jueves, 31 de enero de 2008

Año Nuevo en Curitiba (3ra parte)

Bassinho, Bruno y Sony regresaron al patio justo cuando dieron las doce y brindaron con toda la familia. La algarabía que se vivía en aquella casa tan humilde no puede describirse con palabras. Ese es el misterio que la gente pobre atesora en lo más profundo de sus corazones: la fórmula de la felicidad a pesar de las carencias. Un tesoro que muchos hemos perdido, si es que alguna vez lo tuvimos.

- ¡Puta!, acomodate la ropa y dejá de mostrar la hilacha! – le reclamó en broma Juaco a Sony.

- Más que nada, pará de comerte a todos los brazucas y ¡dejá alguno para nosotros! –completó Sebys en medio de las risas de todos.

El primo Bento, que estaba sentado frente a nosotros, pareció entender lo que decíamos y nos miró con cierto recelo. Sony apuró una jarra llena de cerveza y se desplomó sobre su asiento.

- Che, ¿tan amarga era la leche que querés ahogar el gusto en alcohol? –bromeé.

El primo Bento volvió a mirarme con mala cara. Pero esta vez Sony lo vio y envalentonado por las copas de más, le habló por primera vez desde que nos lo presentaran.

- No te chivés, bonito. Estos son unos desubicados que no entienden de relaciones internacionales como yo...

Entonces sucedió casi un milagro. Por primera vez en toda la noche, el primo Bento sonrió. Ante semejante prodigio e (insisto) envalentonado por los efectos del alcohol, Sony cruzó por debajo de la mesa y se sentó junto a Bento, en el sitio que acababa de dejar vacante una de las hermanas de João. ¿De qué hablaron de allí en más? Lo ignoro. El bullicio circundante era demasiado fuerte y, además, otra de las hermanas de João, llamada Darcy, prácticamente me obligó a bailar cumbia con ella. En realidad todos bailamos y eso prueba que la cerveza es capaz de lograr lo inimaginable: este cuerpito, el mismo que suele lucirse en las plataformas de Ameri-k, recibió el 2008 sacudiéndose al compás de Los Pibes Chorros. ¡Patético! Pero igualmente divertido.

En tanto, Bento y Sony se habían apartado hacia un rincón del patio, donde continuaron bebiendo cerveza y conversando animadamente como si se conocieran de toda la vida. Era obvio que Bento hablaba por lo menos un poco de castellano. De otro modo la conversación no hubiera podido prosperar. Como ya dije, era un adolescente paliducho y delicado, onda dark, que desentonaba ostensiblemente con el resto de la familia, en su gran mayoría mulatos. Incluso en la ropa que usaba: mientras todos los demás preferían los colores brillantes y vistosos, él llevaba bermuda y camisa negras, borcegos y muñequeras de cuero trenzado, también negras. Negro era su pelo lacio, peinado con un largo flequillo hacia el costado y negro el delineador que había usado para resaltar sus ojos negros.

- ¿A este también se lo va a comer? –bromeó Juaco.

- Ya sabemos que sufre de fiebre anal. –acotó Sebita.

- Yo diría que no. –intervino João en perfecto portuñol, una inevitable confusión idiomática- O primo Bento não é puto.

Y todos nos cagamos de la risa, por supuesto. ¿Desde cuándo era ese un impedimento para Sony? Si es un ser vivo y tiene cualquier apéndice que se parezca a un pene, es candidato a ser fagocitado por el rubio culón.

Nosotros continuamos bailando y casi nos olvidamos de ellos dos. Darcy era una bailarina incansable y perseverante. Sin duda sabía cuáles son mis preferencias sexuales pero igualmente no se privaba del gusto de pellizcarme las nalgas cada vez que podía o de robarme algún pico. En verdad, de haber sido yo heterosexual no hubiera perdido un segundo para llevármela a la cama. Es una mulata bien bonita y sensual. Pero para su infortunio, mis deseos estaban concentrados en sus hermanos y sus primos, lo cual quedó de manifiesto cuando João y Bassinho me emparedaron por delante y por detrás, frotando sus cuerpos contra el mío. Ninguno de los dos osó comerme la boca pero poco faltó para que lo hicieran. O lo hiciera yo mismo. El alcohol desinhibe, juas. Aunque podríamos haberlo hecho tranquilamente ante la vista de todos. Nosotros no éramos los únicos “alegres” y estoy seguro de que nadie se hubiera espantado. En todo caso, siempre quedaba la treta de echarle la culpa a la cerveza. Esa era la excusa de Darcy, por lo menos, y todos se reían al verla con su mano en mi bulto. “Eu não sou uma perdida” declaraba con los ojos entrecerrados y el dedo índice en alto. Y todos festejaban su supuesta borrachera (aunque yo no terminaba de convencerme de que estuviera por completo alcoholizada). Claro que era entretenida la situación. ¡Era la primera vez en mi vida que me acosaba una mujer con vagina!

