entrepierna...

Lo demás es más que obvio. En el más absoluto silencio, chongo se sobó la verga hasta que la erección fue indisimulable y, como Sony no reaccionaba, le tomó la mano y la guió hasta su entrepierna. Así fue como Sony pudo constatar por primera vez su dureza pero seguía tan estático que el chongo necesitó ser más explícito con sus gestos para que la accion avanzara. Con una mano bajó el cierre de su bragueta y puso la otra sobre la cabeza de Sony para animarlo a agacharse. ¡Y entonces sí se despertó el monstruo! O los monstruos: el que salió de dentro de la bragueta del chongo y el que surgió de las entrañas de mi amigo, el gran mamador.

De rodillas, Sony se comió la verga del flaco con tanta gula que el albañil se sorprendió y, sin duda, en algún momento habrá temido por la seguridad de su falo. El silencio de la casa solo se veía interrumpido por el chup-chup de la mamada. Luego se sumaron los jadeos del chongo, a medida que la excitación se hacía más incontenible.


El gran mamador estaba tan concentrado en su tarea que no advirtió el clímax de su compañero y la acabada le llenó la boca de manera intempestiva. Un néctar agridulce y generoso, cuyo sabor permaneció en su recuerdo durante mucho mucho tiempo.

Aquella tarde, el chonguito acabó y se fue, así como así, con apenas un "gracias" de compromiso. Ni siquiera se llevó el reloj que había "olvidado". Sony trató de recrear las condiciones para que pudieran volver a encontrarse a solas, pero fue imposible. Y así llegamos al día de hoy, en que le gustaría reencontrarse con aquel albañil de diecinueve años, padre de una hijita, que nunca llegó a cogérselo.

Por eso, para que no se sintiera frustrado, después de redecorar el blog, una vez que Florencio y su troupe se hubieron marchado, le hice un servicio de lujo, juas.

4 comentarios:

Fede Sokol dijo...

Hayyy!! como calientan los albañilees!

Felicitaciones por la remodelación del blog, quedó hermoso, y muchas gracias por agregar mi link, me voy a esmerar para tener un mejor lugar, hasta la cabecera no paro!!! jeje. Un beso que estes bien.

Cody... dijo...

Oh dios... Amo este relato.
Incluso mas que el anterior...
Y pff, me exite, acabe y no me toque.
Tienes un don Zeky's :D

Hey una pregunta el reloj que tienes en la esquina superior derecha, donde lo conseguiste?

A proposito, yo creo que la imagen del cabezado anterior del blog no estaba tan mal... Solo era... eh... rarita xD

Unknown dijo...

Querido putito histérico
Como verás, ya te ganaste un lugarcito en mi corazón, juas. Pero igual te vas a tener que esmerar. Por más que se piense lo contario y a pesar de mi profesión, soy un chico al que le gusta hacerse rogar, juajuajuajua.

Cody
Cuánto me alegra que te haya gustado el relato!!!! Y eso de acabar sin tocarse es todo un logro, juas.
El reloj lo podés encontrar en la siguiente página: http://www.bloggerbuster.com/2007/08/digital-clock-widget-for-your-blog-with.html

Y no es necesario que me mientas, jaja: el encabezado anterior era una bosta !!!!!!(salvo por el culo del flaco que se metía la banana). Este me gusta mucho más.

Anónimo dijo...

Yo que hubiera preferido a Sony con 16 a el albañil de 19...

Bonito relato e interesante remodelación. Renovarse o morir dicen.

Un abrazo,

Josep