miércoles, 27 de febrero de 2008

Paños fríos al teléfono


Contrariamente a lo que esperábamos, la reacción de Sony al enterarse de lo de Bento en la fiesta de A. C. fue tranquila. Nada de aspavientos ni de rasgarse las vestiduras. Un signo de madurez que nos sorprendió gratamente. Hace un año se había enamorado hasta el cogote de un putito pendejo que hacía la calle en San Telmo. Sony se desvivía por él pero el pendejo lo único que quería era guita y, cuando se dio cuenta de que Sony no tenía un mango, me tiró los galgos a mí. Como conmigo rebotó, de la noche a la mañana desapareció de la faz de la tierra y mi amigo culón estuvo deprimido durante más de dos meses, período en el cual intentó suicidarse con barbitúricos y alcohol y contempló la idea (dijo) de arrojarse a las vías del tren. tuvimos que internarlo y, cuando le dieron el alta en el sanatorio, no quiso venir a mi casa pero Juaco y Sebastián lo obligaron a alojarse por un tiempo en el departamento del centro que por entonces compartían.

- Algo me decía que Bento no era para mí... pero era tan lindo... y la pasamos tan bien...

- Bueno. Borrón y cuenta nueva, culón. Que estuviste hablando del tal Bento durante toda la tarde.

El pragmatismo escorpiano de Juaco le imponía ciertas limitaciones a la hora del consuelo de las almas mustias.

- ¡Tenés razón! ¡Borrón y cuenta nueva! No quiero que me pase lo mismo que a ZekY's con Matías.

Se hizo un silencio de muerte en toda la casa. En todo el edificio. En toda la ciudad. El comentario se le había escapado y Juaco y Sebastián lo miraron casi con odio. Fueron ellos mismos (con Sony a la cabeza) los que hace dos meses me obligaron a reprimir cualquier mención de Matías en función del efecto negativo que producía en mi ánimo. ¿Lo recuerdan? Matías, el chico que me levanté en el tren ese fin de semana que viajé a Moreno.

- ¿Y a qué viene esa alusión ahora? -protesté.

- Perdón. Se me chispoteó... ¡Pero es cierto! No quiero andar por la casa como un fantasma, arrastrando mi pena y llorando por los rincones.

-¡Yo no andaba así! Estás exagerando.

- Nooooooo!!!! -intervino Sebytas, que para eso hubiera sido mejor que siguiera callado- ¡Qué esperanza! ¿si estabas hecho una campanita! -y se puso a imitar al que (según ellos) era yo en esa época: espalda encorvada, expresión lánguida, brazos caídos y desgano general.

Puede que tengan razón. Fue una mala experiencia para mí. Por eso prefiero rememorar los momentos gratos de la historia.


Matías había aparecido de repente en mi vida (una vida bastante organizada, sin grandes sobresaltos y, aunque les parezca mentira, monótona y predecible) y como un verdadero huracán había barrido todas mis certidumbres acerca del amor en el término de una noche. Y yo soy el primer sorprendido al escucharme (o leerme) decir estas cosas tan contradictorias con mi idiosincrasia antes del once de noviembre de 2007. El amor y sus efectos siempre se me habían presentado como ajenos, cosas que les suceden a los otros. Tal vez fuera una consecuencia de mi historia. Nunca conocí a mi viejo; la relación con mi vieja desde siempre estuvo huérfana de de caricias y ni siquiera tuve un hermano con quien intercambiar afectos. Sin duda, lo más cercano al cariño que experimenté durante mi infancia vino de mi padrino, Raúl, el único que tuvo la costumbre de abrazarme y hacerme sentir importante. Él me iba a buscar al colegio, me preparaba el almuerzo, me ayudaba con la tarea, me llevaba a pasear… Increíblemente, mi madre también fue objeto de su afecto. Conmovía la dulzura con la que la miraba. Y ella siempre fría, sobradora y orgullosa de sus desplantes. Mi padrino fue un gran tipo y cada vez que debo tomar una decisión (por insignificante que sea) pienso en él y en lo que él hubiera opinado. Murió por una afección cardiaca a comienzos del 2004 y esa fue la razón decisiva que me trajo a Buenos Aires. O, mejor dicho, que me alejó de mi vieja.

Cada cual tiene su historia y no depende enteramente de uno. Por eso yo no me quejo de la mía. Es evidente que no me ha ido tan mal hasta el momento. Aunque no es menos patente que el tema afectivo seguía siendo una asignatura pendiente. Con la hermosa excepción de mis amigos de ahora, los únicos verdaderos que he tenido jamás.

En este contexto, ese lunes 12 de noviembre, a las dos de la madrugada, recibí un mensaje de texto de Matías: “Sé que es imprudente decirlo pero no puedo dejar de pensar en vos”. El mensaje traducía textualmente lo que yo sentía.


“¿Puedo ser imprudente yo también?”

“No deseo otra cosa”.

“Si de deseos se trata, me muero por hacerte el amor una vez más”.