Y mientras todos nos divertíamos, Sony buscaba su diversión por otros andariveles.

Aprovechando la buena onda que había pegado con Bento, le propuso trasladarse a un lugar “menos ruidoso” donde seguir charlando y Bento aceptó gustoso.

Hasta ahí, nadie podía saber si el brasilerito era o no tan inocente como para ignorar por dónde iba la cosa. Lo cierto es que Sony lo guió hasta la misma habitación en la que, una hora antes, había estado con Bassinho y Bruno y allí se sentaron en un camastro, iluminados solamente por la luz de la luna que entraba a través de una ventana. Continuaron hablando sobre las bellezas de Curitiba. Bento quiso saber algo de Buenos Aires. Y poco a poco, la charla fue pasando al plano más personal…

- ¿Tenés novia? –preguntó Sony.

Bento no respondió y Sony tuvo que insistir. La respuesta fue un tímido “no” con la cabeza.

- ¿Y por qué? –insistió mi amigo.

- Não sei. Acho que não é o meu destino…

¡¿Lo qué?! ¿Qué significaba esa respuesta? ¿Qué tenía que ver el destino en todo eso? Como podrán imaginarse, Sony interpretó aquellas palabras como una luz verde para llevar adelante sus propósitos. El pendejo podría haber sugerido que pensaba hacerse cura, monje taoísta o que tenía planeado suicidarse antes de que le llegara el momento de debutar, pero mi amigo prefirió elegir, entre todas las posibilidades, la que más le convenía. “¡Este también es puto!” se dijo… ¡y avanti con los faroles! Como si Bento le hubiera confesado un secreto que lo abrumaba, Sony abundó en palabras dulces que apuntaban a reconfortarlo y a hacerlo sentirse bien. Bento le sonreía sin encontrar respuesta a tanta cortesía. Sony le tomó la mano y siguió hablando de lo maravilloso que uno se siente cuando se asume como quién es en realidad, sin vergüenzas ni malos pensamientos, con la certeza de que el mal está en la mirada de los otros y no en nuestros deseos… Bento parecía no comprender muy bien pero se sentía tan a gusto que no se animó a romper la magia del momento. Poco a poco, para ellos se iban apagando los ecos de la música estrafalaria que llegaba desde el patio y todo se reducía a aquel cuarto en el que la vocecita de Sony lo embriagaba más que cualquier cerveza. Su mano entre las de él sudaba placenteramente y su respiración comenzaba a entrecortarse con dulzura. Los ojos de Sony brillaban en la oscuridad y también su boca roja y delicada. Tal vez Bento jamás había estado tan cerca de un muchacho tan bello… De pronto, sucedió lo que ninguno de los dos pensó que sucedería pero ansiaban de todos modos: Bento se inclinó hacia Sony y lo besó en los labios.

Con la excusa de ir al baño, yo había podido desembarazarme del simpático asedio de Darcy (a pesar de que no perdió la oportunidad de ofrecerme ayuda, juas). En realidad me corroía la curiosidad por saber qué estarían haciendo Bento y Sony… Sí, digamos que fue solo curiosidad… El hecho fue que llegué a verlos, desde detrás de la cortina, justo en el momento del beso.

Fue algo mágico y fugaz. Los labios se rozaron en una eternidad que duró apenas un segundo. Sorprendentemente, Sony se quedó petrificado. Jamás se hubiera imaginado tanta ternura en un beso y todos sus planes se trastocaron. Como ninguno de los dos se movió ni hizo gesto alguno, luego del primero vino otro y otro y otro… todos con la misma delicadeza y el mismo magnetismo. Acostumbrado a entregar su boca por dinero o por mera concupiscencia, mi amigo se sintió feliz y, al mismo tiempo, desconcertado ante aquel acto de amor que jamás se animará a definir como tal. También sus manos empezaron a sudar. Y todo su cuerpo. Por primera vez, el contacto físico con otro chico no le despertaba la entrepierna.

Un poco avergonzado, Bento se retiró unos centímetros y no se animaba a mirar el rostro de Sony. Era evidente que ardía en deseos de volver a besarlo pero se sentía tonto y vulnerable. Para su fortuna, Sony pudo reaccionar y, con la misma delicadeza con la que lo había besado, unió labio con labio y lo estrechó entre sus brazos. El corazón de Bento no podía albergar tanta felicidad. El de Sony no podía abarcar tanta gratitud por haber despertado en él esa faceta afectiva que desconocía hasta entonces. Se separaron unos segundos y volvieron a abrazarse y a besarse. Ambos reían y se miraban incrédulos. Ya no hablaban. Las manos se soltaron y el sudor se transformó en caricias. Hubo muchos más besos. Interminables besos. Incontenibles besos. Los cuerpos se echaron uno junto al otro y se confundieron en las sombras. Los labios no daban abasto. Las manos tampoco. Era más que urgente la posesión amorosa del otro. No había tiempo que perder: la magia del momento podía ser efímera y ellos debían hacer lo necesario para abarcar todo el enorme espectro de la maravilla. Sony desabrochó con sutileza los botones de la camisa y acarició el pecho suave de su niño-amor. Diría que con miedo de dañarlo… o mancillarlo. Luego lo recorrió con sus labios pero sin que se cruzara por su mente la menor idea relacionada con el sexo. Todo su ser estaba cautivado por aquella piel perfumada que se le entregaba por completo. Bento, en cambio, sintió dentro de sí (además de un goce colmado de felicidad) el llamado del instinto. Cada caricia lo hacía estremecer. Cada beso le erizaba la piel y lo obligaba a desear más y más placer. Si aquello era el amor, podía sentirse dichoso de haberlo encontrado al fin. Buscó los broches de la camisa de Sony y también descubrió su piel y su pecho sin premura. El sabor de su amado será algo que no olvidará mientras viva… Después continuó besándole la caderas y las piernas pero sin atreverse a dar el paso decisivo de quitarle los pantalones. Parecía ser su primera vez y no sabía cómo hacerlo, por más que sin dudas había idealizado aquella situación miles de veces en el pasado. Finalmente lo hizo (a sugerencia de Sony) y encontró bajo la tela la tibia rigidez del miembro, que no supo abstraerse del deseo. Ninguno de los dos sabe cómo terminaron sus prendas en el suelo y sus cuerpos desnudos, frente a frente, sobre el camastro y a la luz de la luna. Yo los observé deslumbrado: sus movimientos eran plásticos y delicados, como si hubieran estado ensayados para una función de ballet. Se recorrieron por entero con cada centímetro de piel. Fue Sony el primero en cubrir el pene de Bento con sus labios y, a pesar de ser ya un avezado profesional del sexo, se sintió un novato. Luego Bento lo imitó y fue tan maravilloso que ambos comprendieron que, desde entonces, la muerte carecía de poder contra ellos.

Yo seguía observándolos desde la oscuridad y en silencio. Era todo tan perfecto y hermoso que no podía dejar de mirar. Reconozco mi costado voyeur, pero aquella escena era mucho más que sexo: era una muestra fehaciente de que la ternura y la pasión son perfectamente compatibles. Sus cuerpos serpenteaban sobre el camastro, entrando y saliendo del haz de luz. Subiendo y bajando. Rodando delicadamente al compás de los besos. Hasta que, en un momento, sucedió algo que me dejó perplejo.

Bento se echó de espaldas y colocó sus piernas sobre los hombros de Sony. Una posición clásica que no dejó de hacerme sonreír. “Pobre iluso” dije para mí, pensando que Bento buscaba un imposible si esperaba que Sony lo penetrara… Sin embargo, para mi grandísima sorpresa, el cuerpo erguido de Sony se iluminó de pronto ante mis ojos y ¡vi perfectamente cómo su pene se internaba suavemente entre las nalgas de Bento! Si alguien me hubiera dicho alguna vez que yo presenciaría un hecho semejante, me hubiera reído con ganas durante horas. Es por todos sabido que Sony no había penetrado a nadie en su vida. ¿Cómo había podido lograrlo aquel brasilerito pálido? Yo no podía entenderlo y, para convencerme, ni siquiera pestañeé por miedo a perderme algún detalle que me indicara que estaba equivocado y que aquello no era lo que parecía. ¡Una locura! ¿Cómo es que nunca me había querido penetrar a mí, que he sido su amante, su mentor y protector desde hace tanto tiempo? Y allí lo tenía, frente a mí, entregándole a un desconocido lo que tantas veces nos había negado a todos nosotros… Me costó varios minutos salir de mi asombro y (lo confieso) de mi indignación, pero luego comprendí que lo que le sucedía con ese chico debía ser mucho más fuerte de lo que jamás hubiera sentido por nadie. Como un flash, pasaron frente a mis ojos tantas historias amargas de su pasado que me sentí complacido de que alguien hubiera despertado en él un sentimiento tan grande.

Cuando todo acabó, los ojos permanecieron atónitos ante la belleza que emanaba del cuerpo del otro y yo me retiré tan silencioso como había llegado para reintegrarme a la fiesta. Quedaron los dos sobre el camastro, fundidos en un profundo abrazo que solo interrumpieron al recobrar la conciencia de la realidad. Entonces, con gran disgusto (pero no tanto como para opacar la felicidad precedente), volvieron a vestirse. Sin embargo, allí los volví a encontrar casi tres horas después, dormidos y abrazados. La expresión plácida y distendida de sus rostros lo decía todo. Y no pude reprimir la pena. Pena porque no recuerdo haber experimentado alguna vez algo parecido y pena porque (en el tumulto de emociones que siempre me han vinculado a Sony), en el fondo de mi ser, hubiera deseado ser yo mismo el origen y el objeto de aquel amor tan evidente.

Por supuesto que nadie se ha enterado por mi boca de lo que sucedió en aquel cuarto. Ni siquiera Sony sabe que lo sé y seguramente esté poniéndose al tanto al leer estas líneas. Pero no te preocupes ni te enojes, amigo: lo que escapó de tu corazón aquella noche fue algo bello y maravilloso que me hace quererte mucho más de lo que ya te quería, si eso fuera posible. ¿Qué cómo puedo saber yo lo que Sony sentía con solo verlo en la penumbra y a través de una cortina floreada? Respondo con una cita famosa: “El corazón tiene razones que la razón no entiende”.

En la próxima entrega, trataré de poner fin a esta saga de relatos que, por cierto, ha tomado un rumbo inesperado… y seguirá por los mismos andariveles.



16 comentarios:

Juan dijo...

que historia y que fotos!!!

Tu blog es una masa caliente!

concoe el mio, saludos desde Santa Fe!

semental dijo...

q historia,q grande eres señor zekis,escribes con dulzura y emocion,trasmites como ninguno.

un beso y un abrazo

Lascivus dijo...

Qué buena Zeky's, quedo esperando la siguiente entrega!!

Un abrazo,

Javier dijo...

Vamos, que la fiesta sigue pero recorriendo diferentes matices, es lo que tienen estos acontecimientos, gente que conoce gente, y ya se sabe.

Luckitas dijo...

Me extraña Maestro Zekys...!!! si de algo siempre desconfie... fue de los pasivos 'puros'... tu historia y mi experiencia me dan la razon... o como dice mi viejo maestro shaolin... 'siempre hay un roto para un descosido'... jaaaaaaa... chauuuuuu...!!!

Javier dijo...

Ya se que este no es el sitio adecuado, pero me ha dejado muy triste tu comentario, no te sientas dolido, piensa que no hiere quien quiere sino quien puede, y un imbécil carente de conocimientos jamás puede herirte, sólo demuestra su ignorancia y la vacuidad de su pensamiento.
Un fuerte abrazo desde España

Don Arturo de Quilpue dijo...

Yo también supe festejar de esa manera... Qué bueno que algunas buenas tradiciones no se hayan perdido en los tiempos de la globalización, jijiji.

Ya actualicé otra vez. Pasate a leer.

Lucho´s dijo...

Yo vuelvo y usted se va???
Asi no es eh, asi no!!!

Beso enorme

Anónimo dijo...

Naaaaaas! Ains, que hacía tiempo que no pasaba por aquiiii! jejejeje
Ciertamente, parece que las navidades australes son ciertamente diferentes... JOder, cuanto calorrrr!!!
Y aquí helándonos el culo y la picha de frio!!! jajajajaja. Weno, en mi caso, no, pero esa es otra historia...

Besotes madrileños hacia para tí, porteño!! ;)

Arquitecturibe dijo...

hay ocaciones en que los sentimientos dan una buena modificacion a la voluntad... y le dan cierta dureza a algunas partes que las requieren....
excelente como siempre....
saludos desde mi lejana galaxia

Lascivus dijo...

Keky's: ¡Feliz día del amor y la amistad! ...Estás perdido... Seguro que en algo bueno ;o)

Sebastián dijo...

se lo extraña, señor!
cuando vuelve??

Jorge dijo...

Año nuevo 3ra parte fué un relato maravilloso. No se que tanto será real y cuanto de tu cosecha; pero es el mejor relato que he leído.
Un abrazo,
Jorge

Lucho´s dijo...

Zeky´s volve porfis porfis!

Luc dijo...

Siempreo que te leo termino al palo... Je
Lanzate como un nuevo viagra didáctico jaja
Abrazo.

Anónimo dijo...

Chiquito... o estas teniendo una vida MUY agitada o te han secuestrado.

Volvé!!!

Saludos!