No hubo más mensajes por algunos minutos y ya estaba empezando a desesperar cuando llegó la respuesta.

“¿Sólo una vez? Yo quisiera sentirte dentro de mí hasta que se nos acaben las fuerzas”.

“¿Dónde estás?”

“En mi casa”.

Esa fue la luz verde para llamarlo. Estaba tan excitado que necesitaba por lo menos oír su voz. Pero esta era una excitación extraña que no conocía. Una excitación que no tenía que ver solo con sexo.

− ¡Hola, mi amor! –fue su inesperado saludo. Una descarga eléctrica me recorrió de pies a cabeza. Era la primera vez en mi vida que alguien me llamaba de ese modo con sinceridad. Su dulzura era inigualable. Yo me quedé poco menos que mudo y apenas pude articular un…

− Hola…

− ¡Qué bueno que me llamaste! Te estuve convocando con el corazón.

− Sí… y con el celular, juas.

− Qué bobo que sos… Necesitaba decirte que te extraño.

− Y yo a vos. Pero esto es una locura. Apenas nos conocemos. ¡Nos vimos solo una vez!

− El corazón tiene razones que la razón no entiende.

− Debe ser. Pero a mí no me había sucedido nunca.

− ¿Estás en tu casa?

− Sí. Echado en un sillón, frente a un ventanal que mira hacia el oeste donde estás vos.

− Mmm… ¿Solo?

− Muy.

− Quiero estar ahí.

− ¡Te voy a buscar! –mi respuesta fue inmediata.

− ¡Nooooo! ¡No seas loco! ¿Cómo les explico a mis viejos que salgo a esta hora de la noche? ¡Ni se te ocurra!


El mensaje era claro pero de todas maneras había en su voz un tonito juguetón que no parecía convencido de las palabras. Pero sin dudas era una locura.

− ¿Cuándo nos vemos?

− Mmm… No sé… Mañana trabajo y vos el martes tenés que rendir una materia…

− Je, te acordás de todo.

− De todo no. Solo de lo que quiero.

− ¿Y a mí me querés?

− Me trastocaste la vida, guacho.

− ¡Y cuando te encuentre te voy a trastocar más todavía! ¡No sabés cómo estoy!

− ¿Cómo estás?

− Enloquecido por pasar con vos otra noche como la de anoche.

− Entonces ¿es calentura nada más? –su voz pretendía parecer preocupada.

− Vos sabés que lo que nos pasó anoche no fue calentura solamente. Nadie me había acariciado, besado y excitado de la manera en que vos lo hiciste… Anoche fue la primera vez que hice el amor.

− ¿Eso quiere decir que no fue solo coger?


− Sos duro, eh. ¿De qué manera te tengo que explicar que lo de anoche fue algo especial? No fue sexo y nada más. Y sé que a vos te pasó lo mismo.

Matías permaneció en silencio como eligiendo las palabras.

− Es cierto. –confesó después– Pero debo reconocer que la calentura también hace lo suyo. En estos momentos, por ejemplo, escucho tu voz y se me para. Estoy re al palo.

¡Bienvenido al club! Mientras hablaba con él yo ya me estaba masturbando.

− ¿Estás solo en tu habitación? –le pregunté.

− Sí. Mi hermano se fue a bailar.

− ¿Qué tenés puesto?

− Nada. Estoy tan desnudito como anoche… pero sin vos…


La pija me dio un brinco.

− Yo tengo un bóxer muy suavecito. Pero si querés me lo saco.

− No, no… dejatelo que me gusta mordisquearte la pija sobre la tela. ¡Qué linda pija que tenés!



− ¿La disfrutaste?

− ¡Y cómo! ¡Me la metiste por cuanto agujero me encontraste!

− Bueno… vos no te resististe… Además vos hiciste lo mismo. Me re-cogiste con ganas.

− Es que sos el tipo más hermoso que tuve en mi vida. No sé por qué milagro me diste bola.

− ¿No sabés? Yo sí sé: porque sos un fuego y, en la cama, la brasa más dulce y tierna que puede existir.

− Me decís esas cosas y me dan ganas de besarte y besarte.

− Pero ahora no podés porque me estás mordisqueando la verga a través del bóxer. –bromeé.

− Cierto… ¡y la tenés durísima! Ya está la tela mojada por debajo del elástico… mmm… me dan tantas ganas de chupártela como dios manda…

− ¿Y qué te detiene?

− El bóxer.

− Si ese es el inconveniente, me lo sacó.

Y me lo quité.



− Ahora sí la tenés libre para comértela a gusto.

− Mmm…

Me seguí pajeando con el celular en el oído y los ojos cerrados, escuchando los murmullos y los jadeos que llegaban a través del aparato e imaginando sus labios alrededor de mi verga, subiendo y bajando, lubricando con su saliva cada milímetro de mi falo y extirpando de mi garganta los sonidos de placer más profundos.

No era la primera vez que hacía algo similar. Muchas veces (si tengo tiempo y ganas) suelo prenderme en una sesión de sexo telefónico con algunos clientes demasiado calientes como para esperar el servicio. Pero esta era la primera vez que me involucraba por completo. Otras veces ni siquiera se me para, aunque mi participación resulta creíble. En esta ocasión, sin embargo, la concentración por parte de los dos fue tal que podía sentir los labios y la lengua de Matías reviviendo las mamadas que me había propinado veinticuatro horas antes.

− ¿Estás disfrutando? –preguntó.

− Mucho. La tengo tan dura que casi me duele.

− ¡Cómo me gustaría verte!

Entonces se me ocurrió una travesura. Tomé el celular que uso solo para mis clientes, me saqué unas fotos y se las mandé por mensaje multimedia.


− ¿Qué estás haciendo?

− Ya te vas a enterar. –le respondí.

Las luces de la calle eran apenas un resplandor en mi ventana y proyectaban las sombras contra el cielorraso blanco. El silencio era casi absoluto. Mi mano seguía aferrada al tronco y la conversación volvía a los carriles candentes.

− Ahora me pongo boca abajo para que me chupes el culo.


Lo hice para imaginarlo mejor.

− ¡Qué hermoso culo! Te paso la lengua despacito, despacito, como más te gusta. ¡Qué rico! ¡Cómo se abre ese agujero cada vez que lo lamo!

− Necesita muchos mimos.

− ¿Sí? Me parece que le voy a hacer mimitos con la verga.

La idea volvió a disparar el morbo y el ano se me dilató como reclamando ser penetrado de verdad. ¡Está tan malacostumbrado el hdp! Me ensalivé los dedos, mientras Matías me estimulaba el mayor de los órganos sexuales (el cerebro) a través del teléfono, y me los introduje en el culo para seguir disfrutando. Matías demostró así tener una imaginación increíble para el sexo. Tenía un talento inigualable para describir las situaciones, sin dejar detalles al margen… Su voz acariciaba…

Al fin le llegaron las fotos.

− ¡Sos muy malo! –protestó– Estas fotos me van a matar. ¡Voy a terminar ahogado en mi propia leche!

− Yo me zambullo para salvarte y te hago respiración boca a boca.

− Ja ja ja… pero también ocupate de mi colita que, con esto que estoy viendo, se puso como loca.

− Entonces habrá que darle el gusto…

− ¿Me pongo en cuatro?

− No. Mejor echate de espaldas y levantá las piernas sobre mis hombros. Me gusta verte la carita mientras te cojo.

Y así, palabras van, palabras vienen, seguimos masturbándonos y diciéndonos las cosas más cachondas, hasta que yo no pude más y acabé estrepitosamente. Tanta y tanta leche me salió que los chorros saltaron por sobre mi cabeza y llegaron al suelo a unos treinta centímetros del sillón. Después, Matías se sintió habilitado para acabar a su vez y sus gemidos y jadeos casi lograron que me empalmara de nuevo.

A continuación hubo un largo silencio… tras el cual Matías improvisó una confesión:

− Esto estuvo brutal… pero sigo necesitándote en carne y hueso.

No dije nada.

− Entiendo.




7 comentarios:

Unknown dijo...

Me compré una compu nnueva y ya tengo internet otra vez en casa... pero extraño mi laptop!!!!!!

Lucho´s dijo...

Que mas puedo agregar? No me imagina leer una historia asi en "Bananas...", pero me gusto, esta bueno ver esta parte de Zeky´s, puta che, ya me hiciste poner cursi.
Felicitaciones por la compu nueva.

Beso enorme.

Javier dijo...

Con este relato te has marcado todo un puntazo, sacando a la luz un nuevo Zeky's

tincho dijo...

Zeky´s, conocí tu blog de casualidad... jajaja buscando la palabra pijazo en el google, y dí con "El cuartito del fondo parte 2", obviamente luego leí la primera parte.
Te escribo porque realmente me gusta tu forma de armar los relatos. Y si bien no lei a Capote (un amigo muy cercano y mi novio se lo están devorando y eructan frases y parrafos suyos en mi cara) veo que tenes un poco bastante de el.
La verdad que haberte leído me estimuló las ganas de ponerme a escribir. Hace un par de años que escribo, pero nunca puedo lograr cuentos largos que me satisfagan. En cambio ahora, no se... me diste un impulso.
Un gustazo conocerte, y voy a seguir leyendote, no cabe duda. TE invito a que te pases por mi blog... lo tengo bastante abandonadito, pero no creo que por mucho mas.
Besos y abrazos!!!

tin

Anónimo dijo...

ZEKYYY!!!!! sos mi fantasia!!!!! pone alguna foto tuya, o si tenes flog pasalo, porque tus relatos me calientan a mil!!!!

LeO....

Arquitecturibe dijo...

Ufff cuanto tiempo sin venir por aca... las sobaditas se acumulan!
he estado malo de la gripa, pero en fin, siempre es bueno venir por aca.... siempre.
Saluditos desde mi lejana galaxia

Thiago. dijo...

Estás al horno maaaaaaaaaal